Atenas presentó ayer una propuesta que más que griega sabe a europea. Con cambios a nivel de pensiones y con reformas fiscales, parecía más bien que en el referéndum había ganado el `sí´, en lugar del `no´. Lo único que se puede entender de los últimos acontecimientos es la dimisión de Yanis Varoufakis; un ministro que se comprometió a no firmar un mal acuerdo para Grecia.

Después de la victoria con amplia mayoría del `no´del pueblo griego a las condiciones impuestas por Bruselas para seguir negociando un rescate, Varoufakis dejó el cargo. ¿Por qué? Si prometió hacerlo en caso de que ganara el `sí´. Quizá ya sabía que se avecinaba esta jugada, de no seguir en la senda de la lucha y prefirió quitarse de en medio para no entorpecer el camino y para no tragarse sus propias palabras. Dijo que prefería cortarse un brazo a firmar un acuerdo que no incluyera la reestructuración de la deuda. Ahora cobra más sentido su huída.

La gran reivindicación de la reestructuración de la deuda ha quedado olvidada. Grecia ya no habla ni de reestructuración ni de quita. «Grecia da la bienvenida a la oportunidad de explorar medidas potenciales que emprender para que su deuda sea más sostenible y viable a largo plazo», es la frase concreta sobre la deuda.

La carta enviada por el nuevo ministro de Finanzas griego, Euclides Tsakalotos, y filtrada por Financial Times, es una llamada de auxilio a sus socios «por el riesgo de la estabilidad financiera de Grecia como miembro de la zona euro». Enumera todos los problemas a los que se afronta el país si no recibe financiación europea como la fragilidad del sistema bancario, la escasez de liquidez o el impago al FMI.

Grecia solicita un préstamo por tres años y se compromete a «implementar inmediatamente» un paquete de medidas «tan pronto como a principios de la semana que viene», incluyendo reformas relacionadas con el sistema de impuestos y con las pensiones.

En la misiva, Grecia solicita un préstamo por tres años y se compromete a «implementar inmediatamente» un paquete de medidas «tan pronto como a principios de la semana que viene», incluyendo reformas relacionadas con el sistema de impuestos y con las pensiones. También dice que enviará el jueves las propuestas «en detalle» para que sean valoradas por las tres instituciones (Fondo Monetario Internacional, Banco Central Europeo y Comisión Europea), además de a pagar a los acreedores en tiempo y forma. 

Termina confiando en que los Estados miembros «aprecien la urgencia» de la petición del rescate,  con una mención expresa a que olviden la carta enviada el pasado 30 de junio, y reiterando su compromiso a mantenerse dentro de la eurozona, «respetando las reglas y regulaciones como Estado miembro». 

Para haber enviado esta propuesta a día 8 de julio, cabe preguntarse por qué Grecia esperó tanto. Quizá Tsipras también pensaba dimitir como Varoufakis antes de presentar una petición de rescate como ésta, pero por algún motivo se ha arrepentido. Los griegos le dieron un `no´y su ministro de Economía, porque él no ha firmado la carta, está pidiendo un rescate como si hubiera salido victorioso el `sí´.

Tsipras, aplaudido por la izquierda y los eurófobos 

El Parlamento Europeo celebró ayer un debate intenso sobre Grecia, lleno de reproches y aprobaciones, discursos coherentes y salidas de tono. El primer ministro griego, Alexis Tsipras, acudía a la Eurocámara para exponer la situación de Grecia y sus intenciones, invitado en el último momento por el presidente, Martin Schulz. 

En su discurso, pedía ayuda a sus socios para recomponer la economía del país y se comprometía a proponer medidas concretas, con el respaldo de la mayoría de las fuerzas políticas del país. Hacía mención a la reestructuración de la deuda en su intervención, aunque en la carta formal no aparece expresamente. En ese momento, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, le recordaba que la institución ya se había comprometido a debatir este tema en octubre, acusando incluso de mentir al primer ministro sobre «lo que se habló a puerta cerrada». Por otro lado, Tsipras no pudo evitar volver a recordar la ayuda europea a Alemania. «El momento de máxima solidaridad de Europa fue en 1953 cuando se perdonó el 60% de la deuda a Alemania», sentenciaba.

Aunque no aparece explícitamente en la petición de rescate, Tsipras sí hizo mención a la reestructuración de la deuda en su intervención ante el Parlamento Europeo y recordó que «el momento de máxima solidaridad de Europa fue en 1953 cuando se perdonó el 60% de la deuda a Alemania».

Sus palabras eran aplaudidas desde la bancada de izquierdas y de la derecha radical. El grupo al que pertenece Syriza en el Parlamento, que comparte con Podemos e Izquierda Unida,  sólo encontraba halagos para Tsipras. «2015 será un año de cambio y pronto seremos más fuertes», le dedicaba Pablo Iglesias. Pero junto con los aplausos de GUE-NGL llegaban también los del Frente Nacional de Marine Le Pen o del británico UKIP.

Los eurófobos aprovecharon el resultado del referéndum para reconocer la valentía del pueblo griego por su desplante a Europa. La victoria del `no´fue la excusa de Marine Le Pen para decir que el euro ya «no es irreversible», sino que si la voluntad de un pueblo es salir del club europeo, ya no es imposible. 

Estas «malas compañías» valían al líder del Partido Popular Europeo (PPE) para desprestigiar «el populismo» de Syriza. Sin embargo, el apoyo de la derecha extrema no es más que una oportunidad de aquellos que aprovechan la mínima para desprestigiar Europa. Grecia quiere mantenerse dentro de la zona euro, por lo tanto no comparte la visión de estos partidos que ayer se volvían locos con Tsipras.

Eran los socialistas quienes se presentaban ayer como los más moderados. Exigían a todas las partes en las negociaciones que abandonaran sus ideologías para poder salvar a Grecia. El problema es político, nunca hubo duda, y sólo podrá resolverse si se sientan «sin egoísmos» y preocupados por impulsar el futuro «no de cada partido político, sino el de Grecia y toda la UE».

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