El PSOE sondea una alternativa que requiere de mil carambolas para salir adelante. Buscará el apoyo de Unidos Podemos y Coalición Canaria y la abstención de Rivera y los nacionalistas vascos para superar la segura oposición de PP, ERC, PDC y EH Bildu a su intento de formar gobierno. Ferraz recuerda a los barones que Sánchez no intenta «nada distinto» a lo que ellos hicieron el año pasado.

Todo en esta legislatura recuerda demasiado a la anterior. Cada maniobra política es un déjà vu con la incorporación de nuevos matices que no cambian la esencia de los acontecimientos. Mariano Rajoy ha intentado ser reelegido presidente del Gobierno -en enero lo exploró pero rechazó ir a una investidura inviable, cosa que ya no era una opción- y ahora le toca a Pedro Sánchez estudiar una alternativa. El revés que se llevó hace medio año al tratar de poner de acuerdo a Podemos y a Ciudadanos le hace ser muy prudente, pero el intento ya está en marcha.

¿Le mueve más la necesidad de ganar tiempo para consolidarse como líder del PSOE que el convencimiento de que tal operación es factible? ¿Busca una escenificación que le permita eludir la carga de la culpa en caso de nuevas elecciones? Posiblemente. Pero, elucubraciones al margen, lo cierto es que tiene un plan para tratar de ser Jefe del Ejecutivo o, en el más que probable caso de que la jugada no le salga, responsabilizar al resto de la persistencia del bloqueo.

El PSOE juega con la ventaja de que Iglesias y Rivera son los que más tienen que perder en otras generales

Sánchez no se postula como candidato porque quiere ir a una negociación con los emergentes en igualdad de condiciones y sin la presión de una investidura que sacar adelante. No irá al Congreso sin garantizarse la elección, lo ha dejado bien claro, no está dispuesto a dejarse nuevos jirones de su capital político en otra intentona fallida. Habla con el PP por mera cortesía institucional -este martes apenas diez minutos para constatar que no hay gran cosa que decirse- y se sentará con Pablo Iglesias y Albert Rivera con un objetivo que parece obvio: ponerles entre la espada de hacerle presidente y la pared de ir a otros comicios. Podemos y C’s serían a priori los más afectados en la cita de diciembre: los primeros porque han perdido protagonismo en la oposición a Rajoy y en el tablero político en general, en favor del PSOE; los segundos porque son los que más problemas tienen para movilizar a su electorado.

“Me gustaría que Ciudadanos fuera capaz de hablar con Podemos y los nacionalistas, y Podemos con Ciudadanos; es hora de hacer política grande”, declaró Sánchez el lunes, al anunciar su “ronda de contactos”. El llamamiento al diálogo fue el mensaje más repetido en esa comparecencia, dejando clara su estrategia de señalar a los emergentes como responsables del bloqueo al vetarse entre sí y frustrar el acuerdo de “las fuerzas del cambio”.

En la anterior legislatura, su plan pasaba por lograr el ‘sí’ de Ciudadanos, Compromís, PNV, IU y Coalición Canaria para sumar 143 apoyos, superar los 142 de PP e independentistas y empujar a Iglesias hacia la abstención. El pacto con Rivera fue tan prolijo y ambicioso que espantó al resto de potenciales aliados y llevó a Podemos a negarse a negociar nada, enterrando el plan de Ferraz. Ahora, los socialistas han aprendido algunas lecciones, como repiten a menudo, y la aritmética parlamentaria ha cambiado ligeramente.

El deseo, explican fuentes del partido de Sánchez, es granjearse el apoyo de Unidos Podemos y de Coalición Canaria y buscar luego la abstención de Ciudadanos y PNV. Como la autodeterminación es innegociable, el ‘no’ de ERC, PDC y EH Bildu lo tienen garantizado, al igual que el del PP. Estas cuentas arrojarían una investidura exitosa en segunda vuelta por solo un voto de diferencia: 157 diputados a favor (84 de PSOE, 71 de UP -incluyendo a Compromís-, 1 de CC y 1 de Nueva Canarias); 156 en contra (137 de PP y sus aliados regionalistas; 9 de ERC; 8 de PDC; 2 de EH Bildu); y 37 abstenciones (32 de Ciudadanos y 5 del PNV).

Los socialistas esconden sus cartas

La operación es tan compleja y requiere de tantas condiciones que ni Sánchez se atreve a esbozarla. Solo dice que quiere “dialogar” con los demás partidos, pero se niega a explicar qué ofrecerá en unas conversaciones que serán “públicas o discretas en función de lo que quieran los interlocutores”. Podemos insiste a diario en que la única salida es que el PSOE negocie un acuerdo de Gobierno junto a ellos, pero se hace muy complicado que Ferraz proponga tal cosa a un Iglesias del que sigue sin fiarse. Aunque lo hiciera y llegaran a pactar, tendrían luego que sumar el voto de CC, que en la anterior legislatura se dijo incompatible con el ideario morado. Y después tendría que llegar la colaboración de los nacionalistas vascos -hace solo una semana se desentendieron de la gobernabilidad de España aduciendo que “el PNV no nació para eso”- y de Ciudadanos, que rechaza de plano que Podemos acceda al Gobierno de España.

El Grupo Socialista admite que forjar una alternativa a Rajoy “va a ser difícil, no; va a ser dificilísimo”

“Va a ser difícil, no; va a ser dificilísimo”, señalaba este martes Antonio Hernando sobre la posibilidad de desbloquear la situación. En la línea de Sánchez, el portavoz socialista en el Congreso señaló que la propuesta de su partido es “el desbloqueo y el cambio”. El PSOE no da detalles en público sobre la solución que tiene en mente, probablemente porque los primeros en desacreditarla serían los mismos barones que tachan de “inviable” ese pacto transversal antes de que se ponga sobre la mesa. A ellos se dirigió Hernando para recordarles que Ferraz no hará “nada distinto a lo que hicieron los responsables del PSOE de las distintas comunidades autónomas” tras las elecciones regionales del año pasado.

Si las conversaciones llegan a buen puerto, Sánchez convocará un Comité Federal y pedirá el aval para ir a la investidura. Sería entonces, en la hora decisiva de la verdad, cuando los críticos tendrían que defender sin ambages el ‘no’ a un Gobierno débil del PSOE y/o la abstención ante otra investidura de Rajoy. De momento, no lo han hecho en ninguno de los numerosos cónclaves que ha celebrado el socialismo para diseñar su estrategia. Varios de ellos, como el aragonés Lambán, el castellanomanchego García-Page o el extremeño Vara, son presidentes gracias a que pactaron con Podemos.

Y mientras tanto, Sánchez seguirá sobreviviendo y se hará muy difícil que en el PSOE se articule un movimiento para descabezarlo. Con total probabilidad, sería de nuevo el candidato en las hipotéticas elecciones de diciembre, por una cuestión de plazos pero también de falta de iniciativa entre los críticos, que llevan meses amagando con una rebelión que nunca acaban de articular.

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