Entre 2012 y 2014 la valoración de las rondas de financiación en startups aumentó en un 135%. Además, en 2015 se espera que haya más de 100 startups con un valor superior a los 1.000 millones de dólares. Si brilla como una burbuja y puede explotar como una burbuja, ¿cuándo se le llamará burbuja?

Con un tope histórico y casi obsceno, el cofundador y presidente de Xiaomi, Bin Lin, anunció a finales de 2014 que su compañía, denominada startup según la ocasión, había completado una ronda de inversión de un total de 1.100 millones de dólares, lo que da como resultado una valoración de 46.000 millones de dólares. Esto la sitúa al frente de la manada de unicornios, término acuñado para definir a las startups que han sobrepasado el valor en el mercado de 1.000 millones de dólares.

Pero ni es un caso aislado, ni producto de la casualidad. En esa tropa desbocada de unicornios hay otras startups que consiguen portadas en la prensa por sus increíbles rondas de financiación y el resultado final. Así, según adelantó WSJ recientemente, Uber espera recaudar 1.500 y 2.000 millones de dólares en dos rondas durante las próximas semanas. Esto elevaría su valor por encima de los 50.000 millones y desbancaría así a Xiaomi del primer lugar (46.000 millones).

Los ejemplos son múltiples y de todos los colores. Así, hasta la fecha Snapchat había levantado unos 648 millones a los que se sumarán unos nuevos 500 millones próximamente, que elevarán el valor de la startup por encima de los 19.000 millones.

Avances tecnológicos y nuevas tendencias financieras son la clave

¿Pero dónde está el truco en todos estos ceros? Para muchos analistas hay dos factores clave en esta explosión inversora. Por un lado los avances tecnológicos en torno a la movilidad y todo lo que ofrecen los smartphones, así como el afianzamiento del cloud computing y la publicidad móvil. Por otra parte se están dando una serie de condicionantes económicos que provocan una agilidad monetaria como nunca antes había existido. Así, entre las nuevas tendencias financieras y sobre todo los bajos tipos de interés (en todo el mundo), muchos actores relacionados con el mercado inversor están hincando el diente. Asimismo, los altos retornos inmediatos que pueden generar también mueven a las entidades de capital riesgo para que inviertan amparados más en la fe que sobre la realidad económica que estas startups generan.

En este contexto surgen las grandes dudas y voces que repiten de forma incesante si no hay un nuevo viaje hacia otra burbuja puntocom. Con amantes y detractores de la teoría por igual, lo cierto es que comprobar el valor de estas startups se convierte en un ejercicio complicado-casi-imposible en el que hay que confiar en demasiados factores ajenos al propio ecosistema empresarial.

¿Pasan estos unicornios la ITV?

Sin estar en Bolsa ni pasando las pertinentes auditorias financieras, muchas de estas empresas que sobrepasan el valor de los 1.000 millones de dólares tienen escasos recursos para demostrar que valen eso, pero todo el mundo lo cree. Algo curioso.

De este modo, hay dos maneras de hacer la valoración: una subjetiva y la otra muy subjetiva. En cuanto a la segunda, la que solo se aferra a las sensaciones y la fe, destaca como factor diferencial las previsiones de crecimiento. Las que dé la empresa, claro.

No hay ninguna manera de poner en valor una ‘startup’ sin que bailen los cero de forma bastante irreal

También hay que señalar el miedo a dejar pasar esa futura inversión, no vaya a ser que tal o cual startup sea la próxima Facebook. Asimismo, hay dos factores económicos clave: las futuras promesas de cláusulas especiales en caso de ser de los primeros inversores, y por otro lado, la gran rentabilidad que se puede sacar de una venta temprana de la startup si ha conseguido un rápido crecimiento.

Por lo que respecta a lo menos subjetivo, hay en torno a unas cuatro categorías que pueden clasificar el valor de una startup.

  • La capacidad tecnológica adherida al desarrollo de un software propio y con capacidad de innovación. El impacto y la novedad del propio producto o servicio. El número de patentes que haya registrado la empresa. Y por último, y fundamental para que esta subjetividad cobre valor: el número bruto de usuarios, clientes o gente que se da de alta.
  • En segundo lugar, y una vez que ya se ha empezado a andar y existen los primeros números, será muy importante magnificar la tasa de crecimiento de los usuarios, clientes o gente dada de alta. Aunque pasen por allí y no vuelvan. Asimismo, las estadísticas de uso sobre esas personas que utilizan el servicio o lo compran, también será clave.
  • No menos importante será vender el capital humano. El fundador que haya al frente de la startup y el grupo de ingenieros que lo rodee marcarán un factor diferencial. Su pasado, los éxitos que lleve a sus espaldas, o lo fracasos, ofrecerán un valor de confianza fundamental.
  • Por último, en estas ideas subjetivas, se pone en valor si existe ya el tipo de servicio que se desarrolla, y por lo tanto la competencia que tendrá, así como el riesgo que se corre dependiendo del mercado que vaya a ser el principal foco de atención. Esto también influirá en la regulación que haya en la zona concreta o la exposición legislativa que tendrá.

¿Modelos de negocio concretos?

Redes sociales, economía colaborativa, cloud, ecommerce… Lógicamente estas startups de base tecnológica están muy enfocadas a los nuevos servicios que demanda la sociedad, pero también existen importantes diferencias entre las empresas que tienen un modelo de negocio más o menos sólido y sobe algo tangible, y las que se basan en números brutos de usuarios o la aspiración de que sigan creciendo.

En este segundo grupo destacan Snapchat (15.000 millones) o Pinterest (11.000 millones), redes sociales que no aportan nada a un mercado ya saturado y donde no se ha podido demostrar que sea rentable. Dinero ganado en rondas de inversión sobre el futurible de seguir ganando potenciales usuarios transformado en clientes que terminen pagando.

Caso similar, aunque al amparo de leyes y normas regulatorias, estarían Uber (41.000 millones) y Airbnb (10.000 millones). Modelos de negocio que juegan en el filo de la legalidad, y que tiene grandes y poderosos enemigos de un sistema todavía tradicional que tiene mucho peso. Por lo tanto, su crecimiento puede verse expuesto a otros intereses externos que dificulten su capacidad de generar negocio.

Luego, dentro del ranking de los unicornios más poderosos, habría casos como SpaceX (12.000 millones), que se dedica al material aeroespacial; Xiaomi (46.000 millones) con los smartphones y otros productos móviles; o Theramos (9.000 millones), startup relacionada con el negocio sanitario, que parecen estar asentadas sobre realidades y servicios más tangibles que, con la tradicional exposición a la oferta y demanda, al menos no tienen tantos condicionantes ajenos.

¿Más unicornios?

Demasiadas facilidades para que esta cifra de unicornios no deje de crecer. Ahora mismo está situada en un centenar, más o menos, y pese a que ningún analista se atreve a decir que este crecimiento será ilimitado, lo cierto es que de momento no ponen ningún techo.

Bien es cierto que las compañías de capital riesgo ya empiezan a pedir precaución a sus inversores y advierten, sobre todo, que los tipos de interés más pronto que tarde volverán a subir, y por lo tanto el dinero dejará de fluir.

No obstante, también es cierto que, de momento, con las cifras en la mano apenas hay casos muy puntuales de startups que después de convertirse en unicornios hayan dejado esa manada. Además, lejos de comparaciones odiosas, esta posible burbuja puntocom 2.0 tiene la base de millones de personas generando un consumo viral por todo el mundo.

Imagen | Lemon-art

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