Apple sigue con su línea de los últimos años: Presentar buenos teléfonos a un precio exorbitado, perfeccionando y aplicando tecnologías desarrolladas por otros y evitando la innovación radical en la medida de lo posible.

Por más que en la presentación del iPhone 7 la compañía incidiese en el «valor» que ha tenido a la hora de suprimir el jack de audio y hacer que la entrada de los auriculares sea la misma que la del cargador, es obvio que su objetivo tiene que ver menos con la innovación que con otro tipo de «valor». No es coraje, es lucro.

Apple sabe que el de los dispositivos de audio es un mercado muy jugoso, lo que se demuestra con el lanzamiento de unos auriculares inalámbricos muy cucos –y que tienen pinta de ser fáciles de perder– que cobrará a 159 dólares (en España, 179 euros). Asimismo, aunque regalará un adaptador para que puedas seguir utilizando cascos tradicionales, cada vez que lo pierdas, o que quieras dejar el adaptador en los cascos, habrá que pasar por caja y pagar 9 euros.

La compañía presenta un iPhone que resiste al agua, lo que no quiere decir que sea sumergible. Si el Note 7 puede estar en la piscina cómodamente y no pasa nada si te hinchas a sacar fotos a tus hijos desde el agua, la calificación del iPhone se limita a salpicaduras y a que no pase gran cosa si se te cae a la bañera. No está mal, pero no es diferencial.

Sobre la cámara, a la espera de verlo, con su doble cámara Apple probablemente mejorará los intentos de otros fabricantes en este sentido, como HTC y Huawei. Como hace últimamente, la cuestión no estará en lo que innove, sino en lo cómo ejecute esta innovación. Ése viene a ser, últimamente, su gran valor añadido.

De lo mejor que se puede decir del teléfono es que ha renunciado por fin a la capacidad de 16 Gb, claramente insuficiente. ¿De lo peor? Que el modelo básico sólo tiene 32 Gb y se te quedará corto si eres usuario intensivo. De ampliación por tarjeta SD nada, monada.

¿Una reflexión malévola? Los fans de Samsung van a tener que callarse, en esta ocasión. Da igual que, sobre el papel, o incluso en la práctica, el Note 7 parezca un teléfono más completo, versátil y barato (dentro de la gama muy alta). El caso de los teléfonos quemados ha desactivado la polémica y les ha obligado a agachar la cabeza.

En resumen, un teléfono caro para adictos a la marca y que, durante un breve plazo, tendrá un videojuego de Mario con adelanto con respecto a Mario.

Paren las rotativas.

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