Mientras el drama de Podemos, incapaz de cumplir su promesa electoral de dar a sus compañeros confluyentes un grupo parlamentario propio, capta toda la atención mediática, otro drama aún más grave pasa desapercibido: la integración de una fuerza política históricamente de primer orden como es Izquierda Unida en el grupo mixto del Congreso de los Diputados, lo más parecido a la 2ªB futbolística del arco parlamentario. Sin embargo estos dos dramas pueden acabar anulándose el uno al otro y crear una tabla de salvación. Especialmente en el caso de Compromís.

Cuando la noche del 20 de diciembre las urnas dictaron su sentencia electoral, no pocos valencianos lamentaron la decisión de Esquerra Unida—la rama valenciana de Izquierda Unida—de no haberse aliado con Podemos y Compromís para concurrir en alianza electoral. Paradójicamente aquella decisión tan criticada es ahora mismo la mejor opción de Izquierda Unida para lograr conservar un grupo parlamentario propio. La vida es un cuento de Anthony De Mello.

Y es que, tal y como explicó Jesús Patiño en SABEMOS, Podemos nunca debería haber prometido un grupo propio a sus socios electorales regionales ya que el reglamento del Parlamento español especifica:  “En ningún caso pueden constituir Grupo Parlamentario separado Diputados que pertenezcan a un mismo partido. Tampoco podrán formar Grupo Parlamentario separado los Diputados que, al tiempo de las elecciones, pertenecieran a formaciones políticas que no se hayan enfrentado ante el electorado”. Y es ahí precisamente donde nace la posibilidad que abre las puertas a la unión entre la formación de izquierdas liderada por Alberto Garzón y la coalición valenciana encabezada por Mónica Oltra, puesto que en la Comunidad Valenciana el electorado sí que pudo escoger entre votar a Compromís, o elegir a los diputados de Unidad Popular que lideraba Esquerra Unida.

Además, la alianza Compromís-Podemos superó ampliamente el 15% de los votos en las tres circunscripciones en las que concurrió a las elecciones—22,24% en Alicante, 24,15 en Castellón y 27’06% en Valencia—con lo que los ediles de Compromís bajarían de quince a cinco diputados el límite legal para poder formar un grupo parlamentario propio.

Razones para un pacto

– La primera razón de peso para un pacto entre Compromís e Izquierda Unida es que los diputados de Compromís no pueden integrarse dentro de la estructura de Podemos. En el acuerdo firmado a última hora y sobre la bocina para concurrir junto a los de Pablo Iglesias  a las elecciones generales, Mónica Oltra tuvo que prometer a los sectores más críticos de la coalición—quienes habían ganado dos referéndums diciendo “no” a la confluencia—que Compromís mantendría su identidad propia en el Congreso. Por ello la propuesta que se aprobó finalmente estipulaba que de no lograrse el ansiado grupo propio liderado por los valencianos los diputados de la coalición no se contarían entre los escaños de Podemos y se integrarían en el grupo mixto. Así pues, el escenario actual deja a Compromís en la tesitura de compartir su turno de palabra parlamentario, y sus recursos económicos como grupo, con Izquierda Unida o compartir turno parlamentario con Izquierda Unida, EH-Bildu, Coalición Canaria, y cualquier otra formación que decida abandonar las confluencias de Podemos, incluido el diputado renegado del PP Pedro Gómez de la Serna. La elección no parece demasiado difícil ni para los valencianos, ni para Izquierda Unida.

– La buena sintonía entre Compromís y la rama valenciana de Izquierda Unida. Cuando las Cortes Valencianas abrieron su nueva legislatura la primavera pasada Compromís aprovechó sus primeras intervenciones para lamentar la salida de Esquerra Unida, la rama valencia de Izquierda Unida, del hemiciclo valenciano. Los miembros de la coalición nacionalista no han ocultado su deseo de reformar la ley electoral valenciana para rebajar el límite legal del 5% de votos para entrar en el reparto de escaños que tiene la ley electoral valenciana. Estos lamentos no eran un gesto hipócrita hacia el rival que habían logrado sacar del juego. Compromís y Esquerra Unida formaron parte de la pinza que, a base de desvelar escándalos, acabó asfixiando al antaño todopoderoso PP valenciano. Si Compromís se hizo con los Ritaleaks, Esquerra Unida sacó a la luz los trapos sucios más graves con el Dipugate que hizo caer a Alfonso Rus y webs como El Desconfidencial, que desveló datos sobre la Fórmula 1, o “Calatrava te la Clava”—que tuvo que ser cerrada tras la denuncia del famoso arquitecto—nutrieron de munición a los periodistas para minar la imagen pública de los populares valencianos.

¿Más pruebas de su conexión? Tras perder su acta de diputado autonómico tras la debacle electoral de su partido, el candidato a la presidencia de la Generalitat Valenciana por Esquerra Unida, Ignacio Blanco Giner, funcionario de carrera, fue llamado para ser el jefe de gabinete de la nueva Conselleria de Igualdad y Políticas Inclusivas creada por Mónica Oltra.

– La necesidad de Mónica Oltra de vender a sus socios una victoria. A pesar de que el Consell Nacional del Bloc Nacionalista Valencià aprobó este mismo mes las líneas programáticas del partido y la gestión realizada, a nadie se le escapa que dentro del partido mayoritario que conforma Compromís hay mucha gente que no ha olvidado que Oltra doblegó, por segunda vez en un año, la voluntad del partido mayoritario y más antiguo de la coalición para imponer su tesis políticas. La aparente tranquilidad que se vive en el seno del Bloc se basa en la necesidad de los críticos de encontrar un líder con carisma que pueda servir de contrapeso a Oltra, al menos dentro de la coalición. De momento se han dado de tiempo hasta mayo, fecha en la que se celebrará el congreso de Compromís y en el que los más críticos quieren reformar los órganos de toma de decisiones para asegurarse que lo ocurrido en 2015 no pueda volver a pasar. La rebelión será más fácil si, tal como los críticos anunciaron que pasaría, Compromís no logra tener grupo político propio.

– La necesidad de Izquierda Unida de no caer en el olvido. Si Compromís tiene mucho que perder si no logra presentar un grupo parlamentario propio a sus militantes y votantes, Izquierda Unida tiene mucho que ganar de esta alianza. Lo único más inevitable que la reforma de la Constitución Española—cuyo sistema de sucesión dinástica de primacía del varón es incompatible con la sociedad actual—es la refundación de Izquierda Unida, un partido que ha visto como su espacio electoral natural le era arrebatado por Podemos utilizando incluso sus mismos mensajes. La renacida Izquierda Unida tendrá más fácil crecer con los recursos y la visibilidad que da un grupo propio, que como una fuerza de sólo dos diputados dentro del grupo mixto.

Los siempre difíciles flecos

Aún así sería de necios pensar que la negociación entre ambas formaciones, inexistente o ya en marcha según a qué parte preguntes, vaya a ser de sintonía total. El siempre puntilloso reparto de los recursos económicos, los choques programáticos entre la visión nacional de Izquierda Unida y la agenda regionalista de los valencianos, que pretenden usar el grupo parlamentario en un martillo constante de su campaña por un cambio del modelo de financiación autonómico valenciano, y el miedo de Compromís a dejar a Pablo Iglesias para quedar eclipsados por el potencial mediático de Alberto Garzón, serán asuntos que deberán limarse para formalizar una alianza que todos niegan cuando se les pregunta, pero que cada vez hace más ruido en los pasillos del Congreso.

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