Este viernes se cumplen cuarenta años de la Marcha Verde , un espectacular baño de multitudes organizado por Hassán II para hacerse con el control sobre el entonces Sáhara Español. Casi 400.000 personas, entre civiles y militares, acudieron a la llamada de su rey, que, pasándose por el forro a la Corte Internacional de Justicia de la ONU, supo aprovecharse del marasmo político que se vivía en España por la agonía de un dictador cuya carrera como miltar, político y represor había comenzado, precisamente, en el norte de África.

La firmeza inquebrantable del Ejército español, dispuesto a no permitir avanzar «un solo metro» a los marroquíes, se disolvió como un azucarillo prácticamente en cuestión de horas.

El día 4 de noviembre de 1975, la VIII Bandera de la Legión Española, destinada en la entonces provincia del Sáhara Español, recibió la orden de desplegarse en la frontera e intentar detener “la invasión enemiga”. Se había puesto en marcha la llamada Operación Contra Marabunta, en cuya aplicación la cual los legionarios dispusieron campos de minas y barreras de artillería con la misión de abrir fuego en caso de amenaza.

Al día siguiente, el rey de Marruecos, Hassan II, anunció el inicio de Al Masira, la Marcha Verde, y el 6 de noviembre, hace ahora justamente 40 años, 350.000 civiles y 25.000 soldados marroquíes se concentraron en la región de Tarfaya, en el extremo sur de Marruecos, penetraron pacíficamente hasta 12 kilómetros en territorio saharaui, blandiendo banderas rojas y verdes y liderados por el entonces primer ministro y cuñado del rey, Ahmed Osman.

 

 

El Ejército español, con todo su despliegue, no sólo no opuso resistencia, sino que al día siguiente el Gobierno del languideciente dictador Francisco Franco (al que le quedaban dos semanas de vida) anunció su decisión de negociar la entrega a Marruecos la administración del territorio. El 10 de noviembre, la Marcha Verde inició su regreso y cuatro días después, el 14 de noviembre de 1975, España firmó los Acuerdos Tripartitos de Madrid, por los que entregaba el control territorial (que no la soberanía) a Marruecos y Mauritania. Se había acabado. El órdago del sultán había dado sus frutos, y aquí paz y ninguna gloria.

Hassan II: la CIJ y la macha pacífica

Si algo queda claro de aquellos acontecimientos es que Hassan II supo jugar en todo tiempo con los tiempos. En 1974, España anunció solemnemente su intención de celebrar un referéndum de autodeterminación en el Sáhara para poner fin a un contencioso que había comenzado en 1955, con la entrada del país en la ONU y con la aceptación, más que forzada, de los principios del organismo internacional en materia de descolonización.

La presión de la ONU a lo largo de los años sesenta había obligado a España a aceptar una breve fase de autonomía para su provincia y a fijar para 1975 la celebración del referéndum de autodeterminación. En ese tiempo, una parte de los saharauis decidió tomar las armas y constituir, en mayo de 1973, el Frente para la Liberación de Saguia el Hamra y Río de Oro (Frente Polisario), liderado por Mustafá Sayed.

 

Hassan II

 

En ese contexto, y a sabiendas de que tenía muy pocas posibilidades de ganar el referéndum, Hassan II decidió acudir a la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya, máxima instancia judicial de Naciones Unidas, para reclamar la soberanía sobre este territorio de 266.000 kilómetros cuadrados, rico en minerales y pesca y en poder de España desde el siglo XIX.

La resolución de la CIJ fue emitida el 16 de octubre con unos argumentos concluyentes: en el momento de la colonización por parte de España, el Sáhara no era de ninguna manera un “territorio sin dueño” (terra nullius) y, aunque existían ciertos vínculos de subordinación y de derechos sobre tierras entre algunas tribus saharauis y el sultán de Marruecos, no existían vínculos de soberanía entre el Sáhara Occidental y Marruecos, por lo que, en conclusión, se debía celebrar el referéndum.

Hassan II, como tantas otras veces, hizo de su capa un sayo y se quedó con la parte de los “ciertos vínculos de subordinación” para reclamar que, de acuerdo con la CIJ, el Sáhara Occidental era marroquí “desde la noche de los tiempos”.

 

Billete de 100 dirhams marroquíes conmemorando la Marcha Verde

 

Ese mismo 16 de octubre, el monarca alauí anunció, en un mensaje por radio y televisión, su intención de organizar una marcha pacífica formada  por 350.000 marroquíes, hombres y mujeres, para “recuperar” el territorio. “Yo seré el primero que se inscriba en la lista de voluntarios”, aseguró. Los “peregrinos” sólo llevarían un arma, el Corán, añadió, no sin aclarar que, en caso de encontrarse con “elementos extranjeros, que no sean españoles» -a los cuales “saludaríamos y proseguiríamos nuestro camino»- los marroquíes ejercerían su derecho a defenderse “sin detener por ello la marcha”, advertencia que da a entender que llevaban otras armas aparte del libro sagrado del Islam.

 

 

El papel de José Solís

Por esas mismas fechas, la postura española fue modificándose poco a poco, y con ello el nombre y el rango de los interlocutores de la dictadura española ante la dictadura marroquí. Apartado del negocio el ministro de Exteriores, Pedro Cortina Mauri, y con ello su intransigente postura en favor del referéndum, la representación de Franco ante Hassan II pasó a recaer en el entonces príncipe Juan Carlos y en el ministro del Movimiento Nacional, José Solís.

Aunque Juan Carlos fue quien lideró políticamente las negociaciones, un cable del portal Wikileaks de septiembre de 1975 procedente del entonces embajador de Estados Unidos en Madrid, Wells Stabler, ya dejaba bien claro que, aunque Hassan II había expresado su voluntad de asistir a un encuentro a cuatro bandas en Nueva York a condición de que Juan Carlos fuera el representante español, el príncipe había advertido de que no tenía “ninguna intención de implicarse personalmente en este problema que sólo acarrearía consecuencias negativas para él” y había expresado su esperanza de que Franco “no saliera de escena (sic) hasta que el problema del Sáhara haya sido resuelto”.

 

 

Al respecto, otros dos cables de Wikileaks de la época (que ya fueron analizados en su momento por el diario Público) parecen, o podrían parecer, reveladores. Por una parte, en un documento del 25 de octubre, Solís explicó al embajador Stabler, tras regresar de una misión en Rabat donde había mantenido un encuentro “realista, positivo, duro y furctífero” con Hassan II, que la principal preocupación del Gobierno español era evitar “una confrontación entre España y Marruecos” que causaría “la muerte de muchas personas y una espiral de violencia”.

“Mientras que un Ejército puede ser detenido, una multitud de cientos de miles de civiles, una vez en marcha, no puede echarse atrás”, habría dicho el ministro español. Por ello, el objetivo de Madrid era entablar “una negociación directa con Marruecos”, cuyo rey le había explicado que “no podía parar la Marcha Verde porque ello podría ser el fin de su reinado”.

En otro cable de Wikileaks, emitido dos días antes y enviado desde la Embajada de Estados Unidos en Rabat, se aseguraba, citando a Hassan II, que los Gobiernos de España y Marruecos habían llegado el día anterior a un acuerdo (concretamente con Solís) en virtud del cual la Marcha Verde seguiría adelante, tal como estaba previsto, y que, tras esta movilización popular magrebí, los dos países buscarían una salida “elegante” ante la ONU “para que España pueda salvar la imagen”.

 

José Solís| Europa Press

 

Marruecos se comprometía a no disparar un tiro y España, que “ya no quiere un Sáhara independiente”, se desmarcaría totalmente de Argelia (a la que dejaría de considerar “parte interesada” y que no estaba “en condiciones de actuar militarmente conta Marruecos”) y del Frente Polisario, un grupo “maoísta apoyado por Argelia” (el 12 de mayo de 1975, una Comisión de Investigación de la ONU había declarado que el Polisario era “la única fuerza política dominante en el territorio” y que “la inmensa mayoría del pueblo” deseaba la independencia»).

Sean ciertas o no estas informaciones sobre el posible acuerdo entre las partes, lo que sí es real es que el príncipe Juan Carlos visitó El Aaiún el 2 de noviembre para tranquilizar a los militares españoles y a los saharauis y que Marruecos desoyó completa y olímpicamente la petición del Consejo de Seguridad de la ONU para que pusiera fin a “la invasión”.

 

 

El mismo 6 de noviembre, el Gobierno marroquí dejó caer sutilmente que, en caso de necesidad, las Fuerzas Reales Armadas podrían actuar militarmente, “pudiendo llegarse a una situación de beligerancia entre España y Marruecos”. Al día siguiente, el Gobierno español anunció el inicio de negociaciones con Rabat, el 8 de noviembre el ministro de la Presidencia se entrevistó con Hassan II y el 9 de noviembre el rey alauí ordenó el repliegue de la Marcha Verde.

Los Acuerdos de Madrid, el fin de la colonia y el nacimiento de la RASD

Todo lo ocurrido desde entonces se resume en los citados Acuerdos de Madrid, que en un principio introdujeron a Mauritania como tercero en la partida pero que allanaron el camino para que Marruecos se hiciera en agosto de 1979, de forma definitiva, con todo un territorio cuya soberanía aún no  le ha sido reconocida por la comunidad internacional y cuyo derecho de autodeterminación, eternamente incumplido a pesar de las resoluciones de la ONU, se ha convertido en un emblema de la Realpolitik más descarnada.

En la noche de 26 de febrero de 1976, España finalizaba su presencia colonial en el Sahara. El 27 de febrero de 1976, el Frente Polisario proclamaba la República Arabe Saharaui Democrática (RASD), reconocida en noviembre de 1984 por la mayoría de países de la Organización para la Unidad Africana (OUA). Durante este período, comenzó el éxodo de grandes cantidades de refugiados saharauis que se establecieron en campamentos en la desértica región argelina de Tinduf, mientras se multiplicaban las violaciones de derechos humanos cometidas por Marruecos en la antigua y abandonada colonia española del Sáhara Occidental.

 

Imágenes | www.marruecosdigital.net Wikipedia CC delegation.mjs.gov.ma

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