El debate a cuatro entre los principales candidatos a la presidencia del Gobierno, celebrado este lunes en la Academia de la Televisión, marcará el devenir de la campaña electoral. Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y Albert Rivera se dan por ganadores del combate dialéctico y los expertos coinciden en ver al líder socialista como el principal damnificado. Pero hay un aspecto crucial que escapa a los análisis más urgentes y que, en opinión de los entendidos en la materia, dejó a Rajoy en posición preeminente: la comunicación no verbal.

El presidente del Gobierno en funciones “se encontró muy cómodo, tanto por los gestos como por la manera de hablar: fue cambiando de tono, de velocidad, y eso, habitualmente Rajoy no lo hace”, en opinión del experto José Luis Martín Ovejero, que ha analizado para El Plural la comunicación gestual de los contendientes. Según Ovejero, Rajoy suele comunicar “en blanco y negro, tiene una comunicación que no suele ser fluida mientras que, en este caso, entraron a debatir en el mundo de las cifras y ahí es donde su personalidad se impone”.

El debate ofreció en materia de comunicación kinésica diferencias muy grandes entre los líderes. Así lo cree Miguel Ángel Rodríguez Caveda, experto en comunicación política de la agencia 3AWW, que vio una mejora muy notable en el candidato de Ciudadanos: “Rivera corría el riesgo de volver a parecer nervioso e incluso hiperactivo a causa de sus movimientos constantes, por ello en el debate vimos a un candidato más tranquilo, sereno y paciente (en lo gestual), una actitud que fue acompañada por el uso de gráficos y titulares de periódicos para apoyar sus intervenciones y ocupar las manos con algo”.

Un aspecto que siempre suscita la atención en todo debate es la indumentaria. Si llevan o no corbata, de qué color es la camisa elegida, si prescinden de la americana en algún momento… Cada detalle está estudiado y no escapa a ojos de los especialistas en la materia. “Ninguno de ellos se salió de su estilo habitual”, explica Rodríguez Caveda, que ve en el color corporativo de las corbatas de Rajoy y Sánchez un intento de “remarcar la importancia histórica de sus formaciones, ofrecer cierta confianza y llegar al electorado más tradicional”. La nota discordante la puso Pablo Iglesias, que “optó por no usar ni chaqueta ni corbata, apoyándose en una prenda que emplea a menudo: una sencilla camisa blanca para diferenciarse del resto, y nada habitual en este tipo de acontecimientos”.

A Martín Ovejero le sorprendió para bien la gestualidad de Sánchez en el cruce de intervenciones. “Suele tener una serie de gestos muy ‘robotizados’, abrir los brazos y levantar las palmas de las manos, pero en esta ocasión, aunque lo hizo, se implicó mucho más personalmente, se apuntaba hacia sí mismo con las manos, utilizaba la primera persona del singular, eso es positivo”. Además, acertó al encararse con Rajoy cuando criticó su gestión: “Puede parecer normal, sin embargo no lo vimos en los demás”.

Rodríguez Caveda, por su parte, subraya el uso de las manos del presidente en funciones. Ese gesto de unir las yemas de los dedos índice y pulgar para reforzar el mensaje es característico en el líder del PP, que no obstante “debería alternarlo con otros gestos porque denota imposición y cierta intransigencia; aunque ayer estaba claro que quería dejar patente su posición de experiencia y conocimiento frente a los otros candidatos”. También valora que “se le vio más sonriente que en otras ocasiones, incluso cuando recibía duras críticas de sus tres adversarios. Utilizó diversos gráficos para apoyar sus palabras, aunque falló al no mostrarlos a cámara”.

En Sánchez vio una risa “exageradamente irónica” y una mirada “desafiante e incluso en algunos momentos de cierta agresividad”, mientras Iglesias ofreció un rostro serio con alguna concesión a la indignación y el enfado: “Durante todo el debate mantuvo un bolígrafo en la mano y usó su atril para apoyarse, aunque no pudo controlar susurrar en cada intervención de sus oponentes, algo que le perjudicó porque se le escuchaba hacerlo de forma recurrente y parecía poco menos que un actor al que le salía la vena melodramática”.

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