Hace dos meses, el Real Madrid presentaba en el Bernabeu su nueva aplicación para móviles y tabletas rodeado de la prensa, con toda la plantilla y el ya exentrenador en el escenario. Florentino Pérez ejercía de maestro de ceremonias. Ayer Iker Casillas lloró a solas su madridismo.

Poco importa lo que pienses de quien ha sido durante años el portero titular del Real Madrid y la Selección. Ya no está con nosotros. El club le despedía en su web con un comunicado oficial lleno de agradecimiento y buenas palabras, mientras su community manager le hacía unfollow en Twitter a toda prisa como a una exnovia. El redactor de deportes de El País Diego Torres, por cuyas crónicas Casillas se ganó, merecidamente o no, el sobrenombre de Topo o Topor, trazó una crónica precisa de la despedida y confirmó que el portero se negó a recibir un homenaje en el Bernabeu para trazar su distanciamiento de Florentino.

Mientras Salva Carmona publicaba en el blog del Español una batería de datos sobre el declive del guardameta de Móstoles y su progresiva pérdida de efectividad, Manuel Jabois escribía la mejor frase que se ha publicado hasta el momento sobre la polémica: «Ya no era Casillas, era Con Lo Que Nos Ha Dado». Los padres del mito, ya alejados de Móstoles e instalados en Boadilla, no dudaron en culpar al presidente de ACS, Florentino Pérez, de la campaña de desprestigio que ha terminado con su chaval en una «plaza de segunda» como la del Oporto. Así, haciendo amigos con los nuevos aficionados de su hijo.

Era un día para llorar a Javier Krahe y para acordarte de dónde estabas aquel día en el que Iker le quitaba a Robben su sueño para plantarle un besazo de película a su churri y cimentar su leyenda de extrarradio. Me acordé, cómo no, de un perro muy importante para mi familia. Era un cachorro alegre, blanco y rizoso que un día se plantó en casa de mi padre y al que mi hermana Iris bautizó como Jackie. Siempre pensé que como homenaje a uno de los oseznos del Bosque de Tallac. Pero poco le duró el nombre. El animalito tenía la divertida costumbre de plantarse delante de una puerta y bloquear la pelota de goma con una cierta habilidad digna de mascota youtuber. Eso le convirtió, para los restos y a pesar de Iris, en Casillas.

 

Se le añade a lo sentimental que un servidor es vecino de la misma villa que alumbró al hoy exportero del Madrid. «Yo no soy galáctico, soy de Móstoles», fue el regalo que nos hizo a sus antiguos vecinos. Se comió con patatas la empanadilla de Martes y Trece, y un poco también a Andrés Torrejón y Simón Hernández.

Ayer fue el día de la hipocresía insuficiente. De gritar ‘Hala Madrid’ a resguardo de posibles pitos y con cuidado de no dejar fuera de plano las lágrimas. De felicitarte por la acogida de tu nuevo club mientras tus padres lo menosprecian. De agradecer los servicios prestados por Internet, abrazar a medias y distanciarse del tipo al que llevas años queriendo cargarte. De recordar que el superagente Jorge Mendes ha empujado a Casillas a su Oporto con el objetivo de plantar en la portería del Real Madrid a otro de sus clientes, David de Gea. De pensar que todo esto no es sino el dedo en el ojo definitivo de José Mourinho al mito madridista (o al odiado Topor), que ha venido en forma de indemnización en diferido, en forma de simulación, o lo que hubiera sido en diferido, en partes, lo que antes era una retribución.

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