El fantasma del comunismo recorre la campaña electoral. El responsable del programa económico del PSOE, Jordi Sevilla, no sólo ha dado por imposible cualquier acuerdo con Unidos Podemos tras el 26-J, sino que ha insistido en un punto que los socialistas y el resto de partidos van a exprimir durante toda la campaña: La alianza Iglesias-Garzón ha supuesto para la formación morada el abandono de una posición transversal y la aceptación de los valores comunistas.

En su entrevista con Cope respondió algo que, de una forma u otra, repiten y repetirán los portavoces socialistas durante los próximos meses, y es que jamás se les había pasado por la cabeza que del hastío que provocó el 15-M saldría «el comunismo de Anguita». Un Anguita que, por cierto, se daba hace poco un baño de multitudes con Podemos calificándose como «militante de la confluencia». «No pensé yo que eso fuera lo moderno y el futuro», lamentó Sevilla.

Palabras parecidas a las que ya había pronunciado Albert Rivera, quien ya dijo: «Si la gran novedad de la política española es el Partido Comunista, apaga y vámonos». «Se ha producido una unificación de las juventudes comunistas», había afirmado Susana Díaz. «Me alegro de que se quiten la careta y los españoles vean donde están colocados ideológicamente, que es en la extrema izquierda», afirmaba por su parte el líder de las Juventudes Socialistas, Nino Torre.

El periodista de La Marea Antonio Maestre subrayaba su estupefacción en un tuit:

Sin embargo, lo raro hubiese sido lo contrario, al menos si tenemos en cuenta que la separación entre socialistas y comunistas no tiene nada que ver con la llamada «nueva política». Hace casi justamente un siglo se celebraba en Suiza la Conferencia de Kienthal, que marcaría el camino para la ruptura entre los comunistas revolucionarios hoy representados por Izquierda Unida –y, por reciente asociación, Podemos–, y los socialistas reformistas que se alejaron de las vías revolucionarias. Paradojas de la vida, el primer diputado del PSOE en el Parlamento español, Pablo Iglesias, era de los escépticos, en la línea de Largo Caballero.

Basta con echara una ojeada a las famosas 21 condiciones que exigía la Internacional Comunista para formar parte de sus filas para entender que el PSOE finalmente renunciase, abriendo paso a la creación del Partido Comunista, hace ya 95 años.

En realidad, los estatutos de IU dejan meridianamente claro que sus objetivos no han cambiado tanto, y que son difícilmente asumibles por el PSOE o por la Unión Europea:

Izquierda Unida queda definida en el artículo 1º de estos Estatutos como un movimiento político y social anticapitalista que pretende contribuir a la transformación del actual sistema capitalista en un sistema socialista, fundamentado en los principios democráticos de justicia, igualdad solidaridad, libertad y respeto por la naturaleza, el medio ambiente y las diferencias personales y defensora de la paz como principio para la convivencia entre los pueblos. Asimismo se afirma que dicha sociedad socialista se organizará a través de un estado social y democrático de derecho, republicano, federal y laico.

El PSOE no ha dudado en meter el dedo en esta llaga histórica. El responsable de Estrategia y Comunicación del PSOE, Óscar López, consideraba también que la nueva alianza les mete «en la vieja política».

Y serán política vieja, pero tienen como ventaja la juventud de Iglesias y Garzón, su capacidad de generar una campaña optimista frente a unos socialistas que no consiguen  el mismo impacto en redes sociales ni en la calle. Las barreras ideológicas son importantes para quien se preocupa por entenderlas, pero para muchos votantes sí hay una diferencia entre lo nuevo y lo viejo, o al menos eso es lo que dicen las últimas encuestas. Según lo que cuentan, los de Iglesias y Garzón tienen a tiro el cacareado ‘sorpasso’ por número de votos. Y, depende de la encuesta que mires, también por escaños –la de Kiko Llaneras en El Español arroja una victoria también por diputados, aunque la de NC Report para La Razón no lo deja tan claro–.

Dicho lo cual, de nada sirve a Podemos acercarse en escaños al PSOE si no cuenta con su apoyo de cara a la formación de Gobierno. Si Pablo Iglesias no apoyó a Sánchez como presidente, difícilmente esperará que su rival haga lo contrario.

Los últimos datos indican que la gobernabilidad puede ser al menos igual de complicada a partir del 27 de junio. Aunque parece que el PP incluso podría mejorar los resultados del 20-D, en parte lo haría por la movilización de un electorado preocupado por la alternativa a la izquierda, y en parte mediante a la sustracción de algunos votantes de Ciudadanos.  Pero es difícil que alcancen mayoría. Del mismo modo, descartada una alianza UP-PSOE, no parece que haya un camino a la izquierda, y menos aún si pensamos en cómo desde Podemos no dejan de mirar los sillones que quieren ocupar y hacer cosas como descartar de inicio a Borrell como hipotético ministro de un gobierno del cambio.

Sea como sea, veremos cumplirse la predicción de hace unos pocos días de la premio Nobel bielorrusa Svetlana Alexiévich, quien recientemente decía en Barcelona: «La idea comunista volverá a nuestras vidas».

Al menos en campaña, nos vamos a hinchar.

 

Foto: Dennis Goedegebuure en Flickr

 

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