Leo el hashtag de Twitter #JuegodeEscaños y no me sorprende la comparación entre la situación de ingobernabilidad actual con algunas de las tramas de la saga creada por George R.R. Martin. Lo que sí me choca es que tanta gente acuse a Ciudadanos de incoherencia.

Para empezar, no puede negarse que Ciudadanos fue el partido más claro sobre cuál sería su postura en un escenario parecido al actual: se abstendría para facilitar un gobierno del PP o del PSOE y no apoyaría a un grupo de perdedores. Afirmado y publicado. Hasta el punto de que muchos comentaristas reseñaron sin pudor cómo, al hacerlo, «mostró su verdadera cara». Otros han dicho que si el 20-D se quedaron más cortos de votos de lo que esperaban fue precisamente por ser honestos con respecto a cuál sería su posición después de los comicios.

En lo personal, no tenía ni tengo interés alguno en que Mariano Rajoy vuelva a ser presidente del Gobierno. Soy de la opinión de que el dichoso SMS, el funesto ‘Luis, sé fuerte’, era argumento suficiente como para provocar su dimisión, y que el partido debe pasar por una regeneración forzosa que ha esquivado con enorme éxito hasta ahora. Sin embargo, tampoco podemos escamotear un hecho tozudo: la del PP ha sido la lista más votada y cuenta con mayoría suficiente como para intentar formar Gobierno.

El problema tiene que ver, muchas veces, con la semántica del gran público. Estas elecciones no tenían como objetivo «terminar con el bipartidismo». Me comentan fuentes muy entendidas en la materia que, al parecer, el auténtico objetivo era el de elegir el Parlamento que dictará nuestras leyes y escoger al Gobierno que se encargará de hacer que se cumplan. ¡Sorpresa! El objetivo era el de escoger un gobierno para este país, preferiblemente con suficiente tino como para sacarlo de la crisis económica y contribuir a generar empleo y prosperidad para el mayor número posible de nuestros conciudadanos. 

A partir de ahora, toca buscar altura política. Y no me refiero a coger al tipo más alto y guapo del partido y hacerle secretario general. Hablo de algo mucho más difícil: la capacidad de mirar más allá de los objetivos concretos de tu partido y de decidir qué es verdaderamente crucial para tus votantes. Creo que los partidarios del PP, del PSOE y de Ciudadanos coinciden en aspectos fundamentales relacionados con la estabilidad del país, y creo también que es justo que los tres busquen un acuerdo que satisfaga, en la medida de lo posible, a todos sus clientes. En SABEMOS publicamos una información en la que se habla de la posibilidad de un pacto que lleve a una legislatura corta, a una reforma electoral y a una búsqueda de consenso en temas fundamentales. Si es la solución escogida, no parece diverger de todo lo que ha propuesto Rivera durante la campaña. Lo que sí que suena raro y poco convincente es su recién encontrada disposición a entrar en un Gobierno.

Podemos lo tiene más fácil porque sabe que que no puede hacer nada con el PSOE sin fiarse a los nacionalismos, tanto los externos a Podemos como los internos. Si PSOE, Podemos e IU hubiesen obtenido en conjunto una mayoría absoluta, hoy escribiría aquí defendiendo una alianza entre ambos, y argumentando la necesidad de que Pablo Iglesias respaldase a los socialistas a cambio de concesiones regeneradoras. Sus abonados se habrían sentido muy decepcionados, sin duda, pero habría sido la decisión correcta.

Albert Rivera no está pensando en la imagen de su partido al proponer un gran pacto de gobierno. Lo está poniendo al servicio del país. Porque el PP y el PSOE no necesitan más votos de los que tienen para gobernar, pero sí necesitan más legitimidad de la que han acumulado: no deberían permitir que salga un Gobierno únicamente del llamado PPSOE. Digo más: si Podemos estuviese pensando en algo más que en su futuro, también se ofrecería a formar parte de un Gobierno de unidad nacional. Por supuesto, no lo hará, porque sabe que muchos votantes del PSOE no perdonarán una alianza con su enemigo natural y que podrán capitalizarlo en futuras convocatorias. En realidad están dando gracias porque PSOE y ellos no sacasen suficientes diputados por su cuenta como para gobernar, porque ahí habrían sido ellos los hipócritas y los incoherentes. Ahora pueden jugar a la gran alianza de izquierdas sabiendo que unirse a ERC o a otros grupos independentistas cuya factura por sus servicios está muy clara es simplemente inaceptable para el PSOE y sus bases. 


En la portada de El Jueves, el mismo semanario humorístico que forzó la huída de muchos de sus mejores dibujantes por la censura, plasman hoy una portada en la que Rivera aparece como un camaleón dispuesto a cambiar de color para beneficiar a unos y otros. El dibujante Ferrán Martín tiene una viñeta en la que ‘Naranjito’ se convierte en ‘Bisagrito’. No tengo nada contra los camaleones ni contra las bisagras. Los primeros son capaces de adaptarse ante el cambio, sin las segundas las puertas serían paredes con ranuras. Y ahora, más que nunca, nos hacen falta partidos más flexibles y que se abran muchas puertas. Para ventilar el olor a mierda, sobre todo.

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