El 24 de julio de 2.015 quedará anotado en los anales de la historia patria como la fecha en que un enorme vago, vividor, ganapán, bon a rien , jeta redomado, palurdo exhibicionista, de profesión sus vacaciones (del latín vacare = estar desocupado), por derecho de origen Borja S. de nombre, por registro Thyssen, cumplió 35 años sin pegar palo al agua en todos ellos, y recibió como regalo del difunto barón la coqueta cantidad de 5 millones de dólares. Otras tantas remesas del mismo monto le habían caído, una desde el más acá y la otra desde el más allá, en sus aniversarios 25 y 30. Aparte, y según parece de manera vitalicia, dispondrá de una asignación anual de 300.000 euritos de nada. ¡15 kilos de jurdó del bueno en otros tantos años para poder seguir llevando una estresante vida que se divide entre largas etapas de jolgorios en Ibiza y otros lugares paradisíacos pero con marcha, barcos, gimnasio, talleres de tatuaje y menesteres similares!

 

El chico y su mujer, Blanca Cuesta, una neopintora que hasta se permitió abrir galería en Madrid para exponer su importante y revolucionaria obra, comparada por un paniaguado de su entorno con el estilo de Matisse, son hoy el paradigma por excelencia de los pelotazos llegados del cielo, gracias al antiguo bien hacer profesional de su madre que pilló bien pillado a una de las mejores piezas de caza mayor del panorama cinegético europeo de aquel entonces (años 80 del pasado siglo)  El matrimonio, que estuvo a punto de costarle al príncipe sin principado la relación con su madre, decidida a impedir a cualquier precio que una arribista de tres al cuarto repitiera con su niño la operación que ella ejecutara con el aristócrata holandés con nacionalidad suiza y residencias en medio mundo Hans Heinrich von Thyssen Bornemisza de Kászon et Impérfalia, se ha convertido hoy (es una opinión personal, por supuesto) en el más logrado modelo de parásitos que se pasea por los predios nacionales.  

El padre adoptivo terminó carreras, dirigió un imperio empresarial y dejó una herencia mareante, parte de la cual fue a parar a la inefable Tita Cervera y unos pequeños flecos han servido para sufragar la vida golfa y regalada de Borja & wife. Señalo que tampoco de jovencito apuntó maneras pues, por más que pusieron a su disposición a los mejores educadores posibles, la conclusión siempre fue la misma: era un estudiante horrible.

Y ustedes dirán: ¿y a que viene este desagradable palo a un padre de cuatro niñas que no se mete con nadie?

¿No se tratará de un tiñoso ataque de envidia del autor del artículo?

Voy a ser tajante: no.

Nada tengo en contra de las leyes de la herencia, aunque se derive de braguetazos, hábiles maniobras por las que se cautiva a un hombre en plena decadencia física y se le maneja hasta llegar a hacerle creer, y hasta firmar, que el sol sale por Antequera. Las cosas entre privados son privadas y se resuelven en privado.

¡Eiáaaaaaa…! (como suelo escribir) ¡Ahí está la madre del cordero!

Borja, su mamá y la creativa esposa no se limitan a gozar sin tasa del gran pellizco recibido de uno de los mayores legados financiero-económico-artístico del continente. Pretenden que los ciudadanos de a pie se regocijen con ellos viéndoles disfrutar de un favor sin límites de la diosa Fortuna. Para ello siempre están dispuestos a compartir desde la prensa-cuché sus aventuras, desventuras, sobresaltos familiares, reconciliaciones a golpe de talonario, amagos de cabreo definitivo, agobiantes tareas inventadas, barco nuevo, casoplón a estrenar, etc., etc., etc. Y todo eso en un país que aún supera los cinco millones de parados, donde el 50 por ciento de los jóvenes en la edad de Borja no tienen trabajo ni, hoy por hoy, perspectivas de encontrarlo, y la relación habitante-pobreza alcanza límites estremecedores… Para arremeter contra ese parasitismo exhibicionista no hace falta sentir envidia sino conservar una cierta capacidad de indignación frente a la impudicia en estado puro.

Es cierto que los  Cervera-Thysssen representan sólo un ejemplo de ese parasitismo en un panorama en el que coexisten bastantes más. Pero la mayoría tiene el sentido de la medida o la inteligencia precisa para no ir pactando reportajes que equivalen a refregar en las caras de tantos desventurados cómo se puede llegar a la riqueza gracias al cuento y vivir del cuento, cultivando al mismo tiempo una imagen de famosetes que es pura provocación. No les doy esta caña por pasear como se pasean en su inútil vida, se la doy por gilis.

El 24 de julio de 2.015 habrá representado un día fasto para Pablo Iglesias y Podemos, porque la cantidad de baboserías rosas que muchos medios dedicaron al cumpleaños de ese chico venido a más gracias a los encantos de mamá, y cuya única actividad conocida es morder la mano que meció su cuna por un quítame allá esos cuadros, habrá concitado la ira de mucha gente infinitamente más preparada, con invencibles ganas de currar, que ven cómo se puede ir por la vida en plan sanguijuelas y con absoluta impunidad. Ellos no tienen la posibilidad de transmitir su cabreo en medios de comunicación y para dar rienda suelta a unos instintos jacobinos sin duda justos sólo les queda la calle y las urnas.

No les extrañe si cientos o quizá miles de personas que se habrán sentido insultadas por el retumbe y alborozo  que formó el tercer regalito de cinco millones de dólares hayan decidido el 24 de julio de 2.015  votar en noviembre (o cuando sea) al partido que lleve en su programa un impuesto especialmente eficaz contra las grandes fortunas. Sobre todo las de aquellos que desprecian la discreción y restriegan un impresentable modo de vida a millones de compatriotas que las están pasando putas. Si se llega a eso, con toda la tinta vertida con su plena colaboración, los funcionarios de la Hacienda Pública lo tendrán chupado.

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