Hay algo oculto en todas las películas modestas que fascina a cualquier espectador inquieto. Algo que palpita en el interior de los títulos que no quieren ser ni la superproducción del verano ni el bombazo de la temporada. Que simplemente pasan por unos cuantos festivales, hacen una ruta de moderados triunfos y luego se estrenan, como esta Cut Bank, un fin de semana de agosto confiando en el boca-oreja y en un sábado sin fútbol en la tele.

Cuando esas películas están hechas con mimo y respeto por el espectador, por muy modestas que sean, se hacen hueco en un rincón de la memoria y ahí se quedan.

No sé si Cut Bank es lo suficientemente modesta o, por el contrario, no es lo suficientemente ambiciosa, pero desde luego no engaña a nadie. Sus referentes inmediatos son Fargo y demás historias de crimen costumbrista norteamericano que popularizaron los hermanos Coen: un crimen ridículamente sencillo que se complica de forma disparatada, un puñado de personajes de inocencia e integridad aparentemente graníticas y un montón de giros de guion que mantienen al espectador en vilo.

En este caso, con el robo de un furgón de Correos y su accidental grabación en vídeo doméstico gracias a la que se puede cobrar una recompensa. Por descontado, nada es lo que parece, ni siquiera los muertos, y Cut Bank se mueve con complacencia entre los tropos inevitables del género y la encomiable intención de arrancar algún que otro “oh” de sorpresa al espectador desprevenido.

El resultado es modesto y, por eso mismo, memorable. Las interpretaciones del quinteto pritagonista son estupendas: de la firme sequedad de un Billy Bob Thornton lejos de los agotadores tour de forces que le exigen los Coen a un Bruce Dern excéntrico, agotado y memorable, pasando por la pareja protagonista -los jóvenes Liam Hemsworth y Teresa Palmer, ambos espléndidos en su papel de asidero a la normalidad para el espectador, pero sin evitar incorporar algunos dobleces interesantes a sus personajes-.

Pero quienes destacan, sin duda, son un Michael Stuhlbarg lleno de secretos y dobles fondos y un gigantesco John Malkovich, que se merienda al resto del reparto con su encarnación de un sheriff triste e inadecuado, pero íntegro como una roca. Son los cuatro vértices de un poliedro de secretos y mentiras a los que Matt Shakman sencillamente no estorba en este, su debut en el largo (aunque lleva años dirigiendo multitud de series y obras de teatro). Alguna cucamona en la planificación es todo lo que se permite, consciente de que lo que importa en Cut Bank, como en cualquier buena historia de crímenes, son los personajes.

Y con esa modestia transcurre plácida una película sin más pretensiones. Pero de esas que hacen que esperes que, esta vez sí y por una vez, funcione el boca-oreja y el sábado no haya fútbol en la tele. Porque se lo merece.

ficha

Cut Bank

Matt Shakman

2015

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