Eugeni Gay defiende en Madrid la “tercera vía” con la que una asociación afín a los socialistas pretende mediar en el conflicto territorial. Su convicción de que Cataluña es una nación le llevó a desmarcarse de la sentencia que tumbó parte de la reforma estatutaria en 2010.

La izquierda se mueve incómoda en el debate identitario que sacude Cataluña. La coalición que engloba a Podemos e ICV está siendo incapaz de imponer el discurso social en la agenda, mientras los socialistas tienen dificultades para vender sus llamamientos al diálogo como solución intermedia a la deriva de Artur Mas y a lo que ellos perciben como inmovilismo del Gobierno central. La sociedad aparece cada vez más polarizada, beneficiando posturas sin aristas como las de Ciudadanos y la candidatura independentista Junts pel Sí. En medio queda, atrapado y en retroceso, el resto.

Sin embargo, PSC y PSOE no se resignan y gastan sus últimas balas para tratar de no caer en la marginalidad el 27-S. Ayer, a apenas 48 horas del inicio de la campaña, apadrinaron la presentación en Madrid de Tercera Vía, la asociación catalana nacida en 2013 para defender una solución al enfrentamiento Mas-Rajoy idéntica a la plasmada por los socialistas en su Declaración de Granada: negociar un nuevo encaje de Cataluña que aumente el autogobierno evitando la secesión.

Prácticamente todo el que es o ha sido alguien en Ferraz en los últimos lustros acudió a la cita, excepción hecha de un Zapatero muy distanciado de la actual dirección. Pedro Sánchez, Felipe González, Joaquín Almunia, Alfredo Pérez Rubalcaba, Rodolfo Ares, Pere Navarro, Óscar López, Antonio Hernando, Jaime Lissavetzky, Diego López Garrido, Meritxell Batet, Patxi López o Ángel Gabilondo fueron algunos de los que acudieron a escuchar a Eugeni Gay, gran protagonista del evento.

El exmagistrado del Tribunal Constitucional -designado a propuesta de CiU, se alineaba con el bloque progresista del órgano- fue la figura elegida por la asociación que preside Mario Romeo para exponer sus tesis, una jugada simbólica que supone una nueva vuelta de tuerca al aislamiento que está sufriendo el proyecto de Mas y Oriol Junqueras. A la presión de los empresarios y los líderes internacionales se une ahora el distanciamiento de figuras como la de Gay, el jurista que en 2010 defendió en el TC la categoría de “nación” de Cataluña. Crítico con el “aventurerismo” de Mas, acudió gustoso a la invitación para recordar que hay alternativas ante quienes “quieren levantar fronteras”. 

El abogado no ha cambiado de convicciones -“¿alguien puede decir seriamente que Cataluña no es una nación?”, proclamó-, pero no le duelen prendas en pedir que se cumpla “la legalidad vigente”, en reconocerse “español” y en defender que lo “mejor para todos” es continuar construyendo un “proyecto común”. Gay mostró su “convencimiento absoluto” de que Castilla y Cataluña han construido de la mano “uno de los países más fuertes de la Europa moderna y del Renacimiento”, se trata de “dos naciones que han fundado un Estado del que nos sentimos contentos”. Acabar ahora con esa comunión tan productiva, argumentó, sería “tirar por la borda una historia extraordinaria”.

Los nacionalismos son «nefastos»

El jurista, que reivindicó su independencia política -“nunca he sido de ningún partido, aunque los respeto todos”-, lamentó el crecimiento de un “sentimiento antiespañol profundo” en Cataluña y de un sentimiento “anticatalán profundo” en el resto de España, como consecuencia de las “malas prácticas políticas” de unos y otros. Recetó “diálogo” como solución, aunque no hizo una cerrada defensa en favor de la reforma constitucional. Esta quizá sea “inevitable” a medio plazo, pero la crisis puede salvarse con un desarrollo ambicioso de la Carta Magna. “Aún nos queda mucho por hacer, darle pleno contenido a nuestra Constitución”.

Gay se refirió con dureza a lo “nefastos que son los nacionalismos”, máxime cuando unas “pocas personas lo manejan y lo dirigen” hasta convertir a “grupos y partidos que no han sido nacionalistas en nacionalistas”. Tragedias como el nazismo o el bolchevismo, continuó, se originaron con “la fijación en una idea absurda que antepone el pueblo, la nación, a la persona”.

El ideólogo de C’s, Francesc de Carreras, y el expresidente del Consejo de Estado, Francisco Rubio Llorente, estuvieron entre el público

Las soluciones ofrecidas por el jurista resultaron menos audaces y originales de lo esperado. Pidió “ser conscientes de que somos un país plurinacional, plurilingüe, pluricultural”, debatir una reforma del “sistema de financiación” autonómico y otra “del Senado”, pero su discurso estuvo vertebrado principalmente por llamadas al diálogo. El cambio de la Carta Magna que es bandera del socialismo le parece “menos importante que el cumplimiento de la Constitución Española y el desarrollo de la misma”.

Con la “esperanza absoluta de que España superará este problema” y la vindicación de los “millones que no están ni estamos por la independencia y sí por el respeto de la legalidad vigente y de su transformación”, se despidió entre aplausos. Juristas como el expresidente del Consejo de Estado, Francisco Rubio Llorente, o el ideólogo de Ciudadanos, Francesc de Carreras, también acudieron a una cita que González aprovechó para desmentir que haya defendido el reconocimiento de la nación catalana y Sánchez para recordar que «los independentistas no son los dueños del reloj del tiempo, hay tiempo de sobra para llegar a acuerdos, para sentarse a hablar y dialogar».

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