Este remake / secuela / port de uno de los juegos más distinguidos del magro catálogo de PS Vita (los propios creadores no tienen muy claro cómo definirlo: según ellos mismos, hay más de un 50% de contenido completamente nuevo, y el resto ha sido remozado a fondo) recupera una de las funciones que más olvidadas han quedado en los juegos actuales: el jugar por jugar. No para conseguir una puntuación, no para que te cuenten una historia, no para -demonios- compartirlo en tu cuenta de Twitter. Jugar para experimentar una sensación de disfrute en estado más o menos puro.

Tearaway Unfolded

Media Molecule, Playstation 4, 2015

 

Media Molecule son expertos en transmitir esa sensación al espectador, ya desde los tiempos de su esencial Little Big Planet, que replanteó la forma de concebir los juegos de plataformas tradicionales en 2D. Menos innovador, pero igualmente atrevido, el Tearaway original proponía en Vita un mundo construido con papel que, gracias a la pantalla táctil de la portátil, se podía manipular, toquetear, rasgar y arrugar. Es decir, Media Molecule había partido de una función del hardware, la pantalla táctil, y desde ahí había desarrollado un universo con características propias.

Unfolded no deja de ser una variación sofisticada de aquella idea original. Más escenarios, muchos más desvíos para curiosear y un acabado gráfico impecable, que aparte de correr a esos 60 fps que hacen las delicias de los sedientos de músculo tecnológico (aunque en un juego de estas características no tenga la mayor trascendencia), sí que proporcionan una textura gráfica en pantalla que ayuda a que ese mundo de papel y cartón sea aún más creíble: montañas que en realidad son picos de una caja doblada, rampas papirofléxicas que se mueven con el viento (que el jugador puede generar con los dedos en la pantalla táctil), trozos de escenario que se rompen y crean oportunas ventanas de acceso a otras zonas… en ese sentido el diseño llega mucho más allá que en el juego original, y Media Molecule cumple su parte del trato: Tearaway no solo es una delicia de jugar, sino que sorprende continuamente con personajes y soluciones de diseño de un ingenio poco habitual. Sus constantes rupturas de la cuarta pared son una buena muestra de esa imaginación desbordante, y el mejor nivel del juego es un viaje al núcleo del mando de la Playstation 4.

Media Molecule se ha esforzado en exprimir todas las posibilidades de una máquina mucho más compleja que la PS Vita: la superficie táctil del mando, la luz del frontal, el oscilómetro, la cámara Playstation Eye -que permite fotografiar texturas reales e incorporarlas al juego, en un sencillo proceso que no importa cuántas veces se haga, siempre parece mágico-, una app gratuita que se puede bajar a cualquier tablet, móvil o en la propia Vita -y que permite a un segundo jugador modificar las características del juego sobre la marcha-… Por el camino se pierde algo de esa sencillez de bolsillo que tienen los juegos portátiles, pero ofrece un reflejo más real de, posiblemente, hasta dónde podía llegar la idea original de Media Molecule sin limitaciones técnicas. El resultado, un juego facilón y que no plantea ningún desafío severo pero, y eso no se puede decir de juegos infinitamente más duros, en el que el mero paseo, contemplación y experimentación por su mundo virtual supone una fuente inagotable de alegrías. 

 

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