Ferraz pretende que la elección del nuevo secretario general no se aborde hasta dentro de medio año, con los ánimos más calmados y la guerra civil apaciguada. Los críticos con el nuevo aparato han recogido firmas para forzar que el cónclave se convoque de inmediato. La gran incógnita es si Pedro Sánchez volverá a dar la batalla por el liderazgo del PSOE.

La gestora que está al frente del PSOE desde la caída de Pedro Sánchez, el pasado 1 de octubre, pretende posponer al máximo la convocatoria del Congreso donde el partido debe designar nueva cúpula directiva. El órgano que preside Javier Fernández considera precipitado celebrar de inmediato ese cónclave y tiene intención de aplazarlo al menos hasta primavera, tal y como ha podido saber este diario de fuentes internas. Ferraz tratará de alcanzar el máximo consenso posible sobre el calendario interno, pero su idea es que las primarias que deben preceder al Congreso no se convoquen antes de febrero, quedando para abril o mayo la ratificación del resultado.

No descartan, incluso, que se deje aún para más tarde y todo el calendario orgánico, primarias y posterior Congreso extraordinario, tenga lugar en verano. El único precedente mínimamente válido es el del año 2000, cuando una comisión política se puso al mando tras la dimisión de Joaquín Almunia. Los gestores llegaron en marzo y apenas cuatro meses después fue elegido José Luis Rodríguez Zapatero nuevo secretario general.

Ahora se quieren dilatar los plazos, dadas las delicadas circunstancias de la formación, aunque todo dependerá de cómo se desarrollen los acontecimientos en el arranque de la legislatura y, muy en especial, del grado de activación que tengan los nuevos críticos. Los sanchistas quieren que se vote de inmediato al nuevo líder y han emprendido una recogida de firmas entre los militantes -no validada- para forzarlo. Si lograran el aval de más de la mitad de los afiliados, la celebración del cónclave sería perentoria. La gestora cree que esta movilización menguará con el paso de las semanas.

Los estatutos del partido obligan a, una vez dimitido el secretario general o la mitad más uno de los miembros de la Ejecutiva, celebrar un Congreso extraordinario que renueve la dirección, pero no fija plazos. La convocatoria del mismo es competencia del Comité Federal, donde los barones que tumbaron a Pedro Sánchez han demostrado ya por dos veces tener mayoría. El Comité Federal se reunirá cuando así lo decida la gestora.

Los estatutos obligan a convocar un Congreso extraordinario si cae el secretario general, pero no fijan plazos para hacerlo

“Cuando las vacantes en la Comisión Ejecutiva Federal afecten a la Secretaría General, o a la mitad más uno de sus miembros, el Comité Federal deberá convocar Congreso extraordinario para la elección de una nueva Comisión Ejecutiva Federal”. Esa es la literalidad del artículo 36.o, el que contempla y regula una coyuntura de interinidad como la actual. Al ser extraordinario, este cónclave no debe ser convocado con al menos 60 días de antelación, como los Congresos Federales, y “sólo puede adoptar resoluciones sobre las materias previstas en el orden del día para el cual fue convocado”.

La idea de Fernández y su núcleo duro es ganar tiempo para que la situación se suavice, máxime tras el previsible pico de tensión que alcanzará con la investidura de Rajoy, este sábado. Los siete diputados del PSC se saltarán la disciplina de voto y mantendrán el ‘no’ al líder del PP, línea que seguirán otros parlamentarios fieles a Sánchez, que podrían sumar entre 5 y 15 disensiones más. Un escenario que deberá gestionar el aparato con la apertura del correspondiente expediente y posterior sanción, que puede ir desde la multa económica a la expulsión. Fernández ya ha dicho que no está pensando en este último supuesto, pero lo que es inevitable es otro episodio de guerra fratricida.

En esas condiciones, la gestora cree improcedente abrir el melón del calendario orgánico. Convocar ahora unas primarias -preceptivas en todo caso- significaría ahondar en la división, probablemente con un enfrentamiento directo entre Pedro Sánchez y el candidato elegido por los barones que le tumbaron, quizá Susana Díaz. El exsecretario general es la gran incógnita de todo el proceso. Desde su dimisión, llevó a cabo un retiro de 25 días –diez de ellos en Estados Unidos-, reapareció la jornada en que Rajoy pronunciaba su discurso de investidura, acudió de nuevo el jueves al Congreso para votar ‘no’ al candidato y aún no ha dicho si se abstendrá en la segunda votación, como decidió el máximo órgano del PSOE.

Sánchez aparece atrapado en una gran paradoja: si se salta la resolución del Comité Federal, perderá credibilidad como líder; si asume la abstención, contravendrá la consigna del ‘no es no’ en torno a la cual ha ganado la ascendencia que tiene en bases y cuadros del partido. La duda se resolverá en apenas unas horas.

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