#SaveTwitter. Este hashtag fue trendig topic durante todo un día. 24 horas. Todo empezó con un fallo en la plataforma y las ganas de encender las redes por parte de algunos usuarios. Lo que provocó la semana pasada una especie de histeria colectiva en torno a Twitter y la posibilidad de que se cerrara. Una cara A que contrasta con una cara B que también provoca tensión entre los usuarios: el derecho a que se respete su intimidad.

¿Por qué preocupa tanto perder una red/redes donde se vierte, de forma continua, información y datos personales y a la vez, molestarnos si encontramos esa información en internet?

“Avanzamos hacia las redes sociales. Nos estamos moviendo hacia la identidad persistente. Nos estamos moviendo hacia la falta de privacidad”. Con estas palabras alertaba Christopher Poole, fundador de 4Chan (ese lugar que él mismo denomina “sin censuras”) de nuestra excesiva exposición pública, de nuestro chorreo de “autoinformación” en internet. Pero ¿qué es 4Chan y quién es su fundador? Las declaraciones anteriormente escritas pueden escucharse en el documental ‘Somos legión. La historia de los Hackers’, donde se explica cómo Poole, con tan sólo 15 años fundó 4Chan, una web a la que subir fotografías y comentar en hilos temáticos bajo una premisa, ser anónimo. Y donde apuntan, según el documental, que se fundaron los orígenes del grupo Anonymous.

Hace unos días publicaba Giomar Roglán una entrevista en la revista ‘Papel’ a Gala González, una de las 10 blogueras más influyentes del mundo (o directamente influencer, como ella misma prefiere definirse), donde hablaban de su forma de vida y sobre todo, de su trabajo. Regalos de marcas, viajes, mimos y trabajos por todo el mundo que avalan “Aproximadamente 10.900.000 resultados (0,30 segundos) “ según el buscador Google, más de 700.000 seguidores en Instagram, 315.017 en Facebook y 81.786 en Twitter. Con todo ello bien mezclado, sale un cocktail perfecto: 2000 euros por mencionar a una marca en una publicación o 4000 por subir una fotografía a las redes.

Un nuevo empleo que surgió con el boom de Facebook, Twitter, Instagram… y con la idea de publicarlo (digamos casi) todo en internet, a la vista de todos. Las redes dan popularidad y ésta, fama. Algo que conlleva exposición social, guste o no, y no siempre a elección.

Además, las nuevas generaciones y su cultura millennial que los diferencia de otras pasadas en el uso activo de las nuevas tecnologías, tienen una necesidad de compartir información que años atrás no se tenía, y tampoco se experimentaba. Las conocidas hormonas del buen humor descubiertas en un estudio neurobiológico, son provocadas por el contacto humano, algo que ha sido relacionado con la sensación que experimentan los millennials al comentar una entrada de blog, o pronunciarse con likes o retuits en las diferentes redes sociales.

Todo esto es perfectamente adherible a los resultados de otro estudio realizado por los especialistas de la Universidad de High Point (Carolina del Norte) y publicado en el Daily Mail, que afirman que los “millennialls” son mucho más narcisistas en las redes que generaciones anteriores y no solo eso, sino que entre ellos no es popular la adicción por el trabajo, sino más bien la necesidad de unirlo o equilibrarlo con la vida personal. Lo que podría decirse, aspirar a vivir como la popular González. Y ya tenemos la fábrica de influencers.

¿Pero gusta tanto el gustar como a simple vista parece?

Después de la exposición viene la redención. Y es que a pesar de que ese nuevo frenetismo por publicar en las redes no deje de aumentar en popularidad, por el contrario, la privacidad se ha convertido en un tema fundamental para la mayoría de los usuarios. Los datos publicados en el informe ‘La sociedad de la información en España 2015’ de la Fundación Telefónica, revela que el 82’8% de los internautas considera este tema de gran importancia. Esto lleva a que el 85,2% de ellos crea que es necesario un sistema que ayude a identificar y borrar los datos personales, ya que dos de cada tres preferiría que se habilitasen mecanismos para que el mismo usuario pueda eliminar dicha información de internet.

Entre la información personal que a los usuarios no les gustaría perder de vista, al 77% de los encuestados les preocupa que fotografías y vídeos donde aparecen sean divulgadas en internet sin su conocimiento/consentimiento. De hecho, un dato curioso a destacar es que los jóvenes son los que más se preocupan por la privacidad, frente a los mayores de 44 que prefieren albergar sus datos personales en la nube. Es más, hasta el 43% desactiva la cámara web o incluso la tapa por miedo a un control remoto de la misma.

Según publica Google en su informe de transparencia en referencia a las solicitudes de privacidad en Europa relativas a la retirada de resultados de búsqueda, en España los usuarios relacionados con este país han solicitado a Google que retire es de 138.958 URLs y el número total de solicitudes que Google ha recibido de este país: 45.454 solicitudes.

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También destacar que entre los diez dominios que el buscador destaca por haber retirado más URLs de los resultados de búsqueda aparecen Facebook (13838 URls retiradas), Youtube (6918 URLs retiradas), Twitter (5671 URLs retiradas) o Google Plus con 5569 URLs retiradas).

Leyendo todos estos datos se pueden llegar a varias cuestiones, ¿vale todo exponiéndose en internet si se consigue algún tipo de beneficio? ¿Gusta la libertad de expresión hasta que ofende o afecta de modo personal? ¿Por qué la generación que más se expone a internet tiene tan presente la privacidad?

“Más vale que no tengas que elegir entre el olvido y la memoria”, que cantaba Sabina.

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