Estados Unidos como paradigma de la democracia forma parte del discurso de cualquier biempensante, en su acepción académica de persona “que piensa de acuerdo con las ideas tradicionales dominantes de signo conservador”.

Pese a ello, un reciente estudio de dos prestigiosas universidades norteamericanas se ha atrevido a ponerlo en duda. “El punto central que se deriva de nuestra investigación es que las élites económicas y los grupos organizados que representan a las empresas tienen un impacto sustancial independiente sobre la política de los gobiernos de Estados Unidos, mientras que los grupos de interés fundamentados en las masas y en los ciudadanos del común tienen poca o ninguna influencia política”.

Así comienza la investigación publicada en septiembre de 2014 por dos profesores de las muy prestigiosas universidades norteamericanas de Princeton y Northwestern, Martin Gilens y Benjamin I. Page, en la que se asegura que, aunque “los estadounidenses disfrutan de muchas de las características fundamentales de un gobierno democrático, como elecciones regulares y libertades de expresión y asociación”, los mecanismos de decisión política “están dominados por poderosas organizaciones empresariales y por un reducido número de norteamericanos” que suponen “una seria amenaza para la pretendida sociedad democrática de Estados Unidos”.

Sólo el 18 por ciento de las propuestas que no cuentan con el apoyo de las élites salen adelante

El estudio ha sido realizado a partir del análisis de 1.779 preguntas formuladas en una serie de sondeos realizados entre 1981 y 2002 sobre la identificación entre los ciudadanos y las decisiones políticas del Gobierno. Las respuestas fueron posteriormente segmentadas en función de los ingresos y los intereses de los sondeados y de la frecuencia con que las propuestas se ajustaban a las opiniones de los distintos grupos de ingresos y de intereses.

Con estos datos, Gilens (profesor de Política de Princeton y experto en opinión pública y medios de comunicación) y Page (profesor de Toma de Decisiones de la Universidad Northwestern y experto también en opinión pública y política exterior) han comprobado que las propuestas políticas que no contaban con el apoyo de las élites sólo habían salido adelante en un 18 por ciento de los casos, mientras que las que sí contaban con el respaldo de los grupos poderosos habían prosperado en un 45 por ciento de las ocasiones.

“Nuestro análisis sugiere que la mayoría de la población norteamericana tiene en la actualidad escasa influencia en las decisiones políticas de nuestro Gobierno”, manifiestan los dos investigadores. “Cuando una mayoría de ciudadanos discrepan de las élites económicas y de los grupos organizados de interés, por lo general pierden”, añaden los autores del estudio, cuyas conclusiones y métodos de análisis bien podrían intentar extrapolarse a otros países del mundo, algunos de ellos más cercanos (mucho más cercanos) que Estados Unidos.

 

 

En declaraciones a la BBC, Gilens puso como ejemplo las diversas desregulaciones aprobadas por los gobiernos de Estados Unidos, tanto demócratas como republicanos, que han sido “mucho más coherentes con las preferencias e intereses de las élites y grupos económicos que con los ciudadanos comunes”.

Siendo más preciso, Gilens recordó la respuesta de los dos últimos presidentes, George W. Bush y Barack Obama, frente a la crisis financiera, que ha sido mucho más benévola con las grandes corporaciones, que “han recuperado terreno de forma notoria”, y ha perjudicado a la clase media y a los pobres, que “no han podido recuperar el terreno” que habían ganado antes de la recesión.

Las principales conclusiones del estudio han sido matizadas por importantes comentaristas norteamericanos. Es el caso de Scott Winship, investigador del centro de estudios políticos neoyorquino Manhattan Institute, quien en un artículo en el diario The New York Times ha advertido de que tanto los sectores pudientes como las clases medias suelen tener “pocos desacuerdos” a la hora de valorar las políticas gubernamentales y ha recordado que los sectores más adinerados suelen registrar una mayor participación electoral que las clases medias.

Imagen: Page y Gilens durante una entrevista televisiva | thedailyshow.cc.com

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