Ayuso en una imagen de archivo

Un año más, miles de mujeres se han echado a la calle para reivindicar sus derechos el 8M. En medio de la ola reaccionaria que nos invade (la mitad de los españoles cree que “hay una presión excesiva del feminismo en la sociedad”), las mujeres de este país se han mostrado más valientes que nunca y más dispuestas si cabe a no dar un solo paso atrás. Lejos de amainar o perder fuelle, y pese a las divisiones y fracturas internas, el movimiento por la igualdad de la mujer demuestra una salud férrea y más fortaleza que nunca.

Era un día para la fiesta y la denuncia social, para la reivindicación y la lucha, pero tenía que salir ELLA, la ideóloga de baja estofa, la intelectuala del paletismo, la cuñada de barra de bar, a ensuciarlo todo con una de esas infames declaraciones nacionalpopulistas que suele soltar de cuando en cuando solo con un objetivo o afán: generar polémica y abrir los telediarios. Isabel Díaz Ayuso, quién iba a ser si no. Su función como presidenta madrileña no era complicada en una jornada como la de ayer: bastaba con que se hubiese limitado a hacer una declaración institucional mostrando su apoyo a la causa y poniéndose al lado del feminismo, no solo porque es la máxima representante de una comunidad autónoma como Madrid que debería dar ejemplo de respeto a los derechos humanos, sino por su propia condición de mujer supuestamente concienciada con los abusos e injusticias del patriarcado. Políticas y mandatarias de primera fila de la derecha europea se suman cada año a esa tarea, por el 8M, sin que se les caigan los anillos ni se las tome por peligrosas bolcheviques. Pero no. Una vez más, Ayuso decidió convertirse en protagonista exclusiva de la función, robándole el día a esa víctima silenciosa de la violación o de la violencia machista, a esa mujer explotada que no gana lo suficiente para mantener a sus hijos, a esa joven que se ve en el trance de tener que abortar o de irse al extranjero porque aquí no encuentra un empleo digno. Para eso está el 8M, para alzar la voz y exigir justicia social, pero por lo visto Ayuso había recibido la consigna de MAR para que se dejara de palabras hermosas y nobles y soltara cualquier burrada o estupidez. Lo importante no eran los problemas seculares de la mujer, sino ELLA y lo que representa, que no es más que el franquismo rancio de toda la vida.

El asesor debió decirle a la pupila que se bajase al barro para refocilarse en lo más bajo y ella cumplió el papel fielmente como una alumna disciplinada. “No sé cuál es el día del hombre para hablar de todo esto”, espetó la jefa del Ejecutivo regional, probablemente sin caer en la cuenta de que estaba haciendo un espantoso ridículo internacional. Un día del hombre. Un día del macho ibérico. Un día de exaltación de la masculinidad, la testosterona y el par de huevos. Y se quedó tan pancha. Mira que ha dicho memeces esta mujer a lo largo de su carrera política tan corta y exitosa como triste y decadente. El listón estaba muy elevado para ser superado, pero IDA siempre tiene una declaración trumpizada en la chistera capaz de superar la necedad o animalada del día anterior.

A la señora presidenta habría que decirle que un día del hombre no tiene ningún sentido, entre otras cosas porque todos los días son el día del hombre, el día del auténtico dueño y señor de este planeta, el día del heredero del paraíso terrenal pleno de privilegios y placeres. La lideresa castiza debería saber que muchas mujeres permanecen calladas todo el año y ni siquiera cuando llega el 8M pueden hablar con entera libertad para expresar lo que piensan, lo que sienten, lo que llevan dentro. Y no pueden hacerlo sencillamente porque, si lo hacen, el santo las mata de un hostión o de una puñalada trapera, porque el jefe las echa del trabajo o les recorta el salario (siempre la mitad que el del varón) o porque la sociedad misma las estigmatiza colgándoles sambenitos como el de abortista, madre soltera, trans, lesbiana o prosti. Son muchas las situaciones penosas por las que atraviesan las mujeres, aunque ELLA, la señora presidenta, no se entere porque vive recluida en su despacho imperial, lejos de la realidad de la calle y enfrascada en los juegos, bulos y montajes que le va preparando MAR para fastidiar a Sánchez. Aunque quizá, bien mirado, ese aislamiento no sea el peor, ya que hay otras reclusiones y estrecheces mentales mucho más perjudiciales, como estar encerrada en el fanatismo patriotero, en el prejuicio y en el odio cainita y permanente contra la izquierda.

Ayer era el día perfecto para denunciar la violencia machista (ella ya habla de violencia intrafamiliar, como un machirulo más), para exigir el final de la discriminación salarial y sexual, para reclamar condiciones laborales y familiares dignas. En definitiva, para solidarizarse con las demás mujeres, un colectivo del que ella forma parte, aunque escuchándola hablar parezca el peor de los hombres. El lenguaje de Ayuso es de tío tabernario con aliento a tintorro que llega a casa por la noche dando tumbos y amenazando porque la sopa está fría. No hizo bien Pedro Sánchez en entrar en el cuerpo a cuerpo contra alguien que no da la talla intelectual con ese discurso que ni es discurso ni es nada, solo una broma pesada, una patochada más para ganar votos entre los rencorosos divorciados y frustrados maltratadores que la ven como su verdadera heroína (que ya es triste). Cada vez que pone a su altura a la muñeca chochona, el presidente del Gobierno le está haciendo propaganda gratis a la diva. Hay que dejarla sola con sus memeces, no hace falta entrar al debate con cada ocurrencia. Ya se denigra ella solita.

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