La diputada del PP por Málaga acumula 27 años en la Cámara Baja. Ayer fue elegida de nuevo vicepresidenta de la institución, cargo que supone un plus económico de 3.000 euros al mes.

Cuando los leones del Congreso despertaron, Celia Villalobos todavía estaba allí. La política malagueña del PP se convirtió ayer en la diputada más veterana de la Cámara Baja, al acumular nueve legislaturas y 27 años ocupando un escaño. Desde 1989 y de forma ininterrumpida ha sido partícipe del poder legislativo, asistiendo desde la primera línea a la evolución política del país. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, es el único que iguala ese registro, después de que se hayan retirado los socialistas Jesús Caldera y Javier Barrero, presentes en el Congreso de 1982 a 2015.

La incombustible Villalobos fue objeto de numerosos comentarios este miércoles, día de constitución de las Cortes Generales, y también la jornada anterior, cuando se supo que de nuevo representaría al PP en la Mesa de la Cámara Baja. Y es que en esa lid también es una veterana. Con la actual acumulará cuatro legislaturas en dicho órgano rector, habiendo pasado por la secretaría segunda (2004-2008), la secretaría cuarta (2008-2011) y la vicepresidencia primera (desde 2011). Para este último cargo fue ayer reelegida, gracias a los 114 votos que obtuvo de sus compañeros de hemiciclo.

La Mesa del Congreso no solo permite tener una mayor proyección y participar de las decisiones que vertebran la vida parlamentaria, sino que también supone un importante plus económico para sus miembros, según el régimen vigente. En el caso de Villalobos, le permitirá engordar la nómina de diputada (2.813,87€ mensuales, 14 pagas) con tres complementos que le doblarán el salario. Uno es el correspondiente a la propia razón del cargo (1.209,60€), otro relativo a los gastos de representación (818,46€) y un tercero de gastos de libre disposición (707,10€). Además, Villalobos suma la remuneración por desplazamiento y manutención que corresponde a los diputados de fuera de Madrid, otros 1.823 euros al mes exentos de tributación. En total, su salario bruto anual supera los 100.000 euros.

Villalobos es jurista de formación y una de las últimas supervivientes de la generación que se aupó a la primera línea en los años de la refundación de Alianza Popular. Casada con Pedro Arriola, el sociólogo asesor de cabecera de Aznar y Rajoy, siempre se ha especulado con que es una ‘protegida’ de la dirección. De hecho, se ha permitido ir por libre a la hora de posicionarse políticamente, sin importarle desmarcarse de la línea oficial del PP. Incluso ha roto la disciplina del Grupo Popular cuando ha considerado, como ocurrió en los plenos de votación sobre el aborto o el matrimonio homosexual.

Otro rasgo de su personalidad es su desparpajo y locuacidad, que a menudo le han llevado a protagonizar sonadas polémicas. La última, en diciembre pasado, cuando se enzarzó con Pablo Iglesias en una discusión ante las Cámaras el día que el líder de Podemos visitó el hemiciclo. Para los anales quedaron también sus consejos caseros en la crisis de las vacas locas, la monumental bronca que le echó al conductor de su coche oficial en 2007 o la partida de Candy Crush que jugó el año pasado en plena sesión parlamentaria.

Este mismo jueves ha sido de nuevo protagonista por un comentario en TVE sobre el aspecto físico de los diputados de Podemos. Villalobos ha dicho que no le importa que lleven rastas, siempre que estén «limpias» para que «no me peguen un piojo»

Se trata de una persona que no deja indiferente y que en el PP genera adhesiones y rechazos a partes iguales. El ala conservadora no le perdona su postura en temas sociales, próxima a la de la izquierda y que defiende sin tapujos. El año pasado llegó a decir que «no caben» en las filas populares «personas que digan no al aborto» cuando el partido debatía cómo reformar la ley de plazos de Zapatero.

Además de diputada, Villalobos fue ministra de Sanidad y Consumo (2000-2002) y alcaldesa de Málaga (1995-2000), siempre compaginando los cargos con el acta de diputada. Su puesto de regidora le llevó a ser uno de los objetivos prioritarios de ETA a finales de los 90, librándose de milagro de un atentado el día de Reyes de 1997. La banda terrorista se vengó de aquel fracaso matando a tiros al concejal del PP en Sevilla, Alberto Jiménez-Becerril y su esposa, Ascensión García, amigos íntimos de la entonces alcaldesa de Málaga.

En 2015 se rumoreó que podía quedarse fuera de las listas, en el marco del proceso renovador con que Rajoy quiso lavar la cara de su formación. Ella quería seguir y finalmente fue relegada al segundo puesto de la lista malagueña, un gesto más simbólico que otra cosa, pues en la práctica le seguía garantizando el escaño.

Aunque cumplirá 67 años en abril, no ha dado muestras de querer jubilarse, como sí hizo Arriola el año pasado. Según publicaron diversos medios, el sociólogo se marcó las generales del 20-D como último reto de su vida profesional, antes de hacerse a un lado. Su mujer opta por mantenerse en el Congreso al menos unos años más.

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