Fue mi abuela quien me explicó un día lo que era mear fuera del tiesto. Y en su infinita generosidad, fue un poco más allá y tuvo a bien detallarme lo desagradable que podría ser limpiar la irresponsabilidad del que lo hiciera. Casi mejor no reproduzco la explicación porque aunque efectiva, quizá mostrándola fuera de contexto y poniendo sus palabras negro sobre blanco, restaría la brillantez verbal de mi abuela. Pero la moraleja era clara: no es bonito limpiar las meadas/cagadas ajenas, máxime cuando están fuera de lugar. Desde entonces vengo observandolo difícil que resulta saber estar cada uno en su sitio y no invadir territorios que no te corresponden.

Esta semana han proliferado los tiestos y los meones. Todos queriendo evacuar sus aguas menores en recipientes ajenos, que no les corresponde y además con poca puntería, lo que suele resultar tan desagradable como innecesario. Se preguntaba Alejandro Dumas, “cómo es que, siendo tan inteligentes los niños, son tan estúpidos la mayor parte de los hombres”. Supongo que sería una pregunta retórica, porque nadie ha dado con la respuesta aunque motivos para plantearla siguen sobrando.

La CUP de Manresa propuso legislar sobre el uso de los tampones y las compresas que utilizan las mujeres durante la menstruación y lo ha conseguido. Maravilloso. Problema puntero entre la ciudadanía. Un partido anticapitalista legislando sobre el sangrado de la mujer. No entiendo nada aunque ellos tampoco, y miren donde han llegado.

He tenido que leer la propuesta tres veces porque mi incredulidad no me permitía dar veracidad a semejante disparate. Al parecer, este grupo político quiere que las mujeres sustituyan los tampones y las compresas por esponjas marinas, copas menstruales y apósitos de tela para no atentar contra el medio ambiente. Sobre el atentado a la inteligencia de su propuesta todavía no se han pronunciado, debe ser porque no han llegado aún a ese punto.

Ahí los tienen, trabajando para el pueblo: cambiar el tampax por una esponja marina durante la menstruación femenina, que por el bien de los niños, espero que ninguna de estas lumbreras esté pensando en reutilizar a Bob Esponja y sacarlo de su mundo animado para introducirlo en la anatomía de la mujer. Mejor borro de mi imaginación esa imagen y me centro en el vicio que tienen algunos por el ordeno y mando del cuerpo de la mujer y su biología… ¡qué perra!

No entiendo por qué un ministro, un cura, un médico o un político tienen que decir lo que una mujer debe hacer o dejar de hacer con su cuerpo pero algunos insisten, como si la evolución no hubiera pasado por ellos. Y sin embargo, no es eso lo más sorprendente -voy a evitar decir sangrante, más que nada por el contexto y por evitar de nuevo la imagen del pobre Bob Esponja-. Lo más asombroso es el silencio de algunas voces que a día de hoy deberían estar desgañitándose contra este alarde de machismo, con las bragas en la mano, que diría aquella concejala de Málaga, y organizando congresos ininterrumpidos encabezados por las Femen para denunciar esta iniciativa.

Puede que tanta tontería provoque sordera y esa sea la razón por la que no he escuchadoa una sola feminista u organización que asegure serlo, al menos para recibir unas subvenciones que para sí la quisiera cualquier ONG, protestar por semejante aberración

Me dicen hace una semana que un panda de políticos va a regular la menstruación de las mujeres, y no tengo campo para correr ni cavidad bucal para alojar tanta risa. Ya lo dijo Einstein: “Hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana. Y del Universo no estoy seguro”. Lo malo de la estupidez es que cuando se la deja suelta, se reproduce y crece a pasos agigantados. Siguiendo ese ritmo de reproducción no sería de extrañar que después de regular la menstruación, vayan a reglamentar otras acciones igual de privadas e intimas como el sexo, la depilación, la masturbación, la forma de orinar, de ducharse, de usar un preservativo, de limpiarse las partes más o menos nobles, de sonarse la nariz, de parir…

Creía el autor de El Principito, Antoine Saint Exùpery, que “el mundo entero se aparta cuando ve pasar a un hombre que sabe a donde va”. Llevamos un tiempo que no se aparta nadie porque nadie da pruebas evidentes de saber dónde va. Medio mundo parece haberse vuelto loco. Y el otro medio parece aceptarlo tal y como viene, sin más, sin oponer resistencia. Toda esta situación me recuerda al niño cuyo video se ha hecho viral esta semana por intentar convencer a su madre de que los dibujos aparecidos en el espejo rayados con pintalabios rojo eran responsabilidad de Batman. El niño es para comérselo porque lo dice con tal convicción y seguridad en sí mismo para justificar su travesura, que terminas creyendo que Batman ha garabateado el espejo y se fue como vino, sin que nadie le viera. No sé si será su lengua de trapo, sus gafas de pasta o su camiseta del Real Madrid, pero el niño apunta maneras para convertirse en un crack, no sé de qué, pero hoy en día eso tampoco es tan importante. Lo malo de no comerse a los niños cuando apetece, es que luego crecen y ya no hay solución.

Así que ya lo saben, todo lo que pase es culpa de Batman. A ver quien se lo explica a Bob Esponja.

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