Lucio es un padre de familia que vive junto con siete vecinos más en la ciudad de Madrid. Este año le ha tocado la presidencia de turno de su comunidad de propietarios.

De un tiempo a esta parte, su factura de la luz se ha convertido en un quebradero de cabeza. Ya paga más de 800 € al año, de los que más de 200€ son fijos (hace tan solo dos años el término fijo era la mitad). Ha consultado con su amigo Jorge, que trabaja en el sector, y ha constatado que su consumo (3.500 kWh) está en la media de una vivienda en España y que su potencia contratada (4,6 kW) está ajustada para una vivienda con electrificación “moderna” (horno, vitrocerámica y aire acondicionado).

Lucio sabe, además, que la mayor parte de su electricidad proviene de fuentes contaminantes. Es consciente de que las reservas de carbón, gas y petróleo se están agotando y de que cada vez cuesta más acceder a nuevos yacimientos. Sabe que sus hijos no podrán devorar petróleo al mismo ritmo que él y que cientos de generaciones venideras tendrán que “apechugar” con residuos nucleares generados para que el “abuelo Lucio” tuviera luz.

Estas ideas le rondan por la cabeza cuando, por casualidad, lee en el periódico que la energía solar ha bajado tanto de precio que hoy ya es posible poner unos paneles en el tejado y producir electricidad mucho más barata que la que se compra a la compañía eléctrica.

Una sensación de plenitud se apodera de Lucio: ¿es posible que la suya vaya a ser la generación puente?, ¿la que invirtió para lograr estar en paz con el Planeta?… ¡y encima le va a salir rentable!

Inmediatamente habla con Jorge para valorar sus opciones. Hace cuentas de su instalación individual. Luego se los contará a sus vecinos por si se quieren sumar a “la revolución”. Al fin y al cabo, si lo hacen a la vez seguro que ahorran algo de dinero en la instalación.

La inversión para producir con sus paneles la misma energía que consume actualmente no llega a 4.800 €; pero el problema es que no siempre sale el sol cuando él necesita consumir electricidad.

Jorge le dice que en más de 40 Estados norteamericanos existe una regulación, traducida al español por “balance neto”, consistente en que por cada kWh que te sobra a mediodía y que inyectas en la red, la compañía eléctrica te apunta un crédito que luego redimes por la noche. “Es tan simple que en algunos casos sencillamente el contador gira al revés cuando te sobra energía”.

Los cálculos son apabullantes: incluso si siguiera pagando el abultado término fijo de su factura, con el balance neto en España ahorraría cerca de 600 € al año en su factura de la luz y recuperaría su inversión en 8 años (suponiendo que la luz no siga subiendo, porque de hacerlo lo haría en menos tiempo aún). Sabiendo que los paneles tienen garantía de producción durante 30 años, esto supondría disfrutar de energía renovable gratis durante al menos 22 años ¡y sin ningún tipo de subvención! Lucio está exultante. Ha oído que España es líder en renovables y seguro que está apoyando la energía solar al menos igual que los norteamericanos, ¿verdad, Jorge?

“Desafortunadamente, no es así. España era líder mundial en renovables; pero las cosas han cambiado mucho desde 2010. Además de aniquilar a quienes osaron invertir en renovables cuando su precio era mucho mayor al actual, el Gobierno acaba de presentar una propuesta de Decreto de autoabastecimiento que no solo no contempla el balance neto, sino que obliga a regalar a la eléctrica los excedentes de energía, salvo que te conviertas en un empresario, con lo que esto supone en cuanto a obligaciones fiscales y administrativas (autónomos, declaraciones trimestrales de IVA, impuestos a la producción, ofertas al mercado mayorista de electricidad…) equiparables a los de una empresa titular de una central nuclear o de gas”

Lucio, perplejo, se ve obligado a rebajar sus expectativas: si en lugar de cubrir la totalidad de mis necesidades hiciera una instalación más pequeña… seguro que no me sobraría energía al mediodía y al menos ahorraría una parte importante de mi factura. No lograría estar en paz con el Planeta; pero al menos iniciaría el camino confiando en que el próximo Gobierno apueste por el balance neto.

Jorge le advierte de que, al repartir los costes fijos de la instalación entre menos energía, los números le van a salir peor. En efecto, para cubrir el 30% de su consumo –máximo para evitar excedentes– necesita una inversión inicial de unos 2.800 € y el ahorro anual no llega a los 180 €, por lo que la recuperación se va a 16 años, el doble que la del proyecto original.

Tras darle vueltas, Lucio se decide a ir adelante. Los números no son ya espectaculares; pero no hay muchas inversiones con rentabilidades del 6% anual que, además, sean sostenibles y contribuyan a la economía local.

Entonces Jorge le cuenta que el Gobierno, en su propuesta, también incluye un “impuesto al sol” para financiar la disponibilidad del sistema eléctrico cuando “no hay sol”.

–Ya, hombre, si cuando yo consuma de la red pagaré todo lo que me quieran cobrar; pero por la energía que va desde mi tejado a mi frigorífico no me pueden cobrar.

–Pues sí, Lucio, y no es nada barato. Por la pequeña instalación que cubre el 30% de tus necesidades pagarías casi 70 € anuales, por lo que ya no recuperarías la inversión hasta los 26 años. Y, además, tendrías gran incertidumbre, porque en cualquier momento podrían subirte la cuantía y arruinar completamente la inversión.

A Lucio le sale humo de las orejas… pero le queda un as en la manga: ha oído hablar de la batería Tesla que promete revolucionar el sector energético. Volvería a su idea inicial de producir el 100% de sus necesidades: almacenaría en la batería los excedentes diurnos, para luego “tirar” de ella por las noches. Al fin y al cabo ha leído que en Alemania subvencionan las baterías porque así evitan que todos los consumidores viertan energía a la red a la vez y la recuperen también al mismo tiempo.

Vuelve a hacer los cálculos. La inversión ya sube a 8.600 €; pero antes de ver en cuánto tiempo se recupera pregunta a Jorge: ¿el impuesto al sol es el mismo en este caso?

–Pues no, Lucio, se ha diseñado un cargo específico para el almacenamiento que, teniendo en cuenta que ahora quieres cubrir la totalidad de tu consumo, sumado al impuesto al sol de antes te supondría cerca de 300 € anuales.

–¡No puede ser!, mi ahorro se reduciría a menos de 300 € anuales y necesitará más de 30 años para recuperar la inversión.

Lucio no puede creer que un Gobierno que dice apostar por las renovables le ponga tantas trabas para hacer algo que no necesita subvención alguna. Ahora entiende por qué el propio ministro llegó a decir que las eléctricas estaban acostumbradas a redactar el Boletín Oficial del Estado.

Está pensado en sumar 800 € más a la inversión para comprar un grupo electrógeno y cortar los cables definitivamente. Se gastará algo menos de 300 € al año en gasoil para cubrir lo que su sistema de paneles y batería no alcance; pero aún así recuperará su inversión en 18 años y habrá salido de una vez por todas de un oligopolio. Eso sí, para pasar a otro que, además, empeora notablemente su idea de equilibrio con el Planeta.

A Lucio le gustaría utilizar la red eléctrica, que hemos pagado entre todos durante los últimos 120 años, para compartir su energía. Incluso estaría dispuesto a seguir pagando algo a la eléctrica por el servicio; pero no le dejan hacerlo. Por ello está a punto de tomar una decisión que, de generalizarse, sí que va a suponer la quiebra acelerada del sector eléctrico español.

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