El debate sobre los tuits de Guillermo Zapata es importante para nuestro futuro. Con el ruido mediático que ha habido casi ni merece la pena resumirlo, pero ahí voy por si las moscas: un nuevo concejal del Ayuntamiento de Madrid compartió en Twitter, en enero de 2011, una serie de tuits que pueden costarle el puesto. ¿Habéis escuchado alguna vez la expresión «todos estamos a un tuit del despido»? Nadie nos dijo que tuviera que ser un tuit nuevo.

Los comentarios de Zapata tienen, por cierto, una explicación y un contexto que muchos han ignorado selectivamente. El mismo afectado publicó ayer su propia visión de los hechos y, más adelante, ha habido quien se ha preocupado de defenderle, de buscar frases polémicas de dirigentes del PP o de hostigarle, en función, como siempre, de las preferencias ideológicas de cada uno. En todo caso, que quede claro, en caso de que estuvieses de puente y te ahorraste la jornada de linchamiento: el concejal realmente no piensa así. Era una serie de chistes de humor negro y pésimo gusto relacionados con una inoportuna defensa del director de cine Nacho Vigalondo, en un caso que seguí mucho hace años y sobre el que llegué a escribir. Irene Villa, de quien se reía en uno de los tuits más sangrantes, demostró por cierto mucho más sentido del humor que muchos de los que la utilizaron para justificar la necesidad imperiosa de coger palos, empaparlos de brea y poner Twitter a arder. 

El propio Vigalondo, citando a Cory Doctorow, resumía bien cuál es, en verdad, el problema de fondo.  

Hemos tuiteado por encima de nuestras posibilidades. Desde que nos entregaron el iPhone y las redes sociales, a partir de 2007, hemos sido como niños con transtorno de déficit de atención y un rifle cargado correteando por el parque. Lo raro hubiese sido que nadie saliese herido. Y Zapata no ha sido, ni mucho menos, el primero. Siempre me acuerdo de Justine Sacco, que tuiteó una burrada antes de subirse a un avión a Sudáfrica y, al aterrizar, se encontró con su vida hecha pedazos. 

Una de mis frases preferidas es que agradezco infinito que no existiese Whatsapp cuando conocí a quien hoy es mi esposa. Del mismo modo que me felicito por la suerte que tuve de llegar a Facebook y Twitter con la cabeza (mínimamente) amueblada. Me gustaría que el lector hiciese un ejercicio de honestidad intelectual y pensase en la peor reacción que ha tenido en redes sociales, la mayor barbaridad que se le haya ocurrido soltar, aunque fuese sobre la estrella del equipo rival y estuviese dirigida a amigos o a la familia. Quizá está ahí, esperando. Quizá sólo pasase desapercibida en su momento porque nadie se molestó en hacerla viral.

Henrique Lage jugaba ayer con una idea curiosa en Twitter, la subversión del paradigma de Andy Warhol. De los 15 minutos de fama a los 15 de linchamiento e infamia. 

En todo caso, menudo marrón que se va a tragar Carmena después de estos primeros días como alcaldesa. En una entrevista con Miguel Mora, de Ctxt.es, la alcaldesa apunta maneras de querer quitarse de enmedio a Zapata. O a Pablo Soto, el hombre del P2P reconvertido a humorista-Robespierre.

Mi opinión, y es sólo personal, es que ambos cometieron un doble error de juicio con dichos tuits, y el peor de los dos no fue, necesariamente, escribirlos. Su mayor error, al menos desde un punto de vista estratégico, es que, una vez que entraron en listas, no los borraron. La libertad de expresión es sagrada, pero eso no implica que no tengamos responsabilidad por nuestras palabras o que estas no puedan acarrear consecuencias.

Ahora puede que dimitan y le den una victoria pírrica a la oposición, para no perjudicar la acción de gobierno de Carmena. O que ésta los expulse a regañadientes. Y no habrá sido por enviar mensajes de aliento al presunto responsable de la financiación ilegal de su partido. No por aceptar regalos sospechosos de empresas con las que contrataban. No por utilizar tarjetas black, o por quedarse con el dinero de los fondos de formación. Ni por organizar tramas corruptas. No les ha dado tiempo. Dimitirán por un treding topic. Y probablemente no serán los últimos durante los próximos años.

Quizá el único consejo práctico que has leído sobre este tema: revisa tu cuenta de Twitter. Busca cuántas veces has utilizado las palabras «hijo de puta» en redes sociales. Piensa, honestamente, en gente o personajes a los que podrías haber insultado, y comprueba las palabras claves relacionadas con tu cuenta en este enlace. Si te molestas en buscar las minas antipersona que has sembrado tú solito en tu currículo, quizá puedas evitar que te exploten en la cara de aquí a unos años.

 

En todo caso, si esto os ha parecido polémico, la que le ha caído encima a Louis C.K. con su «racismo moderado» y sus chistes sobre abuso infantil ha sido de traca… Al menos él es un profesional del humor. 

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