El Partido Popular es un volcán a punto de entrar en erupción. La violencia del estallido dependerá de los resultados de las elecciones autonómicas y municipales del próximo día 24. Si el descalabro es grande, como pronostican algunas encuestas, la catarsis será importante. De momento y a la espera de la cita con las urnas, algunos barones del partido alientan un congreso extraordinario para después de los comicios. Los movimientos, por ahora, consisten en medir fuerzas en la Junta Directiva Nacional, el órgano encargado de convocar dicho congreso extraordinario. El objetivo es un cambio profundo del partido.

Escribía Víctor Hugo que los volcanes arrojan piedras y las revoluciones, hombres. Eso mismo deben pensar algunos de los dirigentes del PP, aquellos más críticos con el trabajo que desarrolla Mariano Rajoy al frente del partido y que interpretan que lo que necesita la organización es darle la vuelta por completo, como si fuera un calcetín.

En lugar de esa revolución, el sector crítico del partido ve un cúmulo de debilidades en su presidente. Está más preocupado, según dicen, por afianzar el liderazgo que por pilotar el proceso de cambio, que en opinión de muchos, necesita con urgencia la fuerza popular. En este sentido, recuerdan con preocupación las palabras que Rajoy pronunció la semana pasada durante el desayuno del foro de Europa Press: “Quiero ser el candidato del PP en las próximas elecciones generales. Confíen en mí, les irá bien”.

El diagnóstico de la situación que estos barones disidentes realizan es meridiano: primero, la imagen del PP se ha deteriorado con la lava de la corrupción, que todo lo pudre; segundo, la Moncloa y la dirección de la calle Génova son incapaces de dar una respuesta clara a los problemas más acuciantes para la integridad del país, como es el órdago secesionista de los independentistas catalanes; tercero, no hay debate en los principales órganos del PP, como quedó demostrado en las últimas reuniones del principal foro de decisión entre congresos; y, cuarto, existe, desde que los populares volvieron al Gobierno, un claro divorcio con las clases medias.

Conscientes del varapalo que para el PP supuso la aplastante derrota en las elecciones andaluzas y la ineptitud de Rajoy para acometer el oportuno golpe de timón que frene el descalabro en las próximas elecciones autonómicas y municipales al que los populares se dirigen, los dirigentes territoriales más críticos han comenzado a moverse.

De momento, el foco de la revuelta se dirige hacia la Junta Directiva Nacional, el único órgano competente para convocar un congreso extraordinario. Según establecen los estatutos del partido, la convocatoria deberá ser adoptada por la mayoría de dos tercios de la Junta Directiva Nacional.

Los dirigentes críticos echan cuentas del poder que pueden tener en ese órgano formado por los miembros del Comité Ejecutivo Nacional; treinta vocales elegidos por el Congreso Nacional; los diputados, senadores y parlamentarios europeos; los presidentes autonómicos, provinciales e insulares; los presidentes y portavoces de las asambleas legislativas de las comunidades y ciudades autónomas; los presidentes de diputaciones, consejos y cabildos insulares; los alcaldes de capitales de provincia y de municipios de más de cincuenta mil habitantes censados; el secretario general de Nuevas Generaciones, sus presidentes autonómicos y quince miembros elegidos por el Comité Ejecutivo de las juventudes populares; los ministros del Gobierno que ostenten la condición de militante del partido; los secretarios autonómicos y los presidentes de los comités ejecutivos de las organizaciones del partido en el exterior.

En total, unos seiscientos miembros, de los cuales cuatrocientos deberían votar a favor para que la convocatoria del congreso extraordinario prospere.

Las miradas se dirigen a Aznar, Esperanza Aguirre y Núñez Feijóo

Además, los barones críticos escrutan con especial interés la postura que puede adoptar en este asunto el presidente de honor del PP. El respaldo de José María Aznar a esos postulados sería vital para que avance la convocatoria del congreso extraordinario.

Los críticos con Rajoy juegan con el distanciamiento que existe entre el expresidente del Gobierno y el actual inquilino de la Moncloa. Aunque parece haber una tregua en la guerra entre ellos –no en vano Aznar participará en cinco actos electorales del partido en próximas fechas, algo que ni siquiera ocurrió en la campaña para los comicios europeos del año pasado, de la que el presidente de honor fue excluido-, las hostilidades podrían darse otra vez, con más virulencia si cabe, con un descalabro el 24-M. Sería entonces, al parecer de los barones disidentes, cuando Aznar podría convertirse en uno de los principales baluartes de la revuelta contra Rajoy.

Otra de las personalidades políticas que los críticos observan con especial interés es Esperanza Aguirre. La presidenta del partido en la Comunidad de Madrid va por libre, como suele hacer siempre, y no cierra la puerta, en broma o en serio, a ser la lideresa del partido si ella gana las elecciones en el consistorio de la capital y Rajoy fracasa en su estrategia.

Las miradas de los dirigentes críticos también se dirigen al presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, uno de los tres principales candidatos del que los medios hablan como sucesor de Rajoy. Feijóo ya ha mostrado alguna de su cartas, al declararse partidario de que el PP debería acometer un debate reflexivo sobre el liderazgo, si hay batacazo en los comicios municipales y autonómicos, en línea con aquellos que dentro del partido alientan ya la convocatoria de un congreso extraordinario.

Ni qué decir tiene que la actividad de esos barones territoriales se desarrolla en el más absoluto de los sigilos. Como si de actividad volcánica o sísmica se tratase, el proceder de los críticos se cuece en el choque de determinadas placas tectónicas, dentro del interior del globo terrícola y alejado por completo de miradas indiscretas.

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