Lo anuncié ayer: Mariano Rajoy se había encerrado por la mañana para analizar el 24M con Pedro Arriola, y eso deja inevitables secuelas en alguien tan asténico y predispuesto a que le timen como el Presidente, si el engaño es de su gusto. Enseguida se dejó convencer por el astuto manipulador sevillano de soltar en rueda de prensa (¡él, en rueda de prensa, con la alergia que le provocan!) tres completos despropósitos, si consideramos que la víspera un elevado porcentaje españoles le habían dejado los glúteos marcados por un patadón de los que hacen época y anunciado un cambio de tendencia perceptible hasta para los más obtusos. Muchos de ellos llevaron al PP, hace menos de cuatro años, a casi monopolizar el poder municipal y regional y a la mayoría absoluta en las generales.

Resumo los disparates:

  1. No hará cambios en el Partido ni en el Gobierno, con lo que seguirán en el machito los mismos centenares de saqueadores que han sangrado un país en crisis existencial, con el único apercibimiento, dicho seguramente en tono amable y familiar, de que durante estos meses disimulen mejor y hasta contengan algo su irresistible querencia a meter la mano en el peculio público.
  2. En noviembre, arrepentidos de su error del domingo y seducidos por el salto de gigante en lo económico y social que España dará de aquí a entonces, los electores volverán al redil para proporcionarle otros cuatro años de mandato.

Y C) Por más que ha mirado alrededor para buscar con ansia una posible alternativa, su conclusión es que nadie puede disputarle la etiqueta de mejor candidato posible a la Presidencia.

Son unos delirios de tal calibre que me parece estar viendo crecer los colmillos de Albert Rivera, al que van poniendo una alfombra roja delante para que en 2016 se lance a encabezar una derecha joven y puesta al día que arrastrará consigo al sector del PP, supongo que inmensamente mayoritario, no contaminado de marianismo ni sujeto a barones trasnochados o reducidos a cenizas, por tan abrasados que han salido de la hoguera colectiva que el país ha hecho con ellos el pasado Día del Señor.

Hoy por hoy, y por mucho que me prevenga de que sea humilde en mis opiniones, no puedo evitar pronunciarme de forma tajante: los Rajoy, Aguirre, Fabra, Núñez Feijoó, Monago, Barberá y un larguísimo etcétera, no tienen ni la menor posibilidad de recuperar crédito e imagen para que los ciudadanos escuchen en noviembre sus peticiones de apoyo. Aunque se pasen el otoño que viene agitando el espantajo del miedo a la presunta amenaza atroz de la Nueva Izquierda que se está formando.

En los próximos meses, asistiremos a una estrategia administrativa de ese gauchismo estampillada por la moderación, con algunas actuaciones puntuales (léase protección de desahuciados y cacería al corrupto, por ejemplo) destinadas a que sus bases no se decepcionen en exceso al percibir que el éxito logrado no significa una revolución. Ni soñar debe el PP que su aireada pata chavista, totalitaria e irracional, asome a la luz pública. Esas acciones puntuales que cito, lejos de espantar al español medio, llevará más caudales de agua a los molinos izquierdistas, coincidiendo con una parálisis artrítica del aparato pepero tanto regional como nacional, con muchos de sus miembros desmotivados y buscándose la vida en el mercado laboral.

Estamos en la Unión Europea, no en América Latina

Verán ustedes cómo Pablo Iglesias y su cada vez más amplio equipo de colaboradores dedican los próximos meses a demostrar un razonable nivel de entendimiento con la izquierda moderada, digamos el PSOE, con la sana intención de que la propia dinámica social les permita repetir en su target lo que Rivera ya tiene de seguro en marcha en el propio: la OPA destinada a absorberlos en 2016. ¿O acaso nadie se ha enterado de lo dicho hace poco por uno de los más importantes banqueros del país de que el mundo financiero no tendrá problemas en entenderse con Podemos?

Estamos en la Unión Europea, no en América Latina, y esos chicos criados en las aulas de la Complutense están demostrando una camaleónica capacidad de evolucionar y adaptarse que es de tontos ignorar. Parece evidente por su innegable cultura que, además de a Gramsci y otros profetas de un cierto marxismo, ellos sí han leído a Lampedusa, y conocen la eficacia del gatopardismo utilizado desde el poder con sabiduría. El lunes, cuando escucharon a Rajoy exponer su falta de planes para atajar la gangrena del 24M, tuvieron que desternillarse de risa al verificar que el todavía Presidente o no conoce o no ha tomado en consideración la sentencia irrefutable de que algo hay que cambiar para que todo siga igual. Es cínico (en el sentido torticero de la palabra), pero también una verdad irrefutable en la mercadotecnia política.

Dicen que estas elecciones, contra lo que se especulaba, no han significado el fin el bipartidismo. Sospecho lo contrario. Aunque también creo que en un lustro, como máximo, el bipartidismo como esquema de poder gozará otra vez de una excelente salud. Sólo que no estará protagonizado por los clásicos: PP y PSOE. Otros ocuparán su lugar.

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