Las dos facciones en que se ha dividido el socialismo enconan sus posturas y alejan la posibilidad de un armisticio. Díaz se pone a la vanguardia de los críticos con un Sánchez decidido a llevar hasta el final sus planes. El grupo parlamentario del PSOE también se parte en dos, lo que alimenta la especulación sobre un posible entendimiento de los díscolos con el PP para que gobierne Rajoy.

El PSOE está partido en dos y la guerra civil que se desató el miércoles afecta a todos los órganos y niveles de la formación. El grupo parlamentario no es una excepción. Los 84 diputados que componen la bancada socialista -el representante de Nueva Canarias, Pedro Quevedo, se integró en el Mixto al inicio de la legislatura- también están fragmentados entre partidarios y detractores de Pedro Sánchez, lo que ha desatado la especulación sobre un hipotético pacto de los críticos con el PP para permitir la reelección de Mariano Rajoy. La operación permitiría desbloquear el país, alejaría el fantasma de las terceras elecciones y demostraría que Sánchez no es en la práctica el líder del partido. O al menos no controla a una parte nuclear del socialismo.

¿Puede producirse tal maniobra? Lo cierto es que es difícil de imaginar, aunque entre en el terreno de lo posible. La guerra socialista deriva de la crisis de liderazgo de un Sánchez que acumula seis desastres electorales consecutivos, aunque son manifiestas y no precisamente poco importantes las discrepancias sobre la estrategia del secretario general -‘no’ a Rajoy e intentar una alternativa de Gobierno-. Pocos han recelado en público del primer punto -que avaló el Comité Federal del 9 de julio-, pero casi todos los críticos se han opuesto a tratar de formar Ejecutivo con un grupo tan exiguo. Las disensiones lastraban la labor de un Sánchez que trató de cortar por lo sano y lanzar un proceso interno para revalidar su liderazgo en tres semanas. De ese modo, tendría manos libres para negociar con otros partidos su investidura y se aseguraría la permanencia en la secretaría general por largo tiempo, independientemente de lo que ocurriera en unas hipotéticas terceras generales.

Se espera que el Rey convoque una nueva ronda de consultas con los líderes a lo largo del mes de octubre

Para frustrar ese plan, los críticos promovieron en bloque la dimisión de 17 dirigentes, creyendo que eso haría caer automáticamente a toda la Ejecutiva. Sánchez hace otra interpretación de los estatutos, sigue al frente y mantiene el calendario interno, cambiando el 39 Congreso Federal que quería convocar en diciembre por uno extraordinario para noviembre. La disputa está absolutamente enconada y parece irreconducible. Solo los tribunales o un improbable armisticio en el Comité Federal de este sábado pueden ponerle fin. Mientras tanto, la actividad en el Parlamento seguirá, el Rey tiene la capacidad de convocar nueva ronda de consultas y el PP la posibilidad de acercarse a los críticos para sondear un intento de investidura.

Entre los díscolos que son diputados figuran dos de los dimitidos de la Ejecutiva -la jienense Micaela Navarro y el sevillano Antonio Pradas-, y un buen puñado más de distanciados con Sánchez, desde el vasco Eduardo Madina al manchego José María Barreda. Este último es de los pocos socialistas que ha apostado sin cortapisas por negociar la abstención ante Rajoy. “No es más socialista el que más se opone, sino el que más consigue”, esgrime para defender una postura que en julio también adoptó el presidente de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, y que han avalado miembros de la vieja guardia, empezando por Felipe González. ¿Suficiente como para dibujar una reelección de Rajoy en octubre? Muy probablemente no.

Once diputados del PSOE criticaron el plan de Sánchez en la reunión que el grupo socialista mantuvo el martes

El grupo socialista celebró el martes en el Congreso una reunión importante, en la que se abordó el plan propuesto por Sánchez la víspera. La cita se alargó por la gran cantidad de palabras pedidas y hubo de suspenderse sin que hablaran todos los que querían hacerlo porque empezaba el pleno en el hemiciclo. En total intervinieron 15 diputados, once de los cuales criticaron firmemente la línea de Ferraz: cinco andaluces -Antonio Pradas, Miguel Ángel Heredia, Salvador de la Encina, Elvira Ramón y José Andrés Torres Mora-, dos castellanomanchegos -José María Barreda y Pablo Bellido-, dos vascos -Eduardo Madina y Odón Elorza-, un extremeño -Ignacio Sánchez Amor- y un valenciano -Cipriá Císcar-. Solo cuatro intervinieron para defender a su líder -Rafael Simancas, Jesús Fernández, Pere Joan Pons y Patxi López- y en el caso del exlehendakari explican fuentes socialistas que no lo hizo con gran énfasis, sino para mediar en el conflicto interno que comenzaba a tomar forma.

Que Sánchez no cuenta con la confianza de buena parte del grupo socialista es evidente, pero de ahí a colegir que el enfrentamiento puede acabar en un pacto de los críticos con el PP para asestarle otro golpe media un mundo. Para empezar, implicaría validar el relato de Ferraz, según el cual toda esta batalla nace porque los barones y otros cuadros quieren una abstención ante Rajoy que no se atreven a defender en los órganos pertinentes. Pero es que además el líder del PP ha aseverado que el único interlocutor que reconoce en el PSOE es el secretario general, rechazando negociar con nadie que no sea él. Se hace difícil que el presidente del Gobierno vaya a intentar una investidura aprovechando en beneficio propio la guerra civil del socialismo, al igual que cuesta ver al Rey proponiendo a un candidato cuyas posibilidades nacen de un acuerdo así.

Otro escenario se abriría si en el PSOE se impusiera una gestora. Con Sánchez abandonando y el partido en interinidad, los socialistas podrían abstenerse colegiadamente para tratar de rearmarse en la oposición. Es el plan que los ‘sanchistas’ imputan a Susana Díaz y el resto de críticos, afeando que busquen un voto “vergonzante” para que gobierne Rajoy y luego, en primavera de 2017 y con el partido “en cenizas”, promover “el advenimiento de la salvadora” (Díaz). Las palabras son del alcalde de Valladolid, Óscar Puente, que se mantiene fiel al líder, pero expresan el convencimiento de toda su corriente: la presidenta andaluza ha liderado este movimiento con la esperanza de afrontar en unos meses un Congreso Federal sin rivales, tras permitir la permanencia de los populares en el poder. Díaz se limitó este jueves, en su primera comparecencia tras el estallido de la guerra, a manifestar sobre el futuro del PSOE que «todas las soluciones son malas» y ofrecer al socialismo andaluz como instrumento para «coser» a una formación en estado de combustión.

La vía de la gestora no se abrirá salvo que los críticos acudan a la justicia ordinaria y esta les dé la razón en tiempo récord, porque lo que queda de aparato está dispuesto a todo menos a satisfacer las demandas de los díscolos. El PSOE se encamina a un Comité Federal el sábado del que Sánchez aspira a salir con su hoja de ruta aprobada y ante el que los críticos deben decidir qué hacer. Varios de los que han renunciado a la Ejecutiva ya no podrán asistir porque han perdido el derecho a hacerlo, aunque las fuerzas de ambas corrientes permanecen igualadas casi al 50%. Votar el plan de Sánchez sería asumir que tiene la capacidad de dirigir el debate en el partido -cosa que en teoría le niegan-; no hacerlo, arriesgarse a que el calendario salga adelante y la justicia lo valide, en el caso de que el asunto llegue hasta allí. Continuará.

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