Ni el 3D, ni la realidad virtual. Nada tiene un efecto más real en una película de vampiros que alguien te clave las uñas en el cuello. Eso es lo que está probando el operador rojo con su marca Vodafone Yu, revisando películas adaptadas al cine inmersivo.

Este concepto no es nuevo. En 1952, con el proceso cinerama, que consistía en una pantalla curva que recogía la emisión de tres proyectores, ya se intentó crear un efecto más real en algunas películas al tener cierto nivel de profundidad espacial.

Ahora tiene tantas variantes que cada director (y productora) ha decidido experimentar de una manera distinta. En la última década, han sido el 3D y la realidad virtual quienes han querido que el espectador experimente una sensación distinta. Se trata de romper con el concepto lineal de algo proyectado y que alguien lo vea. Pero Vodafone busca ir un paso más allá.

En concreto, esta semana ha organizado la segunda entrega del ‘Ciclo Vodafone YuWhat a Movie!’. La primera ocasión tuvo como protagonista la película Tiburón: La presa, proyectada sobre el lago de Cuevas de Almanzora.

En esta ocasión, bajo el título #yuBlood, han presentado la segunda película del ciclo: Drácula, de Bram Stoker, uno de los clásicos del director Francis Ford Coppola. Han asistido un total de 200 personas entre clientes de Vodafone Yu y prensa.

Unas vampiresas muy reales

Una abadía semiabandonada de Segovia ha sido la sala de cine para esta película. El concepto de cine inmersivo quiere cambiar las reglas del juego. El espectador deja de ser alguien pasivo para convertirse, en cierto modo, en parte de la trama.

De hecho, la película empieza mucho antes de que se proyecte. El propio Conde Drácula (joven) sale a recibirte. La noche es espesa, el frío forma parte de la experiencia. Hay ruidos extraños. Ese es el concepto inmersivo.

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Poco a poco se avanza mientras te introducen en la historia. Otro personaje sale al paso. En este caso el profesor Van Helsing. Ahora el espectador se sitúa en medio de un camposanto lleno de tumbas.

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Aparecen vampiras, se oyen disparos. La gente entre risas y tuits disimula, pero algo de miedo existe, porque se siente la presencia de vampiros cerca que de repente aparecen entre el público.

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Después de un recorrido introductorio por los alrededores, los espectadores entran en la sala. La película comienza, pero todo es distinto. Al fondo, en una celda, se escucha al loco que primero trató con Drácula. Sopla el viento de lado, huele a vela quemada, por encima de la pantalla se proyectan los relámpagos que sacuden las escenas de terror… En un momento, cuando aparecen las vampiras en escena, corren por el público…

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Un concepto como negocio

Al final uno puede pensar que se trata solo de una película, pero este concepto de cine inmersivo es una nueva fórmula de ocio que marida perfectamente con la búsqueda de experiencias que se afana en buscar la gente.

Un ejemplo es Las Vegas. No son casinos, es la experiencia mediada de saber que estás en Las Vegas y no en otro lugar. En este caso, además, se añade que la gente tiene ansia por tuitear, compartir en las redes sociales, hacer fotos, ser parte de la película, y esto se consigue a la perfección.

Ahora bien, por el momento Vodafone solo está llevando a cabo estos ciclos con su marca destina a los jóvenes, y siempre entre sus clientes. No hay, por ahora, intención de hacer que funcione comercialmente. La gran barrera de entrada sería el precio. Por ejemplo, en Madrid se va a proyectar una película inmersiva y los precios están cerca de los 70 euros por persona.

Es un producto caro, pero al menos gana a la piratería sin problemas. Esa quizá se la clave del cine inmersivo, la creación de un concepto, una nueva experiencia de ocio. Sentir que Drácula viene a por ti…

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