La robótica es una industria que mueve en estos momentos más de 20.000 millones de euros en todo el mundo. Se espera que en 2020 esa cifra alcance los 80.000 millones. Muchos ceros aseguran una buena salud para un sector que salpicará a todos los demás. Un ejemplo es la startup Sadako, que ha creado un robot llamado Wall-B al que no le importa mancharse las manos de basura.

Hace unos días se celebró la feria internacional Global Robot Expo, en ella se habló sobre la excelente salud de la que goza el sector de la robótica. No iban a decir lo contrario. Lógico. En el contexto de la feria se habló sobre el impacto económico que la robótica genera en la sociedad y se cifró en 20.000 millones. Parece que motivos para el optimismo no faltan.

Una de las triunfadoras en Global Robot Expo fue la startup catalana Sadako Technologies, creadora del robot separador de residuos urbanos Wall-B, y ganadora del premio que otorga la feria. Su gran estrella es Wall-B, el primer robot separador de residuos urbanos por visión artificial, capaz de distinguir y recuperar plásticos, latas y briks entre la basura para que después se puedan reciclar en plantas de tratamiento de residuos.

Este robot es algo más que un robot. Puede ser un símbolo de cómo esta industria empieza a calar en la sociedad de forma cotidiana. “La robótica está en un momento muy importante”. Así de confiada se muestra Belén Garnica, cofundadora de Sadako, y asegura a SABEMOS que la robótica lleva el mismo recorrido que en su día tuvieron los ordenadores. Cree que ahora se utilizan robots en grandes organismos y empresas, pero que dentro de poco tendrán un uso particular.

Será un proceso lógico. Ahora, afirma, es la gran industria quien utiliza la robótica, pero poco a poco será la mediana industria, luego los comercios, y está convencida de que llegará a las casas particulares. Belén va más allá. Pone como ejemplo que ahora mismo ya hay asistentes personales, en forma de robots pequeñitos, que ayudan con las tareas del hogar y la organización. Lo tiene muy claro: el futuro será así.

Un progreso lento

La industria de la robótica, pese a los 20.000 millones que mueve en el mundo, se puede considerar en pañales. Sobre todo porque la opinión pública todavía no tiene una idea global de su utilidad. Así, Belén Garnica, hablando con orgullo de su Wall-B, explica que el gran reto que han superado es que consigue ver una realidad compleja. Ese es el desafío de la robótica. Argumenta que el gran paso que falta por dar a los robots sería el tener vista, igual que una persona usa sus ojos. Esa función, junto a la evolucionada inteligencia artificial, situaría a los robots en una dimensión más humana.

Pero no es el único freno al avance de la robótica. La cofundadora de Sadako asegura que «todavía cuesta un poco afianzar el concepto de empresa tecnológica en España«. Y eso, se lamenta, provoca que a la hora de conseguir inversión para los proyectos todavía siga habiendo dudas. Piensa que todavía existe una gran aversión al riesgo tecnológico, que si bien va cambiando, aún se mantiene.

En su caso particular, no duda al afirmar que existe una diferencia notable cuando se negocia con fondos de inversión estadounidenses y españoles. “En España cuesta más”. Así de tajante es Belén. Aunque también se muestra muy optimista, porque al contrario que esos inversores, a los que todavía cuesta un poco soltar dinero, explica que los clientes acogen los avances con mucha ilusión. Eso sí, aclara, también hay mucha exigencia por parte de esas empresas a la hora de contratar tecnología. Parece lógico.

Creciendo junto a Wall-B

Wall-B trabajando

Sadako está formada por un equipo de 14 personas y ha recibido ya cerca de un millón de euros de inversión (entre los socios fundadores, capital riesgo y préstamos y ayudas públicas). Además, está preparando una nueva ronda de inversión para financiar el despliegue comercial en 2016.

Preguntamos a Belén por la financiación y ayuda pública. En estos casos la respuesta suele ser unánime: “podrían hacer algo más”. Pero en su caso no es así. “Hemos recibido mucha ayuda pública, como Cedeti, Enisa, Plan Emplea… Concretamente nosotros sin esa ayuda no hubiéramos llegado hasta aquí”. ¿Proyecto atractivo?, ¿saber a quién dirigirse? Parece, entonces, que la financiación pública existe y, como en este caso, da resultados.

En cuanto a la financiación privada, gran parte del capital inicial ha llegado de sus propios bolsillos, el de los fundadores. También han contado con la ayuda de Caixa Capital Risc, filial de capital riesgo de la entidad catalana, y de KIC InnoEnergy, que fomenta la inversión para startups en el ámbito de la energía y el medio ambiente a nivel europeo.

¿Y tras el dinero? Antes o después había que centrar el tiro. Cuenta Belén que ellos empezaron en la industria nuclear, pero asegura que no es buen sitio para los proyectos pequeños. Entonces se dieron cuenta de que la tecnología que estaban desarrollando se podía usar en el negocio de los residuos. Ahí es donde empiezan a hacerse fuertes.

No es un sector sin durezas. Mueve mucho dinero, y algunas de las grandes compañías españolas tienen muchos intereses cruzados. Pero la cofundadora de Sadako asegura que ellos han tenido una gran acogida por parte de las plantas de residuo de estas empresas.

Cuenta que Ferrovial es cliente suyo con un robot, al igual que Sacyr Valoriza, y además tienen negocios con Urbaser (ACS) y están sentados en la mesa con FCC. El culpable de todo eso es Wall-B, al que no le importa mancharse las manos. Es su función.

Ahora habrá que ver qué otros robots se remangan los chips para contribuir a que la industria de la robótica siga creciendo.

1 COMENTARIO

  1. […] “El año ha sido extraordinario para Everis. Hemos crecido un 20% con un Ebitda de 74,3 millones de euros, un 42% más que el año anterior” Así lo ha anunciado Pepper, el primer empleado robot de Everis durante su encuentro con los medios, o “Antonio Machín” como le llaman sus nuevos compañeros. Y es que la consultora quiere seguir apostando por la transformación digital de forma activa, pero en otros ámbitos. Lo que podría traducirse en disminuir las ganas de innovar en aplicaciones (por ejemplo) para empezar a hacerlo en nuevos ámbitos (por ejemplo ¿robots?). […]

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