El líder de Ciudadanos no supo salir del paso ayer cuando un universitario le pidió que aconsejara un texto filosófico. Tocqueville, Ortega y Gasset o Isaiah Berlin hubieran sido buenas opciones para aprovechar y vender también su proyecto político.

Albert Rivera pasó ayer uno de los peores tragos de su precampaña. Tras conceder decenas de entrevistas más y menos incómodas, ofrecer desayunos y encuentros ante todo tipo de colectivos y sectores y hasta poner en juego su integridad física en el programa de Jesús Calleja, fue una pregunta concisa de un joven universitario la que le puso contra las cuerdas. El campeón de las ligas de debate, el político con respuesta para todo, vaciló ante el envenenado “me gustaría que me recomendaran un libro de filosofía cada uno” que formuló uno de los asistentes al debate entre Rivera y Pablo Iglesias en la Universidad Carlos III de Madrid.

Iglesias, politólogo de carrera, ofreció sin dudar la kantiana Crítica de la razón pura, aunque al citarla sufrió un lapsus y la rebautizó como Ética de la razón pura. El líder de Ciudadanos, jurista poco acostumbrado a ese tipo de situaciones, salió mal del paso, recurriendo al mismo filósofo alemán sin ser capaz de citar una obra en concreto. También mencionó a John Rawls y sus teorías liberales, pero después de que el moderador le pidiera concreción y sin mucho convencimiento. Desde SABEMOS se nos ocurre esta decena de obras con las que Rivera hubiera sacado partido de la situación, convirtiendo la amenaza de la pregunta en una oportunidad de apuntarse un tanto:

La democracia en América, Alexis de Tocqueville. La obra cumbre del pensador decimonónico francés es una referencia para el liberalismo. Premonitoria en muchos aspectos de la política estadounidense, argumenta sobre los riesgos de construir las democracias únicamente en torno al principio de igualdad. Rivera, que se presta de abanderar un proyecto liberal, pudo encontrar una fuente de inspiración importante en Tocqueville e incluso establecer algún paralelismo entre los desafíos norteamericanos que el intelectual francés narra en su obra y los que afrontan las sociedades modernas, incluida la España que quiere gobernar.

España invertebrada, José Ortega y Gasset. Muchos de los problemas que nuestro país tenía hace un siglo y que fueron objeto de atención del filósofo madrileño más universal siguen vigentes. Rivera, curtido políticamente en la oposición al nacionalismo catalán, podría haber hecho una apropiada comparación entre los juicios que en su momento hizo Ortega al respecto y los que hoy realiza Ciudadanos, remarcando la falta de audacia en las decisiones de los gobernantes patrios.

Obras completas, Aristóteles. Poniéndose clásico e incluso algo pedante, el líder naranja podía haber aprovechado las enseñanzas del maestro de Alejandro Magno para reivindicar su proyecto. En concreto, parece apropiado que citara uno de los más célebres corolarios aristotélicos: “En el centro está la virtud”. No lo hizo, como tampoco se refirió al modo en que el pensador heleno refutó el mundo de las ideas de Platón, donde podía haber ubicado a Pablo Iglesias, propinándole un efectista zasca.

En torno al casticismo, Miguel de Unamuno. Debatiendo ante 1.200 universitarios, Rivera hubiera quedado muy bien mencionando la obra unamuniana que anima a la juventud a tomar las riendas en la decadente España de finales del XIX y efectuando un símil con la del siglo XXI. Una analogía que ya hicimos en este diario al radiografiar la estructura social del país, cuyas características permiten a los mayores hacer valer sus criterios ante los de los jóvenes, diametralmente opuestos.

El sentido de la realidad, Isaiah Berlin. Otro gran filósofo liberal al que debería consultar Rivera, si no lo ha hecho ya, es Berlin. En El sentido de la realidad, el autor británico recoge el fundamento de su crítica al nacionalismo y al fundamentalismo religioso, enemigos por antonomasia de la democracia liberal que para él constituye el modelo idóneo de sociedad. Si Ciudadanos quiere base filosófica para gran parte de su ideario y hacer proselitismo de la misma, en Berlin encontrará una mina.

Discursos sobre la primera década de Tito Livio, Nicolás de Maquiavelo. El considerado por muchos precursor de la asesoría política es principalmente conocido por su obra maestra, El Príncipe, pero el candidato naranja no hubiera desatinado recomendando este otro escrito, donde Maquiavelo desarrolla su concepción de sociedad ideal. Parte del convencimiento de que la libertad es la base del progreso de las ciudades y otorga una importancia decisiva a la educación, aspectos ambos de los que Rivera pretende hacer bandera.

En busca de Spinoza, António Damásio. Si hay una constante en los discursos del líder de Ciudadanos es la apelación a las emociones, los llamamientos a desarrollar “un cuarto gran proyecto para España” que dé respuesta colectiva a los desafíos del país. El neurocientifico portugués Damásio aporta en esta obra mucha luz al respecto. Aunque no es puramente filosófica, Rivera hallaría en ella inspiración para profundizar en su estrategia y, por qué no, invitar a un público universitario a que se asome a la materia. Además, le serviría para repasar el pensamiento de Spinoza, uno de los grandes filósofos de siempre.

La condición humana, Hannah Arendt. La radiografía de la sociedad contemporánea que Arendt realiza en su texto más célebre es recomendable siempre y en todo lugar, pero Rivera podía haber utilizado alguna de sus reflexiones sobre la naturaleza del individuo y hasta dónde es capaz de llegar para reflejar situaciones de la más rabiosa actualidad durante el debate electoral.

El arte de la prudencia, Baltasar Gracián. Esta obra fue la que Marta Rivera de la Cruz, escritora que va en el tercer puesto de la lista naranja por Madrid, recomendó a Pablo Iglesias cuando fue entrevistada en este diario. También le hubiera valido al presidente de su partido para fundamentar los constantes llamamientos a la mesura que realiza en sus intervenciones. Algunos de los apartados que componen la obra de Gracián, como Ser hombre de agradable conversación o Saber esperar, encajan como un guante en el perfil de Albert Rivera.

El arte de tener razón, Arthur Schopenhauer. Toda persona interesada en la política y en el combate dialéctico, como se le presupone al público que ayer acudió a la Carlos III, debería visitar este escrito de Schopenhauer. Con él bajo el brazo fue visto alguna vez en el Congreso el exlíder del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba. Entre otras cosas, emplaza a sacar de sus casillas al adversario, utilizar planteamientos dicotómicos o rechazar argumentos del rival presentándolos como impracticables. La Biblia del buen debatiente.

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