Vivimos una edad de oro para la crónica negra. Se nos han juntado los cotilleos polifónicos filtrados por Internet, los podcasts como forma de reinventar las formas de la crónica de sucesos clásica (el soberbio Serial en cabeza), la nueva experimentación con los formatos de las series, la telerrealidad como filtro para todo, y la nueva crónica rosa hardcore como heredera de aquellas revistas de acoso de estrellas del Hollywood clásico.

Gracias a todo ello salen a la luz series como The Jinx, una cosita de HBO de seis episodios dirigidos por Andrew Jarecki, director de uno de los documentales más impactantes y sorprendentes de la historia, Capturing the Friedmans.

Jarecki es también el director de Todas las cosas buenas, una floja película de ficción de 2010 protagonizada por ese Ryan Gosling inexpresivo y apático que nos encanta odiar y basada en un caso real, el del posible asesino Robert Durst, cuya mujer desapareció un buen día esperando un tren sin dejar ni rastro. Cuando el auténtico Dust vio la película, le pareció interesante y pidió a Jarecki que le hiciera una entrevista donde lo contaría todo.

Y así es: los seis episodios de The Jinx se vertebran en torno a varias conversaciones con Dust, mientras se va narrando, por supuesto con declaraciones de muchas otras personas relacionadas con el singular personaje, su tortuosa historia: millonario debido a una herencia familiar, acostumbrado desde niño a ver cumplidos al instante todos sus caprichos, Dust mantenía una turbia relación con su mujer hasta el día de su inexplicable desaparición. Un demencial cúmulo de imposibilidades y muertes casuales cuando más le conviene a Dust se van sucediendo según el espectador se va viendo arrastrado a la hipnótica personalidad (y dicción) de quien tiene todas las papeletas para ser un psicópata en potencia.

Hablábamos de que Making a murderer tenía en su contra un claro posicionamiento en torno a determinados protagonistas de su negra historia. A The Jinx le pasa igual, pero el efecto es el contrario: es positivo porque el espectador es consciente de la manipulación y disfruta de la serie documental como si fuera ficción. Los sucesos que narra son tan descabellados, Dust se adapta tan bien al prototipo del asesino en serie carismático que hemos mamado del cine de las últimas dos décadas, que The Jinx puede verse como una historia gótica de pasiones oscuras y venganzas no resueltas. Hasta que llega el mazazo de la realidad irrumpiendo en esa docuficción, pero eso es un poco lo de menos, pese a que posicionará furiosamente al espectador a favor o en contra de la serie.

En cualquiera de los dos casos, The Jinx funciona como fascinante retrato de una personalidad al límite, y como muestra de las nuevas formas que está tomando la clásica información criminal. Formas que empiezan a ser, para bien o para mal, más reales que la realidad.

ficha

The Jinx: The Life and Deaths of Robert Dust
Andrew Jarecki
2015

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