El aplazamiento del congreso socialista deja a los críticos sin margen para defenestrar al actual líder antes de la previsible nueva convocatoria electoral. Únicamente les quedaría la opción de presentarse a las primarias para elegir candidato a La Moncloa, proceso que iría pegado a la campaña y con Sánchez controlando el aparato.

La política es caminar entre precipicios. Pocos lo saben mejor que Pedro Sánchez. El líder del PSOE se mueve vacilante por la angosta senda que separa los abismos que desde hace meses amenazan con cobrarse su cabeza. Por un lado, le acosa la sima de la repetición de elecciones, no ser capaz de articular el pacto que se propuso para acceder a La Moncloa y tener que enfrentar nuevos comicios con el riesgo de ver a su partido perder la hegemonía de la izquierda. Por otro lado, le acechan los rivales internos, el amplio sector del PSOE que no se cree su liderazgo y aspira a defenestrarlo. En los cien días que han pasado desde el 20D, Sánchez no ha tenido ni un respiro.

Díaz quedó encerrada en la paradoja de ser la responsable del actual calendario y una de las interesadas en revisarlo

La vuelta de Semana Santa no ha sido distinta. Ante el asedio de Susana Díaz, su máxima rival interna, el líder socialista decidió ayer dar un nuevo golpe de timón e impulsar el aplazamiento del 39 congreso federal del PSOE. El cónclave, previsto para el fin de semana del 20 al 22 de mayo, debía renovar la dirección socialista y apuntaba a un enfrentamiento entre el actual líder y la presidenta andaluza. Díaz lleva semanas asegurando a su entorno y a círculos socialistas y de poder su intención de luchar por la secretaría general en esa cita. Que dicha batalla fuera a iniciarse con las negociaciones para formar gobierno aún abiertas -las candidaturas debían anunciarse antes del 15 de abril- y en un clima preelectoral era un hándicap a asumir, según la versión que difundía.

Ferraz no acababa de creérselo. Pensaba que era un nuevo amago de la baronesa, a quien no imaginan dejando su cómoda posición en Sevilla -desde donde gobierna la región más poblada de España con un sólido pacto con Ciudadanos y comanda la federación que aporta el 25% de los afiliados socialistas– para enfangarse en una batalla orgánica contra el aparato, territorio a territorio. Pero el ruido de sables se iba intensificando, Díaz y su entorno cada vez eran más explícitos y Sánchez ha decidido no arriesgarse a una guerra civil que penaliaría al PSOE en las hipotéticas elecciones del 26 de junio.

Postergar el congreso es una operación en la que casi todo el socialismo está de acuerdo. Podría pensarse que la maniobra cierra el paso a Díaz, pero lo cierto es que a ella no le viene mal que el proceso congresual se inicie una vez fracasen por completo -salvo milagro- las negociaciones de Sánchez, aunque los plazos se le acorten en exceso. La baronesa había quedado encerrada en la paradoja de ser la responsable del actual calendario -Sánchez quería el congreso en junio y los críticos le forzaron a adelantarlo– al tiempo que presionaba para reajustarlo. Siempre bajo la advertencia de que se presentaría en cualquier caso

Ahora puede arrojarse un escenario es similar al de 2014, cuando una pléyade de barones apostó por la andaluza para sustituir al dimitido Alfredo Pérez Rubalcaba. Eduardo Madina salió entonces a escena y anunció su intención de presentarse a las primarias para elegir secretario general, fuera quien fuera su rival. Díaz dio un paso al costado, eludió dar personalmente la batalla y promocionó a Pedro Sánchez, siendo decisiva en su victoria. El plan se le torció cuando Sánchez rechazó ser un líder de transición, batalla en la que continúa, ya abiertamente enfrentado a la política a quien debe su puesto.

Si las Cortes se disuelven y/o, con más razón, si el líder del PSOE vuelve a naufragar en otra sesión de investidura, los ecos pidiendo el advenimiento de Díaz podrían regresar. Y quizá sea eso lo que busque la presidenta de la Junta, más que -como viene filtrando- batirse con Sánchez en unas primarias que la historia del PSOE demuestra imprevisibles. Ocurría que el acoso a Sánchez se había hecho últimamente tan explícito que le había dejado sin espacio para rectificar: si al final en mayo se celebraba el congreso, ella tendría que postularse. «No va a tener más remedio», se repetía desde las filas socialistas, desde uno y otro bando.

El comité federal decidirá

El nuevo horizonte es favorable al secretario general, pero también es el menos malo para la líder del PSOE-A, que ya no tendrá que asumir la mala prensa de provocar un conflicto interno con el candidato de las últimas generales aún tratando de ser investido. Sánchez vuelve a ganar tiempo -para eso mismo retrasó su reunión con Iglesias, como contó este diario-, pero el vencedor final de esta batalla se dirimirá el sábado, cuando el comité federal decida la forma en que se pospone el congreso. Si se hace sine die -«hasta la formación de Gobierno»-, la actual dirección se apuntará un tanto decisivo; si se aplaza solo unas semanas, será Díaz quien se imponga.

Porque podrá disputar el liderazgo del PSOE antes de la hipotética campaña -pero no durante las negociaciones-, aunque con un espacio muy limitado, que sirve de blindaje a su rival. Casi a la par, debería articularse el proceso de primarias para elegir el candidato a La Moncloa, como mandatan los estatutos. La actual dirección es partidaria de desarrollar únicamente este segundo proceso si finalmente hay elecciones, dejando el congreso para después. Y ciertamente se hace difícil imaginar que se desarrollen ambos procesos simultáneamente. Una vez más, el líder del PSOE podría argüir el sentido común para imponer sus planes.

En caso de elecciones, Ferraz tratará de sustituir el congreso por las primarias para elegir candidato a La Moncloa

La jugada le daría un nuevo balón de oxígeno a Sánchez, blindado en la secretaría general al menos hasta julio y partiendo en posición de ventaja ante esas primarias. El otoño pasado, nadie se lanzó a disputarle el cartel electoral, pese a que el volumen de críticos era igual de amplio que ahora. Controlar el aparato en un proceso así no es asunto menor.

Todo dependerá, en cualquier caso, de lo que decida el comité federal el sábado, en una nueva medición de las fuerzas de uno y otro sector. Y cualquier elucubración será en vano si Sánchez finalmente logra forjar una mayoría de gobierno. A eso se entregará a partir de mañana, cuando se reunirá por fin con Pablo Iglesias, casi dos meses después de la primera y única cita bilateral que ambos líderes mantuvieron tras recibir Sánchez la nominación de Felipe VI. Podemos le presiona con estas tensiones internas, recordándole la espada de Damocles que se cierne sobre él.

«Desde Andalucía tenemos muy claro que Sánchez se juega su futuro (…) habrá en su partido quien lo desautorice si no consigue el Gobierno», declaró Teresa Rodríguez, baronesa andaluza de Podemos, en clara alusión a las intenciones de Susana Díaz. Sánchez sigue haciendo equilibrismos entre precipicios, con unos empujándole por un lado y otros por el otro. Mientras tanto, sobrevive merced a golpes de timón como el de ayer, que siempre parecen impulsivos y cortoplacistas pero que le mantienen al frente del PSOE y de la iniciativa política en España. 

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