Una puesta en escena sobria, con ruido de papeles en vez de música ruidosa. Varios minutos de un insólito silencio preceden el debate, ante una audiencia potencial de 180 millones de espectadores. Quizá el único momento de quietud en una campaña especialmente gritona.

Hasta que entran en el escenario del Rockefeller Center los candidatos a las elecciones presidenciales de EEUU, Hillary Clinton y Donald Trump. Ella, de rojo, en uno de esos trajes que el humorista Zach Galifianakis definió como ‘trajes de bibliotecaria del espacio’. Él con una de sus «corbatas de poder». Azul en esta ocasión.

¿El moderador? Lester Holt, el presentador del telediario favorito de EEUU, Nightly News para la NBC. Un experto en contrastar datos que no era, ni mucho menos, la opción preferida por Trump.

El primer golpe en el primer tema, sobre empleo y desigualdad, lo asestó Trump, que no dudó en tirar de populismo y mencionar a México en varias ocasiones. Habló de una bajada de impuestos inédita desde Reagan y pidió renegociar acuerdos de comercio con empresas que «roban» los trabajos a América.

Trump puso todo el foco en sus medidas proteccionistas, en sus críticas al sistema establecido y en la necesidad de que las empresas estadounidenses dejen de irse a otros países y regresen para crear trabajos, lo que se lograría con fuertes aranceles. Siempre con el objetivo de ganarse a su electorado natural: blancos de zonas industriales desencantados con la economía nacional.

Hillary, más sonriente de lo habitual y llena de aplomo, pese a ser constantemente interrumpida por su rival, advirtió de que las políticas del pasado, las de las administraciones anteriores de Obama, estuvieron detrás de la crisis global, y urgió a evitarlas en el futuro y convertir a EEUU en líder en determinados sectores, como las energías limpias. Aprovechó para recordar que Donald Trump dijo en una ocasión que el cambio climático era un invento de los chinos. Cosa que él negó. Pero sí fue así, concretamente en 2012:

Clinton tuvo un buen golpe de efecto mencionando su página web, con fact checking en vivo de las mentiras de Trump. «Literalmente Trump«.

Las mentiras de Trump saltaron una detrás de otra. Dijo, por ejemplo, que Ford iba a abandonar EEUU. Mentira. Abrirá una planta en México sin despidos en Estados Unidos.

También dijo algo realmente sorprendente, que Clinton ha «luchado contra ISIS durante toda su vida adulta». Especialmente raro, teniendo en cuenta que ISIS tiene una década de existencia y la secretaria de Estado, 69 años.

Sobre la declaración de la renta, Trump quiso poner condiciones para presentarla. Ninguno dd los presidentes en los últimos 40 años puso tantas pegas. «Quizá no es tan rico como dice, no hace tanta caridad como dice (…) o no quiere que los estadounidenses sepan que no ha pagado impuestos federales», subrayó Clinton. Trump intentó zafarse ofreciendo un intercambio: «Mi declaración de la renta a cambio de tus 33.000 mensajes borrados». Una versión electoral del ‘si tu me enseñas lo tuyo, yo te enseño lo mío’.

«Creo que realmente oculta algo y nos mantendrá en vilo. Pero si se acerca a la Casa Blanca ¿Cuáles son los conflictos de intereses que tiene? (…) Yo cometí un error utilizando un servidor privado», admitió Clinton.

Hillary habló de «los cientos de personas a las que has timado a lo largo de los años no pagándoles por su trabajo justo», agradeció que su padre no hubiese trabajado para él y recordó que Trump se ha declarado en quiebra seis veces. A la hora de sacar trapos sucios del candidato republicano, recordó un momento especialmente feo, cuando éste básicamente deseó una crisis del sector inmobiliario para comprar barato.

En el tema de la raza, Trump volvió a su visión postapocalíptica de la realidad, con datos manipulados sobre los conflictos  y énfasis absoluto en la ley y el orden. Ninguno en el control de armas, por supuesto.

«Donald muestra una imagen muy negativa de los afroamericanos de este país (…) Hay tantas cosas de las que deberíamos sentirnos orgullosos. Hay modos de hacer que estemos seguros. Parar y registrar no era eficaz. Creo en el servicio policial desde una perspectiva comunitaria. En 25 años hemos visto muy buena cooperación y una reducción de los delitos. Pero muchos afroamericanos y latinos jóvenes han terminado en la calle por delitos no violentos. Hay que hacer frente al racismo sistémico del sistema penal, no basta con gritar ‘ley y orden’ (…) «, planteó Clinton.

Trump llegó a echar en cara a Hillary Clinton haber dedicado tiempo en preparar al debate: «También me he preparado para ser presidenta. Y creo que eso es lo correcto«, subrayó la secretaria de Estado.

Hablando sobre la insistencia de Trump en discutir durante años el lugar de origen de Barack Obama, Hillary Clinton acusó a Trump de racismo y recordó su demanda en 1973 por no querer alquilar a afroamericanos. Si bien es cierto que nunca hubo condena alguna, se debió a que se llegó a un acuerdo en 1975 sin admisión de culpa pero que, de facto, forzaba a alquilar un porcentaje de apartamentos a afroamericanos.

A partir de cierto momento, no hubo color. Trump simplemente se limitaba a responder a cada ataque y dejaba todas las respuestas sobre políticas a Clinton, Volvió a insistir en que no apoyó la guerra de Irak. Lo hizo. «Yo estaba en contra de la guerra de Irak», mintió Trump. El audio de la entrevista con Howard Stern que lo demuestra está aquí.

En un momento especialmente surrealista en el que empezó a hablar de su «temperamento ganador», Clinton sonrió con la satisfacción de la ganadora. Hizo un coqueto movimiento de hombros de puro placer. Podía volver a centrarse en políticas, en quedar como una candidata preparada, y dejar que Trump balbucease.

 

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