La nueva Ejecutiva del socialismo madrileño, a la que no apoya la mitad de la formación, espera que una moción de censura contra el PP triunfe en la comunidad tras las elecciones generales.

Al Partido Socialista de Madrid se le han hecho muy largos los últimos 20 años. En junio se cumplieron dos décadas de Gobiernos del PP en la comunidad, tiempo en el que la federación socialista ha ido perdiendo peso de forma continua e inexorable, experimentando una sangría de cargos y militantes -de 30.000 afiliados se ha quedado en 15.000- que le llevó a la práctica irrelevancia en el año 2011. A la vez que cedía poder institucional e influencia política, y como causa y consecuencia de ello, se enfangaba en luchas fratricidas entre sus diferentes familias, entre el aparato y la militancia, entre Callao y Ferraz.

El círculo vicioso llegó a su culmen, alcanzando el paroxismo, a la sombra de las últimas elecciones municipales y autonómicas. Pedro Sánchez decidió en plena precampaña cortar por lo sano y disolver la Ejecutiva de Tomás Gómez, escudándose en las bajas expectativas demoscópicas y en las sospechas que se cernían sobre la gestión del parleño en el Ayuntamiento de su localidad. Iniciaba así la ‘toma’ de la federación, incontrolable e imprevisible los últimos ocho años para Ferraz, un proceso que continuaría con la designación de una gestora afín liderada por Rafael Simancas y la proclamación de un candidato en las antípodas del díscolo Gómez, el pausado catedrático de Metafísica Ángel Gabilondo.

El PSM bajó seis puntos y perdió 25 concejales en mayo pero se hizo con las alcaldías de Móstoles, Alcalá, Fuenlabrada, Leganés y Getafe

La apuesta le salió bien a Sánchez. Madrid fue la única autonomía donde el PSOE mejoró sus resultados respecto a 2011, en votos y en escaños. Otra cosa fueron las elecciones municipales, donde el retroceso continuó debido sobre todo al batacazo de la capital. El muy acusado revés del PP y las alianzas ulteriores de los socialistas con candidaturas populares permitieron maquillar el hundimiento -seis puntos menos de apoyo electoral, 25 concejalías perdidas- y hacerse con los consistorios de cinco de los seis municipios más poblados de la región: Móstoles, Alcalá de Henares, Fuenlabrada, Leganés y Getafe. Solo se resistió Cibeles, la pieza más preciada, donde sin embargo también fueron decisivos para desbancar a los populares por primera vez desde 1991 y aupar al crisol político que compone Ahora Madrid.

A ese aumento de poder institucional se aferra ahora el PSOE-M -nueva denominación del partido, que el viernes enterró la marca PSM-PSOE- para acabar de una vez por todas con la división interna y centrarse en difundir su discurso político. En el Congreso Extraordinario que la gestora convocó por sorpresa en temporada estival -en un principio estaba previsto para después de las generales- se ratificó el triunfo del oficialismo, ya patente desde las primarias del domingo anterior, aunque por un estrecho margen.

Sara Hernández es la nueva lideresa, pero el 44’31% de los delegados del cónclave no apoyó a su Ejecutiva. Dicho organismo no integra a la corriente más distanciada de Ferraz, la que concurrió a la consulta interna bajo el paraguas de Juan Segovia y en la que se incluyen los fieles a Gómez. Tampoco los cambios en los estatutos registraron un apoyo contundente. La federación está partida en dos, por mucho que ayer su secretaria general proclamara lo contrario, en un entrañable intento de tapar el sol con un dedo. Pero no todo son malas nuevas en las filas del socialismo madrileño.

La ‘Operación Púnica’ podría despejar el camino a Gabilondo

Cierto optimismo aflora en medio del polvorín que sigue siendo Callao porque se confía ciegamente en que una moción de censura tumbe al Gobierno de Cristina Cifuentes tras las elecciones generales. Una vez se inicie el nuevo ciclo político, razonan fuentes socialistas, se estará en disposición de liderar una alternativa al Ejecutivo del PP con la legislatura recién arrancada. El avance en la instrucción de la Operación Púnica y la posible imputación de diputados de Cifuentes -así como de una de Ciudadanos, también en el candelero– podría precipitar los acontecimientos, pero ni mucho menos todo depende de eso.

Militantes de base, miembros de la dirección y hasta la nueva líder muestran cada vez con más claridad su confianza en hacerse con el poder en la región dentro de unos meses. Hernández, en su discurso de clausura del Congreso, se refirió a Gabilondo como «portavoz por el momento» del Grupo Socialista en la Asamblea, «porque no nos cabe ninguna duda» de que será el «próximo presidente de la Comunidad de Madrid en esta legislatura». La secretaria general asumía así el discurso interno mayoritario y dejaba entrever el órdago que lanzará en cuanto tenga ocasión.

Los socialistas necesitan el apoyo de Podemos y al menos la abstención de otro diputado para hacerse con el poder en Madrid

Para sacar adelante sus planes, el PSOE necesita sumar a sus 37 diputados no solo el respaldo de los 27 de Podemos -que ya ha vendido caro su aval en otras autonomías- sino también el de Ciudadanos (17 escaños)… o de alguno de los integrantes del hipotético Grupo Mixto al que pasarían los imputados expulsados de sus partidos que se resistieran a dejar el acta.

La mayoría de Cifuentes es muy precaria y se sostiene por un solo voto. Está además condicionada al cumplimiento de los 72 puntos incluidos en el pacto de investidura que firmó con el portavoz naranja, Ignacio Aguado. Ciudadanos ya ha dejado claro que vigilará con lupa que así se haga, impulsando un comité se seguimiento del acuerdo cuya primera reunión se celebrará en septiembre. Además, a la vuelta de verano intensificará su actividad la comisión de estudio sobre el endeudamiento de la región y echará a andar la de investigación sobre corrupción.

Lo que de ahí salga, unido a los avances de la auditoría a los últimos ocho años de gestión del Gobierno del PP, también puede debilitar el de por sí endeble pacto de la presidenta y Aguado. Muestra de esa fragilidad ya fue el primer pleno de la Asamblea, donde los populares perdieron tres de las cuatro votaciones. Por todo ello, el PSOE ve cada vez más cerca la caída del gran feudo del centro derecha, que confían asaltar antes de que cumpla el año 21 de hegemonía. Quizá gobernando quedaría también atrás la indefectible división interna… O no. 

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