Me las prometía muy felices al contratar mis vacaciones en el Diverhotel Roquetas, de la cadena Playasenator. Pero después de algo más de doce días ocupando una habitación en régimen de todo incluido, de lo único que estoy completamente convencido es que se trata de un destino que carece de la más mínima elegancia, clase, estilo, sofisticación, o cualesquier sinónimo parecido. Pero, ¿es lo que ofrecía?

Sólo hay una oportunidad de tener una primera impresión. La fachada del hotel ofrece una contradictoria. Imita un extraño Nautilus que debería alegrar a los niños y, de hecho, lo hace, aunque a los adultos nos recuerde a una casa del terror de feria rural. En las fotos del catálogo tenía mejor pinta. Cosa del photoshop, asumo.  

La recepción te sacude con un golpe de bendito aire acondicionado, habida cuenta el calor y la humedad que te espera fuera. De reojo, te miran algunos carteles desactualizados sobre cuál ha sido la familia «más divertida» -sólo encuentras las del mes de junio, a pesar de estar en agosto, lo que te hace pensar que en algún momento se terminó la diversión- o una báscula que te permite calcular tu índice de masa corporal y medir a la salida el nivel de castigo que has infligido a tu cuerpo a base de alcohol y comida baratos

La habitación, una doble con jardín, resulta de lo mejor del invento. Una estancia agradable, espaciosa y bien acondicionada, que cumple el objetivo esperado. Siempre que las infestaciones de pequeñas hormigas no te incomoden. Un buen escritorio (y bien iluminado) permite trabajar a quien tenga que hacerlo. Una nevera vacía, como deberían estar las de cada hotel, te permite almacenar botellas de agua. La televisión, grande, plana y moderna, se pasará estos días totalmente apagada, pero sólo porque las tabletas, smartphones y ordenadores sustituirán su papel como entretenimiento. 

La experiencia de compra a través de Internet fue impecable. Como en una pizza, te permitían obtener complementos a medida que avanzabas en el proceso de compra, como una habitación llena de globos y peluches para los niños. Ni unos ni otros resultan demasiado impresionantes, y los dos paquetes con chuches incluidos en la «promoción» incorporan sendas bolsas de conguitos caducados. Los encargados se disculpan profusamente y nos remiten una bandeja de frutas con un espumoso que intenta apaciguar nuestro enturbiado ánimo.

Dos hamacas en el pequeño jardín se convertirán en las protagonistas de varias sesiones de binge-watching de series, Yomvi mediante, a las tantas de la madrugada. Por supuesto, la habitación no tiene wifi gratuito, lo que me hace pensar en qué clase de demente puede considerar que, en un hotel, la expresión «todo incluido» no incluye conexión inalámbrica a tutiplén

La primera visita de exploración fuera de tus nuevos dominios te lleva al bar, el altar al que muchos de los huéspedes dedicarán el grueso de su tiempo. Grifos de cerveza, tinto de verano, granizados y refrescos (Pepsi, los segundones de las sodas), hidratan al personal. Nada que objetar, especialmente porque el camarero está ahí, siempre dispuesto a ponerte un vaso con hielo y el veneno de tu elección. Un tubo de plástico relleno de rocas blancas con un chorro de ginebra es lo más parecido que vas a tomar a un gin-tonic estos días. Los vasos de balón son cosas que les suceden a aquellos que acuden a destinos sin el nombre de «diver» en el nombre.

Un kiosco en la piscina (no dentro de la piscina, eso sería glamuroso) ofrece los mismos refrescos que el bar, pero sin licores, cerca de un pequeño parque de columpios y un par de atracciones de medio pelo y desgastadas. Un minigolf, una mesa de ping-pong, un campito de ‘tiro’ en el que practicar tiro con carabina o con arco, o un pequeño huerto son algunas de las «diversiones» que acompañan, supuestamente, al prefijo.

La piscina, una tina pequeña con una pequeña cascada, dos toboganes y un tamaño claramente insuficiente para el volumen de huéspedes alojados, que tienen que sortear manguitos a cada paso, sólo se disfruta en las primeras horas del día, cuando parece que hay menos posibilidades de contraer una otitis -spoilers, ¡contraje una otitis!-. Por sorpresa, nos topamos con otra pequeña piscina, ésta climatizada, en la que refugiarse cuando hay exceso de humanidad en la tina principal, y en la que los fofisanos residentes practicamos varonil waterpolo de piscina, esa actividad marrullera y gozosa sin la que un resort no es un resort.

El restaurante Andalucía es una pequeña sorpresa. Es relativamente pequeño, y su oferta culinaria no puede competir, ni mucho menos, con la de resorts más grandes de destinos como Canarias o Caribe. Pero funciona como un tiro, el personal es extremadamente agradable y comprende bien que sus clientes no son los adultos, sino los niños.

Intento de fuga

Tras echar un vistazo, decidimos que tanto «diver» no es para nosotros y pedimos un cambio a alguno de los otros hoteles de la cadena en la misma localidad. A fin de cuentas, es lo que la dirección del hotel recomienda hacer a los descontentos en Tripadvisor. Sin embargo, no hay manera. Agosto es un mes complicado y me aseguran que hay overbooking en todos los centros. 

No queda más remedio que porfiar y sacar el máximo partido a la experiencia. Y, oye, llega un momento en el que te abandonas y todo funciona. El escaso recinto disponible tiene una ventaja para niños pequeños: es casi imposible perderlos. La pis-tina, donde no hay ni un metro cuadrado en el que el agua te cubra la cabeza, es un buen campo de juego para los pequeños. Mi enano de 3 años, en realidad, entró en el hotel con más apego a los manguitos del que tengo yo a mi teléfono, y terminó despreciándolos, como si no tuviesen pantalla táctil.

La misma turba blandurria de huéspedes paternales y maternales, mucha de la cuál te permite sentirte como un Aquiles cuando apenas llegas a fauno fofillo, abandona pronto su carácter dantesco. Parece justo no estar molestando a la gente guapa, que estará haciendo cosas guapas en lugares guapos. Los padres, al menos en este periodo particular de nuestras vidas, no estamos para eso. Por más que nos disfracemos de seres humanos a la hora de la cena, por más que los sábados nos pongan en el restaurante servilletas ¡de tela! por la noche de gala, sabemos que nuestra verdad no son las camisas de manga corta y los vestidos veraniegos. Somos una marea de cuerpos flácidos, entre lo marrón y lo blanco, que chapotean en grupo como extraños y civilizados manatíes.

Al final, la resignación te empuja a hablar con otros adultos disponibles y te encuentras con espejos de tu propia situación. «¿Es que nadie piensa en los niños?», diría Helen, la esposa del reverendo Lovejoy en Los Simpsons.

Los animadores, un grupo de muchachos con una moral mitológica, lidian con los pequeños y con los mayores. Intento descubrir ironía detrás de sus sonrisas y no la encuentro. Son sinceros en su búsqueda de la diversión a toda costa. ¿Su momento estelar durante las vacaciones? Su show de los 80, una prueba de que el hotel no tenía presupuesto para cantante de medio pelo esa noche y prefirió colocarle el espectáculo al personal de entretenimiento residente. Había que estar allí para vivirlo. Esos bailes, esos playback… O en cualquier otro sitio. 

Con todo esto no quiero decir que vaya a volver al Diverhotel Roquetas. Tendrían que asaetarme y arrastrarme con un carromato para obligarme a hacer tamaña locura, por más que a la salida me hayan ofrecido amablemente la tarjeta VIP de la cadena. Sólo quiero señalar que, puestos a equivocarnos de esta manera, lo hicimos en el momento perfecto de nuestras vidas. Los pequeños, dentro de unos años, recordarán este sitio como un lugar enorme y maravilloso en el que aprendieron a nadar, hicieron amigos y su padre probó una enfermedad nueva y se puso, por primera vez, tapones en los oídos. 

cuarto de siglo

Veinticinco años cumple, como tal, la cadena Playasenator, conocida en el registro mercantil como Grupo Playa Hoteles, una de las referencias hoteleras en Andalucía y uno de los principales grupos españoles, con 34 centros entre hoteles de playa y urbanos. Se trata de una empresa que ha sufrido vicisitudes como la paralización de las obras en el marbellí Hotel Senator –ya en funcionamiento–, en el marco del Caso Proinsa, una derivada de la Operación Malaya, o por el caso Playa Jable en Canarias, que en su momento implicó la detención por parte de la Guardia Civil de su presidente, José María Rossell Recasens, marido de la senadora del PP por Almería Mar Agüero. En su aniversario, organizan cadenas humanas entre los clientes de sus hoteles y donacionesl al banco de alimentos. Sus hoteles urbanos de marca Senator, como el que acaban de abrir en Lérida, sí tienen wifi gratuito en las habitaciones.

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