Escenario: bar del Hotel Ritz. Fecha: una mañana del último fin de semana. Interlocutores: quien suscribe lo que sigue y uno de los más conspicuos hosteleros españoles, con residencia en Madrid (personal y profesional) y grandes intereses inmobiliarios en países del Caribe. Motivo del encuentro: un grato desayuno de antiguos amigos para comentar de forma privada (al menos, con mi compromiso de reservar su nombre) las circunstancias que rodean la campaña electoral del 20-D. Un adecuado arranque sintético del contenido de la charla sería su frase final, dicha justo antes de despedirnos: “Mariano mide como nadie los tiempos que la política exige. Quien confunda con simple pachorra su forma de esperar antes de lanzarse al juego de tronos, es un pardillo”.

“Es- remató- como afirmar en plan despectivo que el PP sólo se trabaja el voto de la tercera edad. Ciertos periodistas y políticos listillos, que deben de pensar que el voto de un universitario cuenta por dos, lo manifiestan con burla, dando la espalda a la contundente realidad demográfica. Pagarán esa forma de insinuar que España no es país para viejos, cuando ya es país de mayores”.

Cierto que no pudiendo revelar su identidad al haber empeñado mi palabra, el testimonio no tiene la misma enjundia que cuando lleva nombre y apellidos. Pero me pareció tan bien argumentado –sean acertados o no sus fundamentos- que no me resisto a compartirlo en SABEMOS.

El debate de marras

“El intento de arrastrarle a un debate a cuatro me dio la risa –comenzó mi acompañante el repaso de temas en que nos entretuvimos-. ¿De verdad alguien se creyó que Rajoy sería tan ingenuo de caer en una trampa tan burda…? ¿Por qué iba a enfrentarse a tres jóvenes, dos de ellos con imagen física de seductores profesionales, que inevitablemente se iban a entender entre sí para darle pasaporte…? ¡Absurdo! ¿Quién lo ha hecho en España desde la primera Legislatura de Suárez…? ¡Nadie! ¿Qué Presidente en busca de la reelección se ha enfrentado en Europa a un coro multipartido de candidatos…? ¡Nadie! ¿Quién, en EEUU? Allí, el Presidente sólo se las ve contra el superviviente de la escabechina previa a que se ha entregado el partido rival…? Tampoco ninguno de los `hombres más importantes del planeta´, como los llaman, se ha prestado a ese espectáculo. ¿Y con esos antecedentes imaginaron que Mariano entraría a un trapazo tan necio…? ¡Absurdo! Reconozco que me desconcertó lo de que ofreciera a Soraya como sustituta. Pero, como sé que él no da puntada sin hilo, me imagino que la idea le nació de su retranca, de su capacidad para liarla más. Se habrá dicho: `tiro ese hueso, y todos los lebreles del cortijo se abalanzarán a hablar de que preparo mi sucesión. Me llamarán cobarde, gallina, capitán de la sardina, y unas cuantas cosas más. Pero su mensaje sólo llegará a los que ya me quieren mal. Una furia tan artificial y manipulada pasará enseguida para el votante de a pie. Y ¡ahí quiero yo ver a los tres galanes enzarzados entre sí, salvo en los instantes que dediquen a acordarse de mis muertos para tomarse un respiro´… ¿Sabes lo que opino…? Opino que ¡bingo!”

Para este importante empresario –por cierto, nada proclive a Rajoy y sí partidario de que Albert Rivera le releve “en cuanto disponga del partido que aún no tiene”– el Presidente ha sabido hurtar hasta ahora las emboscadas preparadas por sus rivales utilizando hasta técnicas recomendadas por Sun Tzu en “El arte de la guerra”. El mandatario gallego sólo parece haber utilizado una máxima del sabio refranero español para ponerse manos a la obra: más vale llegar a tiempo que rondar un año.

Son muchos los que han pensado, y durante semestres, que esa estrategia del erizo de enroscarse y sacar los pinchos sólo cuando es imprescindible respondía a la querencia personal de su consejero áulico en asuntos electorales, el asparrenense (espero que se diga así) Pedro Arriola. “Nada más lejos –aseguró mi amigo-. Arriola sólo es el espejo que devuelve a Rajoy la imagen que quiere ver y lo pone ante el hombre que busca escuchar: él mismo. La supervivencia de Arriola se debe a que ambos son una simbiosis parasitaria, como la de la anémona y el cangrejo ermitaño: uno dice al otro lo que piensa, y el otro escucha de él justo lo que quiere oír. Pero Arriola, sin Rajoy, sería irrelevante a efectos políticos. Y Rajoy siempre encontraría a otro Arriola.”

Los activos que arrastrarán votos

A esas alturas de la conversación, empecé a plantearme si tendría que reconsiderar seriamente ciertas ideas bien asentadas en mi acerca de la personalidad de Rajoy, que, tras mucho estudio y observación, había clasificado de entre indescifrable y un bastante de chichinabo. Para confirmar o salir de mis dudas, intenté colocar un rejón a mi amigo para que argumentara y me ayudase a salir de dudas.

– Pero, entonces –vacilé, quizá por tratarse de un terreno quebradizo en el que podía preferir guardar silencio- , ¿me estás diciendo, querido M., que tenemos infravalorado a Rajoy?

– Los de la “verdad publicada”, como decía Felipe González, no le tenéis infravalorado… ¡Lo siguiente!. Creo que adie mide hoy en España los tiempos políticos como él. Si decide recorrer una ruta determinada, no dejará que nadie le saque a empujones del asfalto. Pisará tierra cuando él decida.

Mi amigo me enumeró algunas acciones que, según su punto de vista, son pruebas irrefutables de esa habilidad “y que muchos electores que estaban hartos del PP no dejarán de valorar el 20- D, una vez superadas las pruebas más duras”: la decisión adoptada desde el primer día de alinearse con el núcleo duro de la CE aceptando el choque con las fuerzas predominantes en España partidarias de una imposible política expansiva, la priorización del rescate bancario para que no termináramos en el mismo plan de mendicantes financieros que los griegos, la resistencia a las presiones (a veces, feroces) para que aceptara hablar con los nacionalismos para ir a una reforma constitucional, el mantener sujeto a un Partido sacudido por la corrupción y los graves enfrentamientos entre algunos de sus gallos más ególatras, la postura firme de no prestarse a esos pluridebates de plaza pública que podrán gustar a los asamblearios pero no a los ciudadanos responsables…

– Pero…-intenté objetar.

– ¡Ni peros ni manzanas! Esos asamblearios, ni los lectores militantes de El País nuca votarían a Rajoy, así que lo que piensen de su negativa, se la suda. También se la suda el que la mitad de los que quieren que se despeñe le califiquen de cobarde por no comprometerse en apoyar la intervención militar francesa en Siria contra el IS y la otra se anticipe a su posible apoyo saliendo otra vez a la calle con lo de “no a la guerra”. Todo eso hace que Rajoy se aferre cada vez más s su tran-trán y pase de lo que digan los medios, unos por razones ideológicas, otros buscando incrementar lectores o espectadores, algunos por ambas cosas a la vez… Tanto guirigay, y la evolución de las encuestas, le hacen creer cada día más en ese misterioso animal que se llama la mayoría silenciosa. Esa que ha llenado a petar las tiendas, restaurantes y espectáculos con el rollo de “Black Friday” mostrando una confianza impresionante en el futuro. Rajoy recuerda con frecuencia que a Reagan y Thatcher no les fue mal con esa religión. Por eso aviso: ¡cuidado con despreciar la astucia y el sentido común del gallego…! ¡Nadie administra como él los tiempos políticos!

– Evidentemente –dije-, tú le vas a votar.

Se encogió de hombros e insinuó una sonrisa fugitiva. Cuando nos despedimos y yo me quedé un rato en el bar apurando mi tercer café, me resonó su adiós mezclado con aquella ambigua apostilla: “Dale vueltas a lo que te he dicho, sobre todo porque quien te lo ha dicho no ha sido ni creo que sea jamás marianista, pero…”.

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