La batalla por el voto de centro derecha es la más decisiva e interesante que se abre ante las generales del 26 de junio. Así lo reflejan no solo los movimientos estratégicos de PP y Ciudadanos -cuyos ataques cruzados llevan tiempo intensificándose-, sino también los estudios de opinión. El más relevante de todos, el barómetro postelectoral del CIS, fue difundido este martes tras cuatro meses de trabajo sobre una muestra diseñada para cerca de 8.000 entrevistas. Las conclusiones que arroja el sondeo son muchas y muy variadas, destacando los altos niveles de porosidad que presenta la frontera PP-C’s.

Entre esos dos partidos dudó hasta última hora cerca del 12% de los 10’7 millones de votantes que obtuvieron juntos (7’2 los populares; 3’5 los naranjas), lo que podría considerarse la bolsa del centro derecha. Más de 1’2 millones de esas personas decidieron su voto a última hora: 400.000 se decantaron por Albert Rivera y 800.000 por Mariano Rajoy. Ante el 26-J, con un escenario igual de volátil y convulso que el de finales de 2015, esa correlación de fuerzas vuelve a ponerse en juego. Con el añadido de la guerra de relatos sobre las negociaciones de estos meses.

1’2 millones de personas dudó hasta el final si votar a Rajoy o a Rivera en las últimas generales

Según el CIS, el 19’9% del censo dudó entre varias formaciones o coaliciones políticas ante la cita del 20-D. Tras PP-Ciudadanos, el mayor titubeo se produjo entre PSOE y Podemos (el 11’6% de los 7’2 millones de indecisos, unos 842.000) y entre PSOE y Ciudadanos (el 9’6%, unos 700.000). La formación naranja es la que tiene el electorado menos sólido, ya que solo el 62’5% de sus votantes había decidido de antemano lo que haría el 20-D. Una cifra que mejora el resto de formaciones: 65% en el caso de Podemos, 76’9% en el del PSOE y 80’2% en el del PP.

Estos datos explican la estrategia de Génova, que no solo ha redoblado las críticas al partido de Rivera, sino que también ha anunciado que lo seguirá haciendo próximamente. El vicesecretario de Comunicación, Pablo Casado, aseguró la semana pasada que es “perfectamente compatible” destacar las contradicciones o fallos de Ciudadanos con buscar su apoyo tras la próxima cita con las urnas. En su opinión, el “debate político” propio de la campaña y precampaña no implica volar “la puerta y los puentes”, que seguirán estando “abiertos” para negociar con Rivera y con el PSOE una vez pasen las generales.

Casado hizo estas declaraciones después de que Rajoy hubiera criticado duramente a Ciudadanos el fin de semana. El presidente del Gobierno en funciones llegó a decir en un acto en Córdoba que Rivera “está entregado al PSOE”, en referencia al pacto de legislatura que el líder emergente y Pedro Sánchez firmaron en febrero. Desde que las nuevas elecciones se vislumbraron como inevitables, el PP no ha hecho sino aumentar sus críticas al partido naranja por ese acuerdo y la defensa a ultranza que hizo del mismo, una circunstancia que en la práctica imposibilitó a Rajoy cualquier intento por ser investido.

Este martes, durante la reunión de su Comité Ejecutivo, el líder del PP insistió en que la línea se mantendrá, indicando gráficamente que “las elecciones no son para hacer amigos”. Casi a la vez que el Rey disolvía las Cortes y se iniciaba así la precampaña, Rajoy alentaba a los suyos para que marquen distancias con Ciudadanos –“los adversarios son los adversarios”, “los amigos hay que hacerlos entre los electores”- y presenten al PP como la única opción viable en el centro derecha.

El PP redobla sus ataques a Ciudadanos y avisa de que «las elecciones no son para hacer amigos»

Una actitud que avala la radiografía socioelectoral del CIS y que no gusta nada en Ciudadanos. Rivera, que intenta hacer de su posibilismo y talante pactista su mejor arma, lamentó que el PP considere “enemigo” a su partido, en lugar de otorgar esa categoría a las que según él son las grandes amenazas de la democracia española: “el populismo y el separatismo”. El líder naranja recordó los pactos que C’s y los populares han logrado en numerosas capitales y autonomías y también le afeó la contradicción de abogar por la gran coalición PP-PSOE y criminalizar a Ciudadanos por entenderse con Sánchez. Asimismo, le avisó de que ganar las elecciones no implica ser el único legitimado para gobernar, puesto que “en un sistema parlamentario” quien se lleva el gato al agua es aquel capaz de “convencer a la mayoría” de la Cámara.

Rivera eludió desacreditar personalmente al líder y candidato del PP -“esto no va de apellidos, sino de reformas”-, pese a dejar claro que no podrá gobernar quien “no sepa sumar ni dialogar”. Un tono más contenido que el que empleó, por ejemplo, en la sesión de investidura de Sánchez, cuando pidió al PP “un solo motivo” para apoyar a su presidente y reclamó “valentía” al grupo popular para renovar su liderazgo. Poner a Rajoy en la diana de las críticas es algo recurrente en Ciudadanos -María Dolores de Cospedal calificó ayer como «insultos» esos ataques-, que busca así la empatía de los electores de centro derecha descontentos con el actual presidente.

Una estrategia encaminada a consolidar los 3’5 millones de votos de diciembre, que C’s está en disposición de aumentar según todas las encuestas. Y ello pese a que según el CIS solo 2’2 millones lo tenían claro y el resto (36%) se debatió entre la papeleta naranja, las de otras fuerzas políticas, la abstención, el voto nulo y el voto en blanco. Como ha quedado dicho, 400.000 pensaron hasta el final si apoyar al PP. Además, otros 265.000 contemplaron la opción del PSOE y 131.000 la de Podemos. Muchos frentes abiertos que son consecuencia de la posición centrista que cultiva Rivera y en la que basa todo su proyecto.

Es la misma circunstancia que el PP tratará de explotar para descartar a C’s como opción para el electorado que tradicionalmente votó a los populares. El estudio del CIS refleja la situación que se planteó ante las generales de diciembre, pero no tiene en cuenta las negociaciones postelectorales, donde el hecho más relevante ha sido el pacto Sánchez-Rivera que para Génova es una enmienda completa a la gestión de Rajoy y la prueba de que C’s no es alternativa para el nicho liberal-conservador cuyo apoyo pretende.

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