Cada vez que, siendo un crío, le pedía a mi madre algo que estaba fuera de nuestras posibilidades o que, simplemente, no quería comprarme, mi progenitora me ofrecía una respuesta infalible: «Y yo quiero un siseñor con las patas verdes». Para mí se convirtió en la mejor forma de expresar la frustración ante lo que no sólo no puede ser, sino que además es imposible.
Pues bien, cada vez que Pedro Sánchez habla de la posibilidad de formar gobierno me quedo con las ganas de replicarle de este modo. Tiene tantas posibilidades de gobernar con Podemos como yo de conseguir el mítico siseñor con las patas verdes, porque no existe ninguna combinación posible que le sirva para alcanzar la aritmética soñada.
¿Y si Podemos acepta renunciar al referéndum, se conforma con atender al cambio que propugna y mejorar las políticas sociales? ¿Y si lo hace renunciando a sus posturas económicas más radicales de manera que a Ciudadanos no le tiemble el pulso a la hora de abstenerse y permitir formar gobierno? Entonces, amigos míos, Podemos no sería Podemos. Sería el partido mágico del país feliz con sede en la casa de gominola de la calle de la piruleta.
Por más que insistamos en que el partido de Pablo Iglesias tiene 69 diputados, 27 de esos diputados son de sus socios regionales. Y no va a a renunciar a ellos para formar un Gobierno que no le interesa, especialemente porque, como ya hemos comentado anteriormente en SABEMOS, la formación morada prefiere que se vuelvan a celebrar elecciones, ya que cree que mejoraría sensiblemente sus resultados.
A día de hoy sólo hay una coalición posible, una compuesta por PP, PSOE y Ciudadanos en cualquier forma y bajo las condiciones que se pongan sobre la mesa. Y aún esa es compleja y requeriría desdecir mucho de lo dicho en las últimas semanas.
Pedro Sánchez puede decir que quiere formar gobierno con Podemos. Yo quiero un siseñor con las patas verdes pero no me juego el futuro del país intentando conseguir uno.