Estación Hidroeléctrica Dniéper

La meseta de Valdái, al occidente de Moscú, es el punto en el que nace el río Dniéper que riega la Rusia centralBielorrusia Ucrania a lo largo de 2.287 kilómetros de curso. Se trata del cuarto río más largo de Europa y sus aguas drenan 516.300 km² de cuenca. Bebe de sus afluentes más importantes: Bereziná, Prípiat y Desná. Su interés comercial reside en los 1.900 km que son navegables.

Hoy, el Dniéper padece las consecuencias del accidente nuclear de Chernóbil de 1986, pues cruza la denominada zona de exclusión que rodea a la central. De hecho, su principal afluente, el Prípiat, paralelo a las instalaciones, recibió el vertido de los residuos radioactivos. Por eso, sus aguas contaminadas afectan, en especial, al curso final en Ucrania, atravesando la capital Kiev y desembocando en el Mar Negro. Se calcula que unos 9 millones de habitantes en Ucrania consumen o riegan con aguas contaminadas del río Dniéper.

Pero este no es el único peligro al que se enfrenta. Sus últimos 800 kilómetros forman una cadena de seis embalses, con muy poca distancia entre sí, consecutivos, construidos durante la época soviética para la producción de energía eléctrica: Kiev, Kaniv, Kremenchuk, Dniprodzerzhynsk, Zaporiyia, y Kajovka. En estas presas se genera un 10% de la electricidad que abastece al país.

Si uno sólo de estos embalses falla, podría representar una considerable amenaza para Ucrania al causar grandes inundaciones. Hasta ahora no se ha realizado un estudio pormenorizado de la seguridad de todas las presas como un único sistema o las consecuencias que se derivarían si una de ellas resultara dañada. En el peor de los casos y teniendo en cuenta los niveles de contaminación radiactiva existentes, un accidente podría poner en serio peligro muchas regiones de Ucrania y la cuenca del mar Negro.

La disminución del caudal del Dniéper por la construcción de los embalses ucranianos ha provocado graves problemas al medio ambiente, entre éstos, el desequilibrio de la vida acuática y la erosión de sus riberas.

Peligro de graves inundaciones, ataques terroristas y guerra

Junto a grandes inundaciones, otros daños a los que se enfrentan los pantanos es la posibilidad de un desastre natural causado por terremotos, un ataque terrorista o la intervención de fuerzas militares enemigas en tiempos de guerra, como en este momento que vive Ucrania tras la invasión rusa.

A pesar de la resistencia que se le supone a este tipo de infraestructuras para salir ilesas de amenazas terroristas o desastres naturales, son mucho más vulnerables de lo que se pueda imaginar.

Estos días se ha comprobado cómo el armamento empleado por Rusia es capaz de atravesar edificios como si de una porción de mantequilla se tratara. Y aunque algunos expertos aseguran que cada presa del Dniéper quedaría a salvo de un terremoto -en los niveles habituales de la región-, de la caída de meteoritos o incluso ante un accidente aéreo. En este sentido, el Gobierno de Ucrania ha adoptado medidas contra las inundaciones catastróficas y el mal funcionamiento de las presas. Asimismo, centran su atención en la salvaguarda de las presas y los puentes a través de unidades especiales del Ministerio del Interior y otras agencias de seguridad.

Una cascada de embalses​

El riesgo adicional que suponen los embalses del Dniéper es que constituyen una cascada, con una distancia muy corta entre ellos. En el supuesto caso de que se produjera la rotura de una de las presas superiores, la inundación impactaría con las otras presas en cuestión de horas. Consecuentemente, liberaría los embalses inferiores en el mar Negro. Un desastre similar tuvo lugar en Henan, China, con la presa de Banqiao. Fue en 1975, durante el tifón Nina. Se produjo una cascada de fallo de 62 presas y las inundaciones afectaron a 10 millones de personas y 30 ciudades y condados. En total, 12.000 kilómetros cuadrados y casi 7 millones de viviendas​ devastados.

La eventual rotura de un presa por los bombardeos

Si por el efecto de los actuales bombardeos sobre Ucrania se produjera la rotura de una presa, las inundaciones podrían arrasar zonas con una alta densidad de población, como son los casos de Dnipropetrovsk, Zaporizhzhia y Jersón, lo que obligaría a la evacuación y, aún así, las víctimas se contarían por millones y los daños afectarían a zonas industriales estratégicas.

En el caso del embalse de Kiev, el más temido por las autoridades ucranianas, la inundación alcanzaría las zonas más bajas de la ciudad, sobremanera los barrios residenciales más poblados. Tampoco es descartable la extensión de la contaminación por los residuos urbanos e industriales.

En los años 80, la preocupación por una posible inundación catastrófica ya era evidente en el Gobierno y entre la ciudadanía, pero no sería hasta 2001 cuando el Servicio de Seguridad de Ucrania realizó un simulacro de ataque terrorista que resultó satisfactorio para la autoridades.

Enclaves nucleares en riesgo

Al tiempo que se analizaba una posible inundación catastrófica, surgió una nueva amenaza: las aguas liberadas de todos los embalses dañarían varios lugares nucleares en la cuenca del Dniéper. Después, el Mar Negro se vería afectado por la contaminación radiactiva y se desencadenaría un desastre nuclear en toda Europa por la la nube tóxica y las aguas contaminadas.

Mapa que muestra contaminación por cesio-137 en Bielorrusia, Rusia y Ucrania a lo largo  río Dniéper

Embalses contaminados y cementerios de residuos tóxicos

Tras el accidente de Chernóbil se descubrió que los radioisótopos que se disolvieron por las lluvias contaminaron el fondo del embalse de Kiev. Años después hubo intentos de drenar el embalse debido a que era demasiado superficial. Pero los expertos alertaron de que esa operación podría convertir toneladas de lodo en polvo radiactivo, con el consiguiente riesgo de dispersión por el efecto del viento. El lodo no representa riesgo si el embalse no se drena. De modo que el gobierno guardó en el cajón el proyecto de limpieza del fondo del embalse.

Por otro lado, las ciudades de Dnipropetrovsk, a orillas del Dniéper, donde se encuentran las minas de uranio de Ucrania, mantienen varios cementerios de residuos radiactivos, que podrían quedar destruidos no sólo por inundaciones, sino también por los efectos del clima, pues su protección es muy débil. Ese es el caso de la ciudad de Dniprodzerzhynsk, donde la central química de Prydniprovsky, ahora cerrada, estuvo enriqueciendo uranio durante el programa nuclear soviético desde 1948 hasta 1991. Los residuos permanecen almacenados en 9 cementerios al aire libre que ocupan 2,5 millones de metros cuadrados y contienen cerca de 36 millones de toneladas de material de baja radiación.

La principal preocupación del gobierno, en estos momentos, es la cercanía de los cementerios tanto al río Dniéper como a zonas residenciales. Por ello, antes del inicio de la guerra en Ucrania, la administración venía buscando ayuda de otros países para llevar a cabo el re-procesamiento de los residuos. De hecho, el Organismo Internacional de Energía Atómica evaluó en qué condiciones se hallan todos estos enclaves de cara a una misión en Dniprodzerzhynsk que, hoy por hoy, ante los acontecimientos, se hace imposible.​

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