Para el año 2020 se prevén más de 26.000 millones de aparatos conectados y más de 7.000 millones de dispositivos móviles con acceso a esos aparatos. Todo está disponible para un desembarco masivo hacia este segmento de «las cosas conectadas», aunque de momento todos miran con cierta desconfianza.

De cuando en cuando, y principalmente si hay algún gigante del consumo de por medio, se reabren ciertos debates sobre el futuro tecnológico. En esta ocasión el tema tiene que ver con el Internet de las Cosas (IoT, por Internet of Things) y el gigante implicado es Samsung.

La compañía coreana ha presentado Artik, una gama de nuevos procesadores destinados a potenciar su apuesta por el Internet de las Cosas con el fin de ejercer de base común en toda su gama de productos. Quizá una de las grandes novedades, y aquí es donde se puede sacar la vara de atizar, es que Samsung se ha esmerado mucho en que esta nueva gama de procesadores sea lo más accesible, abierta y compatible para que haya un mayor número de empresas y programadores que tengan acceso a ellos y su operativa tecnológica. ¿Quiere esto decir que por ahora no se está haciendo? Seguramente.

Los coreanos llevan varios años haciendo guiños de manera clara al Internet de las Cosas. Comprando empresas, desarrollando productos, llevando a cabo alianzas. Todo vale para Samsung. De hecho, siempre que pueden sacan pecho y aseguran que dentro de dos años esperan que el 70% de sus productos puedan integrarse en esta maraña conectada. Y para 2020, momento en el que se prevé la madurez en esta nueva forma de interpretar internet, el 100% de los productos que lancen al mercado estén capacitados para interactuar con otras máquinas o dispositivos.

Este contexto es el que Samsung quiere presentar ante toda su competencia: un Internet de las Cosas en plena bonanza y donde las empresas meten los dólares sin sumisión. Ahora bien, la realidad está bastante alejada de todo eso. De hecho, un dato curioso es que desde 1999 se habla de la posibilidad de conectar objetos, y hoy, 15 años después, las dudas siguen persiguiendo un mercado que no acaba de despegar.

El Internet de las Dudas

“La privacidad ha muerto, supéralo”. Desde hace algún tiempo circula esta cita por la red. Invita a asumir que estar conectados no deja margen a la protección de datos. En este sentido, multiplicar por 26.000 millones la exposición de datos personales genera un mayor riesgo en sí mismo.

Otro aspecto fundamental, y del que dan buena cuenta las empresas tecnológicas, tiene que ver con el respeto a la legalidad vigente y los diferentes marcos regulatorios. Así, de momento no hay una noción exacta por parte de las autoridades públicas sobre qué hacer y cómo regular el Internet de las Cosas. De hecho, pese al beneficio económico y social que puede generar para la gobernanza pública, apenas está visible en las agendas políticas, y por ende, ni se imagina un marco regulatorio para esto.

Además, en cuestiones de normativas, también se deben readaptar ciertos conceptos clásicos. Por ejemplo, el de la automoción, ha sido uno de los segmentos donde ha habido mayor penetración del Internet de las Cosas. De esta manera deben configurarse nuevos estándares de seguridad al volante.

En esta línea, donde intervienen diversos sectores empresariales, también genera problemas. Es decir, no es un asunto de empresas tecnológicas o relacionadas, como puede ser el propio mundo de internet, sino que habrá implicadas compañías energéticas, del mundo del motor, y de todas aquellas que puedan conectar sus productos y servicios. Por lo tanto, la generación de sinergias y acuerdos no será nada sencillo.

Dudas también inversoras

No solo a problemas técnicos y de seguridad se debe enfrentar Samsung. Pese a los números aportados sobre la posible explosión del Internet de las Cosas, en estos momentos hay muy pocas empresas, salvo startups especializadas, cuyo núcleo central de negocio sea este. Es decir, hay casos como el de Samsung, o Cisco, IBM, y en general grandes corporaciones, que van dando pequeños pasos, pero dentro de ciertas áreas de negocio. ¿Qué provoca eso? Pues que las empresas de capital riesgo, sobre todo, recelen de llevar a cabo grandes inversiones. No saben cuáles son los márgenes, y por lo tanto no quieren apostar de forma decidida.

En este sentido, los analistas estiman, además, que muchas de las pequeñas startups que están irrumpiendo en este segmento no cumplen con dos cuestiones básicas para triunfar en la red: por un lado crear una nueva categoría o concepto disruptivo como servicio digital, y aquí el ejemplo es Google y su buscador, que aun no siendo el primero, sí fue quien cambió las normas; y por otra parte, ser capaz de desarrollar un software de optimización para mejorar servicios ya existentes, como ha conseguido Amazon en el segmento de ventas y logística.

Bajo todos estos condicionantes presenta Samsung esa nueva gama de procesadores Artik. Quizá sea un paso lógico ante su inminente pérdida en la cuota de mercado móvil, y por eso quiera moverse cuanto antes hacia nuevos horizontes.

Imagen | Flickr – Backbone

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