Ecologistas en Acción

El informe «Food not fuel» hecho público por la organización europea Transport & Environment, de la que forma parte Ecologistas en Acción, revela que Europa convierte cada día 10.000 toneladas de trigo —el equivalente a 15 millones de hogazas de pan de 750 gramos— en etanol para su uso como combustible para automóviles. Igualmente, a la luz de los datos, «eliminar el trigo de los biocombustibles europeos compensaría en más del 20 % la falta de suministro de trigo ucraniano en el mercado mundial».

Sin embargo, el trigo no es el único alimento empleado masivamente para la producción de combustibles. Otros productos como maíz, cebada, palma, soja, colza, caña de azúcar o remolacha azucarera son materias primas altamente demandadas por la industria para producir combustibles. Algo que, además de los graves impactos que causa en el medio ambiente y el clima, como la destrucción de ecosistemas, la pérdida de biodiversidad o el aumento de emisiones, es la causa fundamental del encarecimiento de los alimentos de primera necesidad. Si bien esta tendencia no es nueva, se ha intensificado desde la invasión de Ucrania.

Por ello, ante las presiones de la industria para sustituir el petróleo ruso por biocombustibles procedentes de cultivos alimentarios, la coalición Transport & Environment ha reclamado a sus respectivos Gobiernos la suspensión inmediata del uso de materias primas para producir biocombustibles.

Beneficios frente a seguridad alimentaria

En opinión de Maik Marahrens, responsable del programa de biocombustibles de Transport & Environment, «la industria de los biocombustibles está intensificando sus esfuerzos de presión para que más cereales como el trigo y el maíz sustituyan al petróleo ruso. Al hacerlo, se está aprovechando cínicamente de la preocupación de la gente por los precios de los combustibles, anteponiendo el beneficio a la seguridad alimentaria».

Para Pablo Muñoz, responsable de la campaña de biocombustibles de Ecologistas en Acción, «la suspensión demandada ahora al Gobierno debería ser el paso previo a la eliminación total de todo combustible producido a partir de cultivos alimentarios o forrajeros, en favor de un apoyo decidido a fuentes de energía realmente renovables que impulsen la movilidad sostenible, en lugar de seguir promoviendo la quema de combustibles del siglo pasado”.

La misiva enviada por las organizaciones ecologistas y sociales a los diferentes ministerios implicados en cada Estado miembro señala que “garantizar un suministro estable de energía a la población y a la economía no debe ir en detrimento de la seguridad alimentaria de la población, ni de permitir que la inflación de los precios de los productos alimentarios de primera necesidad esté fuera de control”.

La utilización de cultivos alimentarios para producir combustibles, promovida por la UE desde hace más de una década, «ha demostrado ser ineficaz para reducir las emisiones del sector transporte, ineficiente a la hora de extraer el mayor partido posible de las superficies cultivables y dañina por su impactos asociados de deforestación y destrucción de ecosistemas», concluye el texto.

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