El despido de un consejero delegado en una compañía cotizada es una cuestión delicada. Si no hay urgencias, conviene hacerlo con tiempo, con cuidado, asegurándote de dar a los fondos y el resto de inversores la tranquilidad de que no se trata de un vuelco debido a un capricho o un golpe de ego. Si la compañía no ha presentado malos resultados, el máximo ejecutivo probablemente alegará cuestiones personales o el fin de una etapa, cogerá sus cosas y se irá a otra compañía a seguir desempeñando su trabajo mejor o peor.

Sin embargo, Euskaltel decidió otro camino cuando se deshizo de cualquier manera de su consejero delegado, Fernando Ojeda, el pasado 24 de mayo. Sin aviso previo, en un desayuno, básicamente se le indicó que su etapa al frente de la compañía había terminado, que recogiese sus cosas y se fuese. Les faltó enviar a los proverbiales ‘seguratas’.

¿Cómo lo interpretó el mercado? Por las malas La compañía ha bajado su cotización de 9,5 a 9 euros en los días que han transcurrido, lo que ha supuesto una caída de 75 millones de euros en la capitalización bursátil.

Además de la propia compañía ha salido perjudicada la reputación de Ojeda, quien capitaneó para los antiguos propietarios la compra de la gallega R y la salida a bolsa. Probablemente, y de no ser por la aparición de Zegona en escena, éste habría podido completar también la compra de la asturiana Telecable. Directivo procedente de Ono, Ojeda tuvo también un éxito inesperado: fue el único valiente que no se atrevió a comprar derechos de fútbol y no perdió por ello abonados.

Fuentes próximas a los fondos consultadas por SABEMOS lamentaron que el fichaje de Francisco Arteche, exdirectivo de Microsoft, suponga una vuelta más de Euskaltel al provincianismo nacionalista del que gusta hacer gala a esta compañía. «Han fichado a un ingeniero industrial donostiarra, lo que no es una señal de cosmopolitismo, precisamente», subrayan. Si bien es cierto que Arteche cuenta con una dilatada experiencia multinacional en compañías tecnológicas, no lo es menos que este tipo de cosas hacen que el máximo accionista, Kutxa, parezca el equivalente empresarial al Athletic de Bilbao: sólo fichajes nacionales.

También ha habido quien ha relacionado la salida de Ojeda, hombre fuerte de los antiguos fondos que ya han salido de Euskaltel, con la pelea existente entre los socios que vendieron parte o totalmente su participación –entre ellos el Gobierno vasco– con Trilantic e Investindustrial, a quienes reclaman 41 millones de euros por la plusvalía que estos fondos de inversión lograron el pasado verano por el pelotazo de la oferta pública de venta (OPV).

Sea como sea, da igual si querían librarse de Ojeda por esto, por las tensiones existentes con el presidente, Alberto González Erauzkin, a quienes los fondos habían apartado a funciones no ejecutivas, o por cualquier otra cuestión. Lo único que se ha probado es que hacer mal las cosas penaliza la acción.

Ahora, para compensar, probablemente terminarán sacando algún comunicado intentando controlar la sangría y buscando excusas. Lo que probablemente hubiese funcionado hace dos días. Ahora es difícil que nadie se lo crea. Los fondos tienen una lección que aprender: los de Bilbao nacen donde quieren y los de Euskaltel despiden como les da la gana.

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