Bruselas.

Los ministros de Economía de la Eurozona no fueron capaces ayer de cerrar un acuerdo para comenzar las negociaciones de un tercer rescate para Grecia. Volvieron a concluir sin ninguna decisión y hoy volverán a reunirse por la mañana, en una previa a la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de los Veintiocho. El presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, ya auguraba desde su llegada que sería un Eurogrupo «complicado» y «difícil». Principalmente porque no iba a ser fácil encontrar unanimidad para dar luz verde al rescate, y si no la hay es necesario trabajar en un escenario de urgencia donde se reúna el 85% de los votos.

Un rescate a través del MEDE (Mecanismo Europeo de Estabilidad) así lo permitiría, pero Alemania sola podría ejercer su derecho de veto y bloquear un acuerdo para Grecia, ya que el peso de cada país en el voto va ligado a sus aportaciones. Su postura en esta ocasión, como siempre, vuelve a ser fundamental. Todos los ojos estarán puestos hoy en la canciller alemana, Angela Merkel. 

Si se alía con quien es su compañero habitual de reuniones bilaterales, el presidente francés François Hollande, se podría hablar de un acuerdo mañana mismo. El resto de países más críticos con Grecia no llegan a sumar el 15% de votos necesario para parar el tercer rescate. Berlín, sin embargo, en solitario cuenta con el 26,9%.

Esta será la clave de hoy, que tendrán que resolver previamente los ministros. Cómo podría salir adelante un acuerdo con Grecia sin que sea por unanimidad. Pero además de conseguir los apoyos necesarios, el Gobierno de Atenas tendría que aceptar más medidas que los ministros han estado trabajando para «mejorar» los compromisos del primer ministro, Alexis Tsipras. No ha sido suficiente que el Ejecutivo de Syriza claudicara y aceptara más ajustes de los que se habían planteado antes del referéndum. Europa parece insaciable.

«Hemos discutido sobre la credibilidad y la confianza, y también sobre temas financieros pero no hemos concluido y continuaremos por la mañana», señalaba el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, a la salida del Eurogrupo. Apenas un par de frases para insistir en que las negociaciones fueron y serán difíciles, pero que el trabajo «continúa».

Por el momento, las instituciones elaboraron un informe en el que cifraron en 81.700 millones de euros las necesidades financieras del país, de los que solamente se cuentan con 7.700 millones que ya existen derivados de los beneficios generados por el Banco Central Europeo (BCE) de programas anteriores. El gap, por lo tanto, es de 74.000 millones de euros. Del total, 25.000 millones irían a parar a la recapitalizar la banca, otros 33.800 millones a amortizaciones y 17.800 millones al pago de intereses.

Con los números sobre la mesa, los líderes se enfrentan además a otro de los puntos, si cabe más importante, que ha dificultado el acuerdo con Grecia: la confianza en Tsipras. Destruida después de que el primer ministro se levantara de la mesa de las negociaciones y convocara un referéndum cinco días después de que concluyera su programa de rescate, dificulta aún más cualquier tipo de avance.

Los socios europeos no confían en la palabra de Tsipras. Tanto es así que pedirán la aprobación de la legislación necesaria para implementar las reformas antes de que se vaya a realizar ningún desembolso. Atenas ya dijo que implementaría las reformas de forma inmediata, pero algunos de los ministros ayer pedían que concretase esa inmediatez y aprobara lo necesario en dos semanas. 

Intrasigentes con Grecia.

La línea dura contra Grecia cogió fuerza en la eurozona según iban avanzando la semana. Alemania, Finlandia, Lituana, Eslovaquia, Estonia y Eslovenia tenían clara su postura. Desde el principio se sabía que darían la batalla, pero no con tanta crueldad después de que Grecia aceptara más reformas de las que se le habían solicitado antes del referéndum.

La rendición de Tsipras no es suficiente para estos socios. Su voluntad siempre ha sido la de no seguir por la vía de las negociaciones si eso suponía que Grecia no iba a presentar medidas con fundamento para seguir dentro de la zona euro. Su mensaje se alineaba más bien con imponer un Grexit sin miedo alguno.

Entre las posturas más radicales, además de Finlandia, destaca Eslovaquia. Su ministro de Finanzas, Peter Kažimír, ha sido uno de los grandes escépticos para encontrar un acuerdo con Grecia. Siempre cerca de su homólogo alemán, Wolfgang Schaeuble, no ha dudado en afirmar que su país no tiene por qué pagar las consecuencias de que otro socio no cumpla con sus deberes. Ya hay frases célebres de este ministro, que no dejan indiferente a quien las oye. «¡Qué rápido se puede transformar una oruga en mariposa!», llegaba a afirmar ante el cambio de actitud de Tsipras. 

En un artículo de opinión publicado en el Financial Times, el ministro recordaba las reformas que han emprendido países que han podido vivir una situación similar a la griega. «Los Bálticos, los ibéricos, Irlanda y Eslovaquia muestran que incluso pequeños países de la periferia geográfica de la eurozona pueden reformas sus economías y racionalizar sus presupuestos. Como nosotros, los líderes de Grecia deben ser valientes y honestos con sus ciudadanos también», escribió el ministro.

Precisamente son los países más difíciles de convencer para Atenas quienes tendrán que pasar por sus parlamentos nacionales el acuerdo con Grecia. Alemania, Holanda, Austria, Eslovaquia, Estonia y Finlandia son los socios europeos que necesitan aprobarlo por esta vía. 

Finlandia vuelve a jugarla.

La actitud de Finlandia en el rescate de Grecia traía ayer a la memoria su postura en el rescate a la banca en España. La misma dureza. Hace tres años, la entonces ministra de Finanzas finlandesa, Jutta Urpilainen, era la encargada de anunciar el acuerdo con España por el que se ofrecían a Helsinki 770 millones de euros en efectivo como garantía. Este aval cubría el 40% de la contribución de Finlandia al préstamo a la banca, procedentes del Fondo de Garantía de Depósitos (FGD) que prefinancian bancos y cajas.

El objetivo de esta garantía no era otro que «minimizar el riesgo para los contribuyentes finlandeses del rescate español», informaba entonces Europa Press. El dinero se iba pagando en una cuenta finlandesa en función se iban desembolsando los diferentes tramos del rescate. El acuerdo con Finlandia fue el último obstáculo para que se aprobara el préstamo. 

Helsinki fue de hecho la única capital que pidió avales como condición para participar en el rescate bancario español. El Eurogrupo en aquel entonces lo presidía Jean-Claude Juncker, actual presidente de la Comisión Europea, que ayer era testigo por partida doble de las jugadas finlandesas. Ayer, el país confirmaba que daría un `no´al tercer rescate para Grecia.

 

Foto: Partido Popular Europeo en Flickr

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