Como los antiguos navegantes usaban los vientos alisios para surcar los mares en busca de las codiciadas especias y metales preciosos, algunas de las especies de aves que frecuentan nuestras costas siguen esos mismos patrones en su odisea particular, pesquisando la superficie del mar para detectar su alimento. Un buen ejemplo de este paralelismo aparece en la pardela cenicienta, que al concluir la época reproductora emprende su migración hacia el Atlántico sur, recorriendo la ruta de los antiguos navegantes desde Canarias hacia Brasil, para luego virar al este y alcanzar las costas de Namibia y Sudáfrica.
En contraposición, de la misma manera que la tecnología permitió a los humanos obtener productos marinos sin necesidad de echarse a la mar, con las granjas de peces o la cría de moluscos, muchas aves acuáticas y marinas han aprendido a visitar estas fuentes de alimento abundantes y predecibles. Si bien las aves han sido siempre compañeras de viaje, su presencia en instalaciones acuícolas a veces puede ser problemática, tanto para los productores como para las propias aves.
Conflictos y soluciones
Esto es lo que indican los resultados preliminares de un estudio que SEO/BirdLife está llevando a cabo, a través de encuestas realizadas al sector acuícola en el marco de Zepamar III, un proyecto desarrollado el Programa Marino de la organización con el apoyo de la Fundación Biodiversidad a través del Programa Pleamar, que trata de encontrar soluciones ante los conflictos que pueden surgir entre aves y el sector pesquero o acuícola.
El impacto que producen las aves piscívoras en granjas de peces no era desconocido. Varios estudios llevados a cabo en diferentes lugares del planeta apuntan a pérdidas que pueden oscilar entre varios miles y varios millones de euros anuales, debido sobre todo a especies como cormoranes, garzas y gaviotas.
“Los acuicultores a los que hemos entrevistado reconocen que las aves pueden ser dañinas, pero por lo general no las ven como enemigas, sino como parte del medio en el que trabajan y con las que tienen que convivir. Incluso en algunos casos las usan como reclamo para los visitantes de las instalaciones, alternado su actividad productiva con el turismo de naturaleza”, indica Lucía Soliño, técnica del Programa Marino de SEO/BirdLife.
Los inteligentes métodos de defensa y pillaje de las aves
Los métodos más empleados para evitar estos ataques a los peces de cultivo son la emisión de ruidos y el uso de redes para cubrir los tanques y jaulas flotantes. La voracidad e inteligencia de estas aves, sin embargo, las lleva a probar todo tipo de estrategias para acceder al alimento. Explican desde SEO/BirdLife que se ha visto a cormoranes “serrar” las redes con su pico, para hacer agujeros por los que traspasar al interior de la jaula, y a garzas o gaviotas posarse en grupo sobre la red protectora para que esta ceda bajo su peso y poder así alcanzar los peces. Es entonces cuando estas redes pueden convertirse en un enemigo mortal para las aves. Alrededor de 200 aves pueden quedar atrapadas al año en una sola instalación de acuicultura según los datos recogidos, aunque el porcentaje de mortalidad no supera el 5% en la mayoría de los casos.
Pep Arcos, director del proyecto Zepamar III y coordinador del Programa Marino de SEO/BirdLife, indica que “es necesario ajustar los métodos antipájaros para que no solo protejan a los peces, sino también a las aves. Algo a lo que no se le ha prestado mucha atención hasta el momento y en lo que nos gustaría ahondar en un futuro en colaboración con el sector. Los productores se han mostrado dispuestos a ello”.
Compromiso del sector
Algunos de los resultados preliminares de estas encuestas arrojan ya algunas posibles propuestas. Soliño afirma que “la red perimetral en jaulas flotantes puede atrapar aves pequeñas y ágiles como los charranes que intentan traspasarlas volando. Este problema, sin embargo, no se ha detectado en jaulas donde este tipo de red tiene una luz de malla más pequeña, es más gruesa y está bien tensa. Pero es pronto para sacar conclusiones”.
Los técnicos de SEO/BirdLife apuntan que no todas las instalaciones de cultivos marinos tienen problemas con las aves. Las bateas o muscleras de mejillón, por ejemplo, ofrecen lugares de descanso y protección, y los cultivos extensivos en esteros tradicionales, abundante comida durante su época de invernada en nuestras costas. Por eso, SEO BirdLife insiste en la necesidad de trabajar para que estas interacciones sean siempre en la medida de lo posible positivas y que acuicultores y aves continúen compartiendo viaje y futuro.
Junto a las aves es necesario que el compromiso del sector acuícola vaya más allá de evitar enmalles y capturas. Proteger el medio en el que viven estas especies y mantener el buen estado ambiental de las costas, de las aguas y de la biodiversidad marinas son retos no menos relevantes, a los que el sector debe enfrentarse para que la sostenibilidad de esta actividad sea real.