Las cableras regionales del norte de España Euskaltel, R y Telecable, que suman 685 millones anuales en facturación y cerca de 850.000 clientes, están preparando un proceso de consolidación del que saldrá una empresa integrada, saneada y lista para ser absorbida por Vodafone.

Al ritmo al que está avanzando el proceso, mil veces predicho por Ignacio del Castillo en Expansión, puede que de aquí al año que viene las tres compañías estén ya fusionadas y envueltas en papel de regalo con un lazo rojo gigante para que la británica se sienta tentada para comprar. Si no en 2016, sí cuando haya terminado de digerir Ono. 

Por supuesto, es algo que no va a suceder de improviso. Hace falta mucho trabajo previo. Buena parte del mismo comenzó con la salida a Bolsa de Euskaltel, una operación en la que los fontos Investindustrial y Trilantic se forraron, entre las plusvalías de una participación del 48,1% que compraron en 2012 por 300 millones, y el megadividendo que se repartieron los accionistas del grupo antes de la salida a Bolsa, préstamo incluido.
 
Con Kutxabank como único gran accionista de referencia de la cablera vasca, comienza el baile. Euskaltel tiene vocación compradora, y sinergias tecnológicas que aprovechar con Telecable, la cablera asturiana, que ha puesto como fecha límite el 24 de julio para presentar ofertas vinculantes para una posible adquisición. Esta fecha, como publica Expansión, se ha visto retrasada precisamente porque el fondo que controla Telecable, Carlyle, no quería dejar a Euskaltel sin la posibilidad de entrar en la puja y generar así una guerra de ofertas con CVC, que a su vez controla la gallega R.
 
Pero lo más importante es que, compre quien compre, el resultado va a ser exactamente el mismo, por la propiedad conmutativa de las fusiones del cable regional. Si Euskaltel compra Telecable, quizá comprará la participación de CVC en R. Si R compra la asturiana, el grupo resultante terminará alineándose, de un modo u otro, con la vasca. Es una de esas situaciones en las que no parece que exista una alternativa que permita a las tres seguir caminos separados. Y sobre la posible entrada de otro fondo o de un accionista industrial como Liberty, la cosa está difícil teniendo en cuenta el limitado alcance territorial de estas compañías y su condición innegable de carne de consolidación.
 
Una vez fusionadas, con todas las sinergias ejecutadas y las plantillas optimizadas, tocará esperar a un comprador, y Vodafone sigue siendo, a día de hoy, la compañía más interesada en realizar una posible adquisición. Si valoramos las tres compañías al mismo ratio de 10,6 veces Ebtida con el que se valoró Euskaltel, podríamos hablar de un gran grupo valorado en más de 2.000 millones, con un enorme despliegue de cable compatible con el grueso de la infraestructura de Vodafone y una base de clientes que no sólo es muy fiel sino que además ha crecido muy bien en el terreno móvil, en dos de los tres casos (R y Telecable) tienen a Vodafone como proveedormayorista. Si los rojos no compran la compañía resultante se enfrentarían a dos riesgos hipotéticos: un posible cambio de proveedor mayorista del servicio, por parte de estas compañías o que Orange termine de llevarse el gato al agua, depués de haber conseguido ya firmar con Euskaltel.
 
Uno de los motivos que hacen pensar en que las cableras tienen prisa está relacionado con el hecho de que Orange y Vodafone ya han comenzado con el despliegue conjunto de fibra en País Vasco, Asturias y Galicia. Tardarán mucho en alcanzar los niveles de cobertura de las cableras, pero éstas se enfrentan a una carrera contra el tiempo y lo lógico es que se pongan presentables lo antes posible para entregarse a la británica en cuanto sea posible y por un precio razonable.
 
Que esto va a pasar, salvo grandes sorpresas, está claro. La única duda es el cuándo. Se aceptan apuestas.
 

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