Un año lleva en marcha Internet.org, el proyecto con el que Facebook trata de garantizar el acceso a Internet en las zonas más pobres del planeta. Sin embargo, por muy bonita que pareciese la idea de Mark Zuckerberg, algunos de los socios que en su día apoyaron la iniciativa, se acabaron bajando del carro. Ahora Facebook busca nuevos aliados.

Era una idea genial. Brillante. Un proyecto justiciero, propio de Robin Hood. Llevar Internet allí donde no pueden permitirse la construcción de infraestructuras ni el pago de tarifas de red demasiado elevadas comparadas con el sueldo medio de los habitantes. Dotar de servicios primermundistas a los condenados tercermundistas.

Internet de todos y para todos, debió pensar Zuckerberg, para después terminar proclamando Facebook de todos y para todos. Porque la cosa no estaba en hacer llegar a Zambia, Tanzania, Kenia, Colombia, Ghana, India, Filipinas y Guatemala (entre otros) el Internet que todos conocemos, sino un estudiado y seleccionado número de sitios web entre los que encontramos el acceso a Facebook, Wikipedia, Accuweather, MAMA (Mobile Alliance for Maternal Action), Messenger, BBC News, Bing Search, Airtel, WRAPP (Women´s Rights App), UNICEF, 1DOC3, Argonet, etc.

Podríamos decir que Internet.org ofrece el uso de aplicaciones de salud, educación, servicios financieros y traductores, mientras que no permite que los países beneficiados por su proyecto puedan ver vídeos en Youtube. 

Desde luego no es nada fácil llevar a cabo lo que Mark Zuckerberg prometía, Internet gratuito para todos y en casi cualquier lugar del mundo, pues se necesita de mucho apoyo económico, un desembolso de dinero que de alguna forma debe ser recompensado. Internet.org es simplemente otro negocio que no podemos tachar ni de malo ni de bueno, pues cumple con una función, que es la de dar acceso a miles de usuarios a una gran cantidad de espacios a los que no podrían llegar sin este proyecto, a la vez que consigue determinados beneficios.

Un año después y varios enemigos de más, Internet.org tiene en mente ampliar su servicio gratuito, y para ello se ha comprometido a facilitar el trabajo a aquellos operadores que se muestren interesados en colaborar. «Nuestra meta», según han explicado desde la plataforma, «es trabajar con tantos operadores móviles y desarrolladores como sea posible para extender los beneficios de la conectividad para diferenciar distintas comunidades locales de todo el mundo». 

El proyecto no termina de despegar, pues las piedras en el camino no se lo han puesto fácil. Ahora queda por ver si en este segundo año Internet.org consigue aumentar su presencia de la mano de nuevos socios, o si por el contrario, esto del Internet para todos se queda en lo que quiso ser y no pudo.

A medio camino…

En 2012 se presentaba Tizen, el sistema operativo de Samsung que ya ha tenido presencia en el smartwatch Gear S y en el Samsung Z1. Pero a partir de ahí poco más hemos sabido del desarrollo de este proyecto, que ahora la compañía surcoreana quiere relanzar en Europa en su versión Tizen 3.0.

Vuelve Samsung a empeñarse en sacar adelante un sistema que aún está muy verde para competir con Android e iOS, lo que nos hace aventurar un nuevo fracaso.

Tizen y Firefox OS, dos sistemas operativos que no terminan de convencer

Otro sistema operativo que también intenta hacerse un hueco, aunque con un éxito similar al de Tizen, es Firefox OS de Mozilla.

Será en noviembre cuando llegue Firefox 2.5, la nueva versión que tratará de mejorar la experiencia del usuario. Aunque, teniendo en cuenta que gran parte de su mercado se encuentra en países emergentes y en vías de desarrollo, y que tiene por encima a Android e iOS, ya podemos decir que el camino que tiene por delante no va a ser nada fácil. Además, a su mismo nivel y con objetivos similares, Firefox se encuentra con Ubuntu Phone y Tizen como rivales.

¿Un atajo?

Otras empresas intentaron llegar al final del camino y después de varios fracasos no tuvieron más remedio que buscar una alternativa, un atajo, otra opción que les permitiese sobrevivir con nuevos productos. Y de esto saben mucho en Blackberry y Nokia, que después de tocar el cielo no tuvieron más remedio que reconvertirse para no verse bajo tierra.

Los smartphones iban a acabar con Nokia

Nokia se hizo de oro en los 90 con la venta de teléfonos, para después sufrir un enorme batacazo con la llegada de los smartphones. Primero insitió con el lanzamiento al mercado de teléfonos móviles que pasaban desapercibidos, para después acabar aliándose con Microsoft y Windows Phone. Finalmente la sección de telefonía quedó bajo el control de Microsoft en 2014, dejando a Nokia centrada en tres grupos de negocios: Nokia Networks (telecomunicaciones), Here (mapas) y Nokia Technologies (desarrollo de tecnología).

Blackberry fue otra compañía que supo ver el éxito de la mano de los teléfonos móviles, y se ganó su fama gracias a los teclados completos con los que contaban sus terminales, algo que entonces era inusual. Pero como le había pasado a Nokia, llegaron los smartphones, que con su pantalla táctil y su teclado qwerty hacían la competencia a Blackberry.

Lo que hacía especial a Blackberry había quedado anulado, por no decir que incluso era superado por lo táctil. Los botones eran despreciados, la gente quería tocar la pantalla y olvidarse de los teclados físicos. Entonces, a Blacberry le quedaban dos cosas por hacer: pasarse a la moda de los smartphones sin teclado, renunciando a su identidad y metiéndose de lleno en un mercado que pronto quedaría sobrecargado por la llegada de cientos de miles de nuevos modelos; o adaptar sus terminales hacia las nuevas necesidades apostando por alguna característica diferencial. Lo que hizo Blackberry fue desarrollar terminales en los que la seguridad juega un papel muy importante.

Sus teléfonos se han convertido en el complemento perfecto de los empresarios y del Gobierno de EE.UU (hasta Barack Obama presume de Blackberry).

Los wearables, ¿se perderán en el camino?

En el mercado de los sistemas operativos parece muy complicado hacerse un hueco, en el de los smartphones hay que dedicar todos los esfuerzos a la innovación y la diferenciación, pero, ¿y en el de los wearables?

Se han convertido en un objeto deseado, solo hay que ver lo que Apple ha logrado con su smartwatch, un recién nacido que ya luce en millones de muñecas por todo el mundo, en dispositivos apoyados marcas como Samsung, LG, Huawei o Sony. Su éxito viene de esa idea de estar constantemente conectados, de tener lo último en tecnología, sin embargo, todo esto también nos lleva a preguntarnos si la apuesta que se hace ahora por los wearables tiene fecha de caducidad

Las Google Glass eran ese wearable de ensueño que jamás terminó de aparecer, mientras que los smartwatches y las pulseras inteligentes se hacían un hueco en el mercado. Y la preocupación quizás resida en la utilidad que supimos ver en los relojes (algo limitada) pero no en las gafas ¿Qué podemos hacer con un reloj? Contar pasos, recibir avisos de las notificaciones, consultar el calendario, programar una alarma y hasta conocer tu ritmo cardiaco. A partir de ahí para de contar. Un reloj o una pulsera inteligente no pueden incluir muchas más aplicaciones, sería absurdo. Es por esto que podríamos encontrar en los wearables un futuro muy limitado.

Por ello, pensar que compañías que hoy apuestan por el desarrollo de wearables dentro de unos años deberán dejar de hacerlo, como en su día hizo Nokia con los móviles, no es ninguna locura. Podríamos traducirlo más como una evolución lógica, como el camino que muchas empresas están condenadas a seguir. 

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