José Manuel y Alejandra son dos repartidores que se encargan de distribuir raciones de comida entre los niños de familias en situación de necesidad en la ciudad de Madrid, para compensar que los comedores escolares están cerrados durante las vacaciones de verano. Pero estos operarios son más que eso: son el primer punto de contacto de los más desfavorecidos con los servicios sociales.

La jornada comienza a las 8 de la mañana, cuando estos dos trabajadores de Ucalsa recogen y meten en la furgoneta refrigerada los paquetes que otros operarios han recibido y preparado. Dentro de los contenedores azules y verdes están los menús que tienen que repartir en las diferentes rutas que se organizan por cada distrito.

Sólo en platos, la empresa distribuye casi 1.000 kilos de comida al día, a lo largo de 15 rutas en 18 distritos de Madrid. En los pocos días que han pasado desde que se acabaron las clases, han entregado más de 12.000 menús. Hasta el final de verano, según ha pronosticado la alcaldesa de la villa, Manuela Carmena, se repartirán 100.000 raciones.

Cada comida incluye un primer plato, un segundo plato, un yogur, una pieza de fruta y pan

Un primer plato, un segundo plato, un yogur, una pieza de fruta y pan. Esa es la comida diaria que recibe cada uno de los más de 1.600 menores incluidos en este plan de distribución de alimentos de la compañía.

Este jueves nos pasamos por el almacén, en una mañana tórrida; sin embargo, las cámaras de un almacén de Alcorcón donde se almacenan las viandas permanecen gélidas, entre 0 y 4 grados centígrados. Tanto en estas instalaciones como en el vehículo se mantiene la cadena de frío, que acaba en el consumidor y comienza después de la elaboración y el envasado de los productos en la localidad madrileña de Arganda del Rey.

No hay nada dejado a la improvisación: los menús están elaborados por nutricionistas de la empresa, también teniendo en cuenta las alergias alimenticias de los chicos. El jueves tocaba menestra de verduras y contramuslo de pollo con arroz. Hoy viernes, fideuá -con buena pinta, vista desde el apetito matutino- y lenguado al horno. El objetivo es mantener una dieta equilibrada y suficiente por un precio de 3,50 euros el almuerzo. Si la familia no tiene microondas, la empresa les facilita uno en préstamo. Lo mismo sucede con la nevera, imprescindible para conservar los alimentos de un día para otro.

Alrededor de las 8:50 horas ya está lleno el furgón para el reparto de menús, listo para comenzar la ruta. Los martes y los jueves, José Manuel y Alejandra van al distrito de Tetuán para dejar los alimentos asignados para cada uno de los más de 100 menores del barrio que reciben ayuda del Ayuntamiento de Madrid.

El reparto

“El trabajo que hacemos es muy bonito. Lo llevo bastante bien; ¿no se me ve en la cara? Además a mí me encanta trabajar con niños”, afirma José Manuel en la primera parada del recorrido por Tetuán. Lleva 3 años en la compañía, que ya prestó este servicio de distribución de alimentos durante el verano de 2014. El resto del año, José Manuel reparte comida para mayores.

La vocación de servicio también se ve en detalles, como los panfletos que han distribuido con recomendaciones para combatir la ola de calor e instrucciones básicas para la conservación de la comida -también en otros idiomas-.

Desde la empresa están en contacto permanente con los técnicos de los servicios sociales del Ayuntamiento para avisar en caso de que las condiciones de alguna familia empeoren con el paso del tiempo.

Por su parte, los encargados de llegar hasta las casas reciben formación específica en el campo del trabajo social. Además, se procura que los repartidores visiten los mismos domicilios, para poder realizar mejor el seguimiento de la situación de las familias y también para generar un clima de confianza.

Muchas veces se alegran de vernos y nos echan de menos, si alguno se va de vacaciones. Te preguntan, se interesan por ti”

“Muchas veces se alegran de vernos y nos echan de menos, si alguno se va de vacaciones. Te preguntan, se interesan por ti”, cuenta José Manuel. “Nos dan mucho las gracias -añade-. También porque siempre entramos con una sonrisa. Intentas transmitir alegría, no les haces notar cuál es su situación. Entonces, preguntas que qué tal, que cómo están, que cómo va el día, hablas del tiempo… No les preguntas cuánto han ganado este mes”.

Alejandra, que acaba de volver de una entrega, interviene: “Lo importante es que no piensen que esto es beneficencia; al final, cualquiera de nosotros puede pasar por un momento complicado. Y no hace falta que tengan una situación muy precaria para necesitar este servicio”.

El sistema

Los trabajadores sociales del Ayuntamiento de Madrid son los responsables de indicar qué niños deben recibir estas ayudas, explican desde Ucalsa.

Con esta medida se trata de dar continuidad a las becas de comedor cuando los niños no van al colegio en vacaciones. A través del servicio de reparto a domicilio se ahorran costes asociados a mantener abiertos los centros educativos y, además, se evita estigmatizar a los niños más necesitados, ya que tendrían que acudir a los colegios y recibir un tratamiento diferenciado.

Aunque el reparto de comida está en principio limitado a las comidas para los menores de hasta 17 años, matizan desde la compañía, cada caso se estudia individualmente junto a los servicios sociales. De esta manera, también se aportan cenas o alimentos para chicos de 18 años, situaciones que no están contempladas de inicio.

“Hay casos en los que estamos dando comida a familias enteras. Lo importante es que nadie que lo necesite se quede sin alimentos”

“Hay casos en los que estamos dando comida a familias enteras. Lo importante es que nadie que lo necesite se quede sin alimentos”, precisan Beatriz Menéndez y Paz Ferrández, responsables de este programa en el área sociosanitaria de la compañía. En la sede de la empresa en Madrid confirman que en distrito como Villaverde hay varios hogares con 5 menores que reciben esta ayuda.

Todo esto está pagado por cada junta de distrito, aunque Beatriz Menéndez indica que, para la empresa, “los márgenes económicos son escasísimos, pírricos”.

Los hogares

Lo que ven José Manuel y Alejandra son hogares con necesidades, dicen, pero con miembros normales. “Encontramos todo tipo de gente; no tiene nada que ver con su cultura, con lo limpia que esté su casa, con lo educados o lo sociables que sean… Hay de todo”, matiza José Manuel.

En general, cuenta, los menores están contentos, “un poco abstraídos” de las circunstancias en las que viven sus familias. “Los niños están por ahí correteando, les ves jugando, pero con ellos no hablas. No les preguntas cómo ven la situación”, asegura.

Lo que no han encontrado hasta la fecha son casos extremos, pero sí necesidad. Y paliar esas carencias es lo que más les satisface.

“El trabajo es gratificante porque es como llevar un rayito de luz a estos hogares»

“El trabajo -dice José Manuel- es gratificante porque es como llevar un rayito de luz a estos hogares. Tú les llevas comida, les estás cubriendo una necesidad primaria, pero les estás llevando también cierta esperanza. Solamente verles las caras y las muestras de agradecimiento que tienen hacia nosotros, sólo con eso ya compensa”.

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