Felipe VI, la reina Letizia, Pedro Sánchez y Carlos Mazón en su visita a las zonas más afectadas por la DANA | Foto: Casa Real

La descoordinación, la ineptitud y la ineficacia de los dirigentes políticos en la DANA que ha destrozado la provincia de Valencia y zonas de Albacete Málaga ha sido la gota que ha colmado el vaso de la ciudadanía. No se trata de cuestiones ideológicas, de tal o cual partido, es una cuestión mucho más profunda y preocupante.

El pueblo español lleva desde la crisis de 2008 tragando quina, tanto de las derechas como de las izquierdas, tanto del PSOE como del PP, Podemos y Vox. La clase política demuestra su nivel cuando el pueblo sufre y, una vez más, los españoles han mostrado su mediocridad y que no están capacitados para ejercer el poder.

Esta clase política actual vive en su nube de políticos, en los intereses particulares o partidistas, en las guerras dialécticas, mientras la ciudadanía lleva cerca de dos décadas sufriendo. El Estado fue debilitado por los recortes salvajes tras la crisis y no ha recuperado fuerza con el supuesto crecimiento económico porque los gobiernos supuestamente progresistas han demostrado su incapacidad. Esa debilidad del Estado se pudo comprobar durante la pandemia, cuando el sistema sanitario se desbordó, pero también se demuestra día en las condiciones de vida de las personas y las familias. España, supuestamente, es la cuarta economía de la Unión Europea y la decimoquinta del mundo. Pero eso los ciudadanos no lo perciben.

No hay liderazgo real, sólo cuitas políticas que se han incrementado con la atomización del Parlamento y con las ansias de poder de unos y otros. Mientras la guerra política entre los unos y los otros continúa, el país no avanza. Los salarios y las condiciones laborales son cada vez peores, al mismo tiempo que los beneficios de las empresas suben. ¿Dónde va ese dinero? ¿Por qué el gobierno no actúa ante esto? Esa pasividad la percibe el pueblo y traga quina.

Ahora mismo no hay político bueno (y los que pueda haber son llevados al ostracismo por los mediocres) y el problema es que no hay relevo, no hay una generación nueva de líderes. Eso sí, crecen como setas los salvadores de la patria, los que proponen medidas que son aplaudidas en las barras de los bares pero que supondrían la destrucción de cientos de miles de puestos de trabajo.

El pueblo español ha tenido siempre muy mala suerte con sus gobernantes. La ciudadanía española ha demostrado en demasiadas ocasiones estar muy por encima de sus políticos. Reyes y presidentes incapaces y, lo peor, es que lo que llega supera en mediocridad a lo anterior.

La tragedia de la DANA de Valencia requiere que se asuman responsabilidades porque, además de salvar vidas y hacer que cientos de miles de personas puedan recuperar la vida que arrasó las localidades de la provincia de Valencia, de Albacete y Málaga, se ponen en peligro otras muchas cosas, incluso la convivencia.

La descoordinación entre administraciones que ha provocado que la tragedia haya sido mucho peor es la consecuencia del cálculo político, de las cuitas entre partidos. Eso es tan grave que la indignación explotó ayer en Paiporta, como lo podía haber hecho en cualquier otro lugar. Eso sí, todo jaleado por aquellos que pretenden destruir la democracia, los que ahora van afirmando que España es un Estado fallido pero que, en realidad, se centran en cuestiones e intereses y se olvidan de los aspectos reales que sí que fallan.

Tienen que rodar cabezas para salvar la democracia porque los que ahora afirman que se necesita un cambio, no se refieren a un cambio de gobierno, sino de régimen, porque los que lo están alentando son los profetas que afirman de luchar contra la corrupción pero luego se financian con dinero negro.

La visita de Felipe VI, la reina LetiziaPedro Sánchez y Carlos Mazón a las zonas afectadas fue un error, sobre todo después de que la comitiva estuviera compuesta por cerca de medio centenar de vehículos, que se paralizara la llegada de voluntarios, lo que retrasó durante más de dos horas los trabajos. Ayer explotó la indignación que derivó en una violencia que podía haber reventado en cualquier otro momento. También es cierto que hubo quien huyó mientras otros daban la cara. 

La gente no entiende de competencias del gobierno central o del gobierno autonómico. La gente lo único que pide es ayuda y la descoordinación entre el Ejecutivo central y el valenciano ha elevado la indignación. Sí, el pueblo ha dado una nueva lección a los políticos, pero el pueblo, si quiere libertad, no puede estar reclamando un cambio de régimen o comprando los mensajes de que en una dictadura esto no hubiera pasado.

Los gobiernos de Sánchez y de Mazón son igualmente culpables, el uno por las alertas y el otro por no haber tomado el control del Estado desde el minuto 1. No era el momento de legalismos. Era el momento de tomar decisiones y de actuar. Mientras se esperaba a que el uno pidiera el otro ayuda, mucha gente perdió la vida. Eso es imperdonable.

El pueblo español exige que rueden cabezas, pero España necesita una catarsis que sólo se podrá lograr con la toma de decisiones difíciles que los políticos sólo pueden adoptar si dejan de lado los cálculos electorales. Es la hora de la grandeza y los políticos actuales ni la tienen ni la conocen.  

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