Maniobras militares en plena naturaleza. | Foto: Ministerio de Defensa

El Centro de Estudio Delàs por la Paz, de Ecologistas en Acción, Dones x Dones y Extinction Rebellion Barcelona, ​​acaban de presentar una campaña que pone el acento en la huella de carbono del sector militar, y que cuenta ya con más de 40 adhesiones, principalmente de organizaciones y colectivos del movimiento ecologista y pacifista, pero también otras que trabajan por la justicia social.

Carolina Pérez, de Ecologistas en Acción, la define como «una campaña que busca reforzar los vínculos entre las reivindicaciones pacifistas, ecologistas, feministas y por la transformación social hacia una justicia global, entendiendo aquellas como inseparables en sus objetivos». Asimismo pretende extender la idea de que una sociedad ambientalmente más justa es inseparable de una sociedad desarmada y desmilitarizada.

Transparencia en el ejército español y una salida de la producción militar para las empresas del sector

La campaña se centra en exigir que las fuerzas armadas y la industria militar declaren sus emisiones GEI y las reduzcan y, una de las estrategias de incidencia, es crear acciones de denuncia con demandas concretas, cumpliendo un doble objetivo. Por un lado, la concienciación y ampliación de conocimiento de la sociedad sobre la relación entre el sector militar y la emergencia ecológica y, por otro, potenciar cambios y transformaciones entre los agentes denunciados: transparencia en el ejército español y una salida de la producción militar para las empresas productoras.

Desde hace tiempo la comunidad científica insiste en la necesidad de reducir las emisiones de GEI para evitar un aumento aún mayor y más catastrófico de la temperatura media de la Tierra. Las emisiones de GEI del sector militar son, en este sentido, muy relevantes: aunque no existe un registro riguroso de estas emisiones de las fuerzas armadas y la información de la industria militar es, en general, deficiente e incompleta, Teresa de Fortuny del Centro Delàs ha expuesto que «un estudio del año 2022 estimaba la huella de carbono militar mundial en un 5,5% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) globales». Estas emisiones son similares a las de la aviación comercial.

El rearme de la Unión Europea

Las fuerzas armadas son grandes consumidoras de energía y, por tanto, grandes contribuidoras a la emergencia ecológica. Una evaluación completa debe basarse en el ciclo completo de la vida (huella de carbono) del sector militar, que incluye todas las fases del ciclo, desde la extracción de materias primas necesarias para la fabricación de armamento y de equipamiento militar, pasando por su fabricación, por su utilización y por la gestión de los residuos. Esto significa que es necesario contar tanto las emisiones directas (consumo energético de las bases y consumo de combustibles fósiles de los vehículos militares terrestres, barcos y aeronaves) como las indirectas (producción de armas, de equipamiento militar y cadena de suministro militar). De hecho, investigaciones realizadas en el ámbito militar de la UE y del Reino Unido demuestran que son la fabricación de armamento y las cadenas de abastecimiento las que representan a la mayoría de las emisiones militares. Además, como alerta Teresa de Fortuny «La UE está en pleno proceso de rearme, militarización y adopción de posiciones belicistas, proceso que últimamente se ha intensificado de forma acelerada».

Bases militares y daño a los ecosistemas

Por otra parte, se estima que los terrenos de entrenamiento y fincas militares representan entre el 1 y el 6% de la superficie terrestre. Los campos de disparo en terreno militar pueden incrementar el riesgo de incendios, una fuente importante de emisiones y disminuyen la capacidad de la vegetación y del suelo de almacenar carbono. Los ejercicios de entrenamiento y maniobras militares por sí solos también generan importantes emisiones GEI y degradación del suelo. El mantenimiento de las bases militares también dañan a los ecosistemas.

Las fuerzas armadas generan residuos, como municiones que, por lo general, se destruyen por detonación o quema. Esta práctica contamina la tierra, genera productos nocivos y emite GEI. Todavía existen ejércitos donde la gestión de residuos se hace en pozos abiertos donde se queman los desechos. En ocasiones también se hunden en el océano barcos de guerra obsoletos. Por otra parte, se han detectado productos químicos muy contaminantes y tóxicos en aguas subterráneas y por beber en diferentes zonas cercanas a bases militares.

La voluntariedad de la información sobre emisiones militares

Actualmente, las actividades militares, a pesar de ser altamente contaminantes como ya se ha dicho, no deben comunicar sus emisiones GEI a Naciones Unidas. La comunicación y la reducción de las emisiones militares, en el Protocolo de Kioto de 1997, quedaron exentas por la presión de Estados Unidos. El Acuerdo de París de 2015 suprimió su exención, pero permite la voluntariedad de la información sobre emisiones militares y deja su reducción al criterio de cada país. Tampoco las empresas de armas están obligadas a informar sobre sus emisiones.

En términos generales, denuncian los colectivos antimilitaristas, existe muy poca información y muy poco fiable sobre las emisiones del sector de la defensa (fuerzas armadas e industria militar) y existe una necesidad urgente de incluir el ámbito militar en los compromisos de los estados de reducir sus emisiones de GEI.

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