Las tragedias humanas, en determinados países, se convierten en un mantra al que todo el mundo acaba acostumbrándose, de manera que las víctimas acaban siendo, a los ojos de todos, menos víctimas. Es el caso de la República Democrática del Congo (RDC).

Más de 17.000 personas han huido de sus hogares en la zona de Walendu-Bindi, en Ituri (capital de la Provincia Oriental), a causa de los enfrentamientos armados que comenzaron hace una decena de días entre las Fuerzas Armadas congoleñas y las milicias de la Fuerza de Resistencia Patriótica (FRPI), según denunciaron esta semana los representantes de la sociedad civil del territorio de Irumu a Radio Okapi, emisora vinculada a la misión de la ONU (MONUSCO).

“Están desprovistos de todo, han dejado sus utensilios y sus hábitos de vida donde residían, están sin alimentos, duermen en las iglesias o en los colegios”, declaró un miembro de la sociedad civil, Dieudonné Mbafele. El representante especial adjunto de la ONU en la RDC, David Gressly, se ha unido al llamamiento en favor del envío de ayuda humanitaria a los desplazados.

Noticias como ésta se han vuelto tan habituales en el este de la RDC que prácticamente han dejado de ser noticia. La zona oriental del país fue escenario, entre finales de los años noventa y principios de este siglo, de una de las mayores matanzas de la historia. Fue la llamada Primera Guerra Mundial Africana, en la que se  juntaron las ambiciones de las facciones locales y de los países vecinos con los intereses de las multinacionales por los minerales estratégicos del este del país, y que causó la muerte (ojo a la horquilla) de entre cuatro y cinco millones de personas.

 

Mapa de campamentos de desplazados y refugiados en la RDC

 

Desde entonces, aunque oficialmente ya no haya guerra, el este de la RDC permanece en un estado de violencia permanente, en la que participan todos, desde el ejército nacional a las más de 20 milicias que actúan en la zona e incluso guerreros tribales mayi mayi que combaten al servicio del mejor postor.

Según el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), en el país se registran alrededor de 2,7 millones de desplazados internos, a los que se deberían añadir los alrededor de 430.000 congoleños que se encuentran refugiados en países limítrofes como Uganda, Burundi, Tanzania y Ruanda.

Por si fuera poco, la República Democrática del Congo recibe también a las personas que huyen de los conflictos que sacuden a sus muchos países fronterizos. En agosto de 2014, ACNUR atendió a alrededor de 70.000 refugiados procedentes de la República Centroafricana, huidos de la guerra interna de su país. En enero de este año se estimaba en 75.000 el número de centroafricanos que contaban con la asistencia humanitaria de ACNUR (que se espera reducir a 50.000 en diciembre) y en 25.000 los que no recibían esta ayuda.

Aparte, a los alrededor de 130.000 refugiados ruandeses que siguen viviendo en el este de la RDC como consecuencia de las terribles matanzas de 1994, deben unirse los cerca de 9.000 burundeses que se han desplazado recientemente a la provincia congoleña de Kivu Sur a causa de la actual oleada de violencia en su país de origen (que ha causado la huida de más de 105.000 personas a los países vecinos) y los más de 180.000 desplazados internos que han escapado de sus hogares en la RDC y la República Centroafricana a causa de las atrocidades de los fanáticos ugandeses del Ejército de Resistencia del Señor (LRA).

Imagen | ACNUR

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