Estimado amigo:

Bajonazo en la Bolsa de un tres y pico por ciento sólo el lunes, repunte de esa pariente cabrona que teníamos olvidada, la prima de riesgo, advertencias de Moody´s, Fitch (detrás, vendrán las otras) de que olvidemos la medio prometida revisión al alza de nuestra calificación país , parón en seco de cualquier plan inversor de multinacionales bandera en una España endeudada hasta las trancas, necesitado como el comer de unos dineros externos que estaban ayudándonos a recuperar este último año la confianza perdida y hasta la euforia consumista…

Digiriendo estas siniestras informaciones estaba el 21-D a primera hora, cuando me llegó tu voz, Mo, balbuceando a través del teléfono: “¡Estamos locos…! Nos hemos metido de cabeza en el caos, aquí no va a entrar ya ni un euro, van a huir a chorros los que están y pronto sustituiremos a Grecia como el enfermo de Europa”.

Sé que no lo dices para sembrar miedo, sino porque sabes de la cosa. Se me llena la boca de mal sabor al decirte que es la reaparición oficial de nuestro mal fario secular. La nación española ha vuelto por donde solía: los bandazos que Antonio Machado anunció como nuestro destino manifiesto de vagar sin horizonte ni objetivos. No precisó a cuantas generaciones sucesivas afectaría su triste auspicio de caminante no hay camino, se hace camino al andar. Augurio –hoy queda claro- brindado no solo a sus coetáneos sino a los españolitos que estaban por llegar, y rematado por el aún más sombrío presagio de que “una de las dos Españas” nos helará el corazón.

Ni siquiera el poeta alcanzó a imaginar que, casi 76 años después de abandonar este mundo ligero de equipaje y en tierra ajena, no serían dos las Españas encargadas de estrujárnoslo, sino tres, cuatro o cinco. Aún está por ver cuántas facetas puede llegar a reunir este poliédrico país que las elecciones del 20 de diciembre han devuelto al pueblo que las vivió, como si fueran un regalo de Navidad tóxico y canalla.

Lo forman la derecha carca, capaz de cuestionar cualquier avance social en sus 499.542 km cuadrados de actual superficie terrestre (volveremos a eso), y buena parte de la derecha evolucionista, encuadradas ambas en el Partido Popular, aunque sin un convivir cómodo. En ese mismo costado de la balanza, aunque más puesta al día en materia de derechos ciudadanos pero con estructura blandengue por su frágil esqueleto, se asientan Albert Rivera y los suyos.

Lo compone, asimismo, un PSOE desnortado, sin redaños, enloquecido entre sus proclamas de que sigue siendo un partido español (está en sus siglas) y sus deseos de entenderse con quienes desean convertir el Estado en una piltrafa impotente. Debe tal actitud a ese miedo cerval a perder clientela por sonar poco progre si defiende una entidad nacional que siempre fue una de sus señas de identidad, porque en esa entidad anida el igualitarismo que predica. Hoy, como viene ocurriéndole históricamente, es un partido con dos almas: la que defiende uno de sus principios fundacionales (“España no se toca”, dijo poco antes del arranque de la campaña), encarnado hoy por Susana Díaz y una gran mayoría de sus líderes, incluida la llamada “vieja guardia”; y está la oportunista, inconsistente, atroz para los intereses de la gente hispana, representada por el “nuevo zapaterismo” de los Sánchez, Luena, Batet y toda esa pléyade que con tal de manejar Poder no dudarían en pactar con el diablo aunque nos llevara de cabeza al infierno.

Ayer, este periódico difundió la seria advertencia de Díaz a Sánchez contra cualquier tentación de liarse con separatistas o compañeros de viaje para conseguir la Presidencia, y exhortándole a abstenerse en tercera votación para permitir Gobernar al PP, triunfador insuficiente del reciente enfrentamiento electoral, pactando antes unas condiciones que a priori suenan hasta razonables. Cabe la duda de si Sánchez aceptará esa postura o se liará la manta a la cabeza, se atrincherará en Ferraz, intentará formar una extraña horda para llegar a La Moncloa y termina de arrojar al mismísimo carajo lo que queda de la Marca España. Su reacción en el programa de Susana Griso en A3 a las informaciones de este periódico son irrelevantes por inconcretas e imprecisas, pero no invitan al optimismo.

Hay dos meses, como mucho, para que Sánchez materialice una enloquecida oferta de Gobierno PSOE-PODEMOS-IU- ERC o se someta a la voluntad mayoritaria de su jerarquía. Dejar que transcurran en dimes y diretes fuera de lugar sólo servirá para que nuestra frágil pero en el último año ya convaleciente economía sufra una recaída que nos condene de por vida a encabezar una Europa mendiga y de segunda. La que seguramente es opción favorita de Sánchez –su investidura-, jaleada por Pablo Iglesias y cuantos creen que Cuba y Venezuela son los modelos a seguir, nos devolverá de cabeza al tercer mundo del que formamos parte no hace aún muchas décadas. Nada menos que eso nos jugamos.

En nuestra charla, admirado Mo, te vi abatido en extremo. Pesimista incluso en el caso de que, finalmente, Sánchez se resigne a abstenerse en tercera votación y permitir el gobierno en minoría del PP. Me resumiste algunas de tus conversaciones mantenidas con inversores de primer orden y me trasladaste su diagnóstico de que, en la situación de debilidad en que actuaría un Rajoy sin futuro alguno y de menguadísimo presente, el capital internacional hará un Stop y esperará a ver qué pasa. Añadiste tu convicción de que aquí no entrará ni un euro durante esa etapa de recelo que nos van a dedicar los mercados, en el mejor de los casos.

En la hipótesis de que Sánchez se incline por defender su locura caudillista, me profetizaste una huida de toda gran empresa internacional, hasta que acabemos en una quiebra como la de Grecia y Venezuela, las referencias que le propone ese Iglesias que vomitó ayer esa frase lapidaria según la cual Sánchez ha de optar entre “apoyar cuatro años más a Rajoy o los referendos de autodeterminación” que la comunidades (sobre todo Cataluña) planteen, con carácter urgente. Antes de ofrecerse para crear una plataforma de izquierdas con el objetivo de fortalecer las opciones de la sociedad española para salir adelante (¡)

¡Un programa anticrisis de cojones, Sr. Iglesias! ¡Es más rápido y limpio un tiro en la sien! ¿Te puedes imaginar, amigo Mo, cómo quedaría España en cosa de nada si un voto independentista de obligado cumplimiento se impusiera en Cataluña y, posteriormente, en el País Vasco? Déjame que te lo resuma: nos convertiría en un mutilado sin brazos ni piernas, viendo pasar el resto de su vida desde la silla de ruedas. Eso se puede asumir cuando llega por una desgracia sufrida involuntariamente, pero porque se haya buscado ex profeso suena a puro pensamiento anarquista o a voluntad de enloquecidos. Piense el lector que, después de la estricta Cataluña, los llamados “països catalans” exigirían también su derecho a decidir, ¿y quién se lo podría negar? En poco tiempo (y aquí vuelvo al asunto, como prometí párrafos atrás) los 499.542 k2 de tierra española perderían 86.000 de Cataluña, Baleares, Valencia, País Vasco, Navarra y, probablemente, Canarias. Toda una estructura histórica, social y productiva secular desaparecería para dejar paso a algo ignoto pero que se anuncia ruinoso y siniestro.

Me preguntaste, Mo, mi opinión sobre cómo había sido posible tanta ceguera por parte de una sociedad española que, desde el inicio de la Transición a nuestros días, ha adquirido una notable sofisticación y cultura mundana, para dar el apoyo que dio a un despropósito absoluto como es PODEMOS. Te paso algunas impresiones desde una desolación que comparto contigo.

La primera responsabilidad corresponde –de esto no me cabe ni una sombra de duda- a un PP en el Gobierno que ha ofendido el alma de la ciudadanía con su insoportable cultura de la corrupción. Pienso que su gestión de la economía global ha estado muchos codos por encima de la ejecutada por Zapatero y sus yogures, propia de aficionados bienintencionados pero de insuperable insolvencia. Ahora bien, ¿se justifica tanta arrogancia y menosprecio hacia ese sentimiento de engaño con la relativa eficacia exhibida en la administración de la macroeconomía? Solo demasiado tarde el Gobierno y su partido se acordaron de balbucear algunas excusas, a todas luces insuficientes, que no calaron más que en pequeñas capas de la población. Así que de “injusticia popular” con un trabajo bien hecho, nada. En todo caso, ajuste de cuentas pendientes.

Ocurre que para conducir ese ajuste se han elegido instrumentos podridos y suicidas como son PODEMOS y los separatismos. Aquí, un pueblo que se siente timado procedió a castigar con dureza las tropelías permitidas por los que mandaban, propinando formidables patadas en nuestros propios culos. Se dice que los pueblos no se equivocan en sus veredictos, pero eso es una tontería y la Historia desborda de ejemplos penosos de yerros populares.

Junto con la ristra de estupideces del PP figuran como responsables otras capas de la dirigencia española, sobre todo la banda de forajidos que conduce el llamado soberanismo catalán, que se ha aprovechado de la debilidad e inacción del Gobierno central para llevarnos hasta el borde mismo de la sima ante la que nos encontramos.

Si al final se llega a un pacto por el que durante un año el PP gobierne en minoría, los dos partidos todavía hegemónicos deberían aprovechar el tiempo para reinventarse de los pies a la cabeza. Rajoy, si quiere pasar a la Historia con cierta dignidad, deberá depurar de tanta purria la sede de la calle Génova y ciertas sucursales de provincias, preparar unas primarias para dejar paso a una dirigencia limpia y marcharse con viento fresco. Y los socialistas habrán de superar su etapa de indefinición patriótica (¡que palabra tan demodé, ¿verdad?!), recuperar su alma, asumir lo que son y reivindicarse como lo que han sido siempre: el gran partido nacional de la izquierda.

Sólo entonces iremos saliendo del hoyo. Pero costará, querido Mo, costará mucho. No sé si sangre, sudor y lágrimas, pero casi.

Con mi afecto.

Germán

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