Este recopilatorio de dos miniseries vinculadas por una protagonista común tiene, como siempre sucede con el guionista Mark Waid (al que recordamos de Kingdom Come , soberbias etapas al frente de The Flash o Daredevil y la reciente colección de la Princesa Leia de Star Wars ), una idea potente que le da energía y, en este caso, incluso le otorga sentido. Catherine Allingham es la mejor detective del mundo, y padece un cáncer cerebral que, por una parte, la matará en seis meses, y por otra, la hace ver cosas que no existen. Por eso, obsesionada con resolver el misterio de todos los misterios -la posibilidad de vida en el Más Allá-, necesita un par de ojos fiables: los de su ayudante Doyle, que no solo es el músculo del equipo, sino que también posee una prodigiosa capacidad de observación, lo que lo convierte en una peculiar macedonia bajo un mismo cuerpo de los dos conceptos que sustentan siempre los equipos de detectives.

The Unknown

Mark Waid y Minck Oosterveer

Boom!

Aleta Ediciones

2015

Lo que mejor enhebra Waid en estas dos primeras historias de Catherine Allingham son las tramas detectivescas: su primer caso narrado, como mandan los cánones, es una actualización de un clásico. Un misterio de habitación cerrada (un crimen cometido en una estancia sellada herméticamente de la que no se puede entrar ni salir), tópico de la literatura detectivesca a la que se han enfrentado todos los investigadores clásicos, y que aquí se nos describe como un “crimen cuántico”. Waid posee un ingenio sin igual para estos conceptos, y lo más divertido de The unknown son estas investigaciones (en la segunda historia, El diablo hecho carne, indaga en unos peculiares crímenes en los que la víctima tiene tiempo de escribir una críptica palabra con sangre, otro clásico del género). Sin embargo, Waid prefiere usar estas historias como excusa para hablarnos del conflicto dramático de Allingham, escéptica pero necesitada de algo que la consuele ante su inminente muerte. Es en esos momentos (como al final de la segunda historia), cuando se reflexiona sobre esos conceptos, cuando The Unknown se revela decididamente menos interesante. El lector acaba suspirando, dada la velocidad a la que se suceden los acontecimientos detectivescos y lo demasiado que nos enfrentamos a los dilemas de la heroína, que el cómic fuera como una serie de televisión: casos independientes, de pura esencia criminal, y una trama secundaria que nos fuera desvelando detalles sobre la vida de la investigadora.

 

 

A pesar de esta decisión, lo cierto es que Waid sabe dialogar con espectacular agudeza y tramar escenas de ritmo delirante. El dibujo de Minck Oosterveer, algo descuidado en ocasiones, no siempre está a la altura de las circunstancias. Pero pese a los altibajos, The Unknown queda como un cómic menor dentro de la obra de Waid, pero más que interesante para los fans de los misterios sobrenaturales.

 

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